Resulta impactante la noticia que ha conocido la ciudadanía con respecto al grupo de estudiantes del Liceo Lastarria quienes mantenían un grupo de WhatsApp, donde habrían compartido imágenes íntimas de jóvenes estudiantes de otros liceos sin su consentimiento.

Esta situación se agrava aún más por el hecho que los mensajes contenían la pretensión de agredir y violar a las alumnas autodenominándose como ‘‘La Manada’’, en alusión al grupo de hombres españoles culpables de una violación grupal ocurrida en la fiesta de San Fermín.

Esta situación derivó que, durante la tarde del 10 de marzo, las alumnas del Liceo 7, Liceo Tajamar, de la comuna de Providencia y del Liceo 1 se manifestaran en el frontis del Liceo Lastarria para protestar y denunciar esta grave situación.

Actualmente, se está investigando el hecho y la alcaldesa determinó la suspensión de clases de los establecimientos educacionales de Providencia para investigar los hechos, levantar recursos penales e indagar si este movimiento de varones está presente también en otros liceos.

Los sucesos poseen diversas aristas de un problema social que está presente en nuestra sociedad en lo que se refiere a las relaciones sexo afectivas: abuso sexual, acoso, sextorsión, exposición de imágenes íntimas sin consentimiento, violencia de género y femicidio.

Ciertamente, a la base, hay un sustento de desprecio, menoscabo y humillación a la dignidad de la mujer, además, de la utilización y falta de respeto a sus cuerpos. Por su parte, de parte del agresor, estas conductas se fundamentan en el machismo, la misoginia y la vanagloria de un macho que todo lo puede porque ostenta el poder, según él, ante un ser femenino inferior, frágil y vulnerable.

La paradoja es que actúan en “manada”, es decir, desde la invisibilización de un grupo rabioso que van construyendo circuitos que arrastran a otros hombres donde las redes sociales se constituyen en aliados del anonimato.

Es curioso que estos jóvenes, todavía secundarios, aunque algunos ya son mayores de edad, tengan como ideal de hombría “la manada” que perpetra delitos contra las mujeres cuya consecuencia fue la cárcel. Sin embargo, al parecer, esta situación les provoca la adrenalina de sentirse poderosos, violadores de la ley y reconquistadores del imperio masculino que el patriarcado ha sostenido por siglos.

En definitiva, se trata de una convocatoria a la “manada” de un macho resentido que no soportan el poder femenino. Por este motivo, aplicamos a este fenómeno social el neologismo de femenifobia entendido como el odio de los hombres al empoderamiento de las mujeres porque perciben que han perdido el poder de controlarlo todo como en épocas anteriores donde manejaban la vida política, económica, cultural, familiar, educativa y profesional, entre otros ámbitos.

Al respecto, los movimientos feministas han ido derribando el patriarcado y se han empoderado en diversos ámbitos de la vida pública, lucha que no ha estado exenta de dificultades ni de finalizar porque aún quedan muchos espacios que conquistar y mentalidades que cambiar.

Así, desde las marchas masivas del 8M, las mujeres se han activado bajo la consigna “tocan a una nos tocan a todas” demostrando que las mujeres actúan con sororidad, especialmente, cuando se trata de la violencia sexual cuyas consecuencias son muy complejas de superar porque cuando esto sucede se destruye la confianza, el amor y la autoestima.

En este sentido las nuevas generaciones de mujeres están más informadas sobre los niveles de violencia y abuso, están más atentas consigo mismas y con lo que les sucede a las demás.

No solamente se trata de decir y nombrar sino hacer y actuar en consonancia con ello, esto explica la manifestación de las estudiantes de estos liceos quienes no dudaron en enfrentar a los abusadores demostrando tolerancia cero a la violencia sexual, activando demandas con el formato de movilización social y denuncia que las hace romper el silencio ante una situación que posee las lógicas del patriarcado y no de la nueva sociedad que se quiere construir.

En este sentido y, desde los movimientos feministas, es muy significativo este levantamiento de estudiantes porque se acabaron los tiempos en que los hombres podían perpetrar a una mujer y el hecho quedaba invisibilizado e impune.

Por último, desde la dimensión educativa, los hechos acontecidos nos interpelan en la construcción de una educación no sexista y la necesidad de una formación integral de la persona en cuanto al respeto y el reconocimiento. Al respecto, es imprescindible educar en habilidades sexo afectivas donde el consentimiento es fundamental en las relaciones de pareja además del respeto de la libertad de las otredades cuando quieren terminar la relación.

Planteamos este punto porque es probable que se aplique alguna pena a estos estudiantes, pero el problema es cómo los jóvenes, de quienes tenemos muchas esperanzas en la construcción de un mundo mejor, pueden llegar a maquinar un ideal de ser hombre bajo las categorías de “la manada”.

Esto requiere de educación sexual y no sólo desde una perspectiva sanitaria de prevención del embarazo o de enfermedades sexuales, sino de una educación que cambie mentalidades donde se valore una relación sexo afectiva sana que propicia el crecimiento mutuo y respete las decisiones de las mujeres.

La consigna es ¡NO ES NO!

Dra. Sonia Brito Rodríguez, Universidad Autónoma de Chile y Dra. © Lorena Basualto Porra, Universidad Católica Silva Henríquez.

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