Hace algunos días la UNESCO lanzó en nuestro país el documento “Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación”, elaborado por una comisión internacional de expertos y con la participación de más de un millón de personas de todo el mundo. A grandes rasgos, sus páginas nos invitan a mirar hacia 2050 con un foco en la equidad y el acceso universal a la educación, donde esta sea el motor de transformación de la sociedad.

Si se nos pidiera relevar su contenido, diríamos que hay tres conceptos clave: la educación sostenible, orientada a educar con mayor conciencia medioambiental para vivir en armonía con el entorno natural; la tecnología, llamando a utilizarla de manera inclusiva, sin despersonalizar los procesos educativos donde el rol de la comunicación y la presencialidad son fundamentales; y, la educación como proyecto público donde todos, sin excepción, debemos contribuir.

Las universidades, especialmente las facultades de educación, tenemos una gran responsabilidad. La tarea es titánica y urgente, pero el llamado no es a partir de cero, sino a transformar, a reinventar, a reimaginar la educación.

La UNESCO nos invita a trabajar en cinco ejes: pedagogía, currículo, docentes, aprendizaje continuo y escuela. El Plan de Desarrollo Estratégico de la UDLA para 2022-2026 va en esta línea. En nuestra hoja de ruta la colaboración, solidaridad, conciencia ecológica, generación de conocimiento y aprendizaje continuo convergen en un profesional preparado para llevar adelante la transformación educativa y social que los nuevos tiempos requieren, con calidad, equidad e inclusión y siendo un aporte a la comunidad a través de una activa Vinculación con el Medio.

La educación de hoy y del mañana depende de la capacidad de reimaginar la manera de formar a pedagogos. Las facultades de educación, como cuna de formadores, tenemos la obligación de contribuir en este gran desafío al que nos invita UNESCO.

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