Las polémicas circundantes a la Educación Sexual Integral (ESI) no son una novedad. Es un campo que se ha prestado para múltiples debates, sin embargo, es un tema que se debe levantar y abordar de manera transversal y multidisciplinaria: además se debe considerar al Estado, a los profesionales, a las escuelas y también a las familias como un solo cuerpo que se una con el objetivo de educar para proteger.

Como sociedad deberíamos estar de acuerdo en que el conocimiento y la obtención oportuna de una información clara y precisa es una herramienta que favorece la independencia y el desarrollo consciente de una identidad sana. Ante este consenso, pareciera que el problema no es no querer educar a los niños, niñas y jóvenes, sino que existe una desinformación y tergiversación del concepto, y no resulta ilógico que aquellos que no han recibido educación sexual sean quienes la vuelven un tabú, tachando de inapropiado e indecente cualquier acción que involucre la palabra sexual sea cual sea el foco y el objetivo.

Nuevamente la ignorancia nos impide avanzar.
De manera sistemática, pero no reconocida, niñas, adolescentes y jóvenes han alzado sus voces con respecto a su deseo de saber más y de manera segura. De hecho, en la Consulta Nacional de Las Niñas que realizamos durante abril de este año y que respondieron cerca de 4 mil jóvenes de entre 12 y 25 años, 9 de cada 10 niñas y jóvenes le dieron importancia máxima a recibir educación sexual integral no sexista en la sala de clases (Fundación Tremendas, 2023).

Esto no es solo para reducir conductas de riesgo, sino que para conocer lo que implican sus actos y para poder actuar de manera responsable y segura, reconociendo sus vulnerabilidades, pero también su derecho a conocerse y saber cómo funciona el mundo. La Educación Sexual Integral forma niños, niñas y jóvenes capaces de defender sus límites y de erradicar de la sociedad a cualquier persona que ose sobrepasarlos. La Educación Sexual Integral nos ayuda a prevenir la violencia contra quienes, en sus propias palabras, son los más desprotegidos.

Hoy exigimos que nos den la oportunidad de plantear de manera informada lo que respecta a nuestros derechos sexuales y reproductivos. Es crucial clarificar que la ESI que solicitamos es una que converse sobre la gama de elementos y actos asociados, de una manera respetuosa, segura, y acorde a los desafíos y entendimientos propios de cada etapa del ciclo vital, planteándose como objetivo y norte principal el bienestar de las personas y en sus propios contextos.

Esta propuesta favorece, entre muchos otros beneficios, que niñas, niños y adolescentes (NNA) sean capaces de poner sus propios límites corporales y psicológicos, permitiendo el conocimiento de sus derechos; promover la planificación familiar; y, la prevención de enfermedades y/o infecciones de transmisión sexual.

Ya no puede existir una brecha de recursos, siendo la información uno de los más importantes, introyectamos que el conocimiento es la luz a una mejor sociedad, libre, justa y segura.

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