El proyecto que busca modificar la ley Nº 18.603, Orgánica Constitucional de los Partidos Políticos, y cuya idea matriz declarada es “Desincentivar la fragmentación política, regular la participación en los comités parlamentarios y permitir la federación de partidos políticos”, se enmarca en un intento algo desesperado por contener una realidad política que se vive en nuestro país desde el primer gobierno de la presidenta Bachelet, cuando se comienza a quebrar el eje binario derecha/concertación que fue tan exitoso por 20 años.

En esa época se hablaba de los “díscolos” que cuestionaban a las élites gobernantes, situación que pronto derivó en una fragmentación total del sistema político que en las últimas elecciones parlamentarias de 27 partidos legalmente constituidos y que presentaron candidatos, 12 fueron disueltos por haber obtenido menos del 5% de los votos -y sin elegir parlamentarios.

Pero la cifra es engañosa, ya que otros 9 partidos que no alcanzaron el 5% sobrevivieron pues eligieron parlamentarios. Es decir, 21 partidos obtuvieron menos del 5% de votos.

La tendencia anterior se ratificó en la elección a consejeros constitucionales, donde de los 16 partidos que se presentaron a la elección 9 obtuvieron menos del 5%, lo cual los pondría en la compleja situación de una eventual desaparición (si fuera una elección parlamentaria). Muchos de esos partidos han sido emblemáticos en los últimos años o décadas de la política chilena (Evópoli, PPD, DC, PL, Comunes, RD, PR).

Por otra parte, existe una realidad muy compleja de los parlamentarios “free riders”, que son electos por un partido o coalición y luego pasan a otros partidos o actúan como independientes.

Este escenario de volatilidad tiene una espada de Damocles, como es el artículo 48 de la propuesta constitucional del comité de expertos que establece que: “Sólo los partidos políticos que alcancen, al menos, un 5% de los votos válidamente emitidos, a nivel nacional, en la elección de los miembros de la Cámara de Diputadas y Diputados respectiva, tendrán derecho a participar en la atribución de escaños en cada rama del Congreso Nacional…” Podría variar el guarismo incluso al 4%.

Si aplicamos la regla anterior, en las próximas elecciones corren un riesgo serio de desaparición 9 de los 16 partidos actuales. Es por ello que hay que mirar con mucha atención y cuidado la propuesta de diversos parlamentarios (varios de ellos pertenecientes a partidos ad portas mortis), que pretende crear federaciones de partidos, que además tengan la potestad de imponer reglas de disciplina partidaria que impidan, al menos por un período parlamentario, quebrar la federación o que los parlamentarios se retiren de los partidos que los eligieron.

Si bien una federación permitiría el surgimiento y supervivencia de partidos pequeños, regionales e incluso de nicho que se articulan en torno a temáticas particulares -ecología, diversidad sexual, etc.-, también expone a estos partidos a ser capturados por las élites dominantes de la política y terminar siendo una especie de comparsa obligada por todo el periodo parlamentario siguiente. Debiendo, además, considerarse otros factores concurrentes que inciden en la fragmentación como el sistema electoral y el diseño de distritos entre los más importantes.

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