Si construimos sobre lo aprendido y mantenemos el sentido común como consejero, podremos lograr en conjunto una salud inclusiva y universal.

Mientras el entorno social, político y económico se va esclareciendo, emerge la esperanza democrática de hacer las cosas de manera distinta y más equitativa.

Así, la salud universal, digna y a tiempo para todas y todos es una meta que está anclada en el programa del nuevo Ejecutivo, y con toda seguridad, tendrá raíces en la nueva propuesta de Constitución.

Para lograr este objetivo, es imperativo desplegar como sociedad cuatro habilidades blandas, que son de toda lógica, pero esquivas a la hora de aplicarlas. Hablamos del diálogo, innovación, colaboración y empatía efectiva.

En primer lugar, se requiere poner en práctica el diálogo efectivo. Según Gadamer, “un diálogo presupone que el otro podría tener la razón”. Esto quiere decir que necesitamos sentarnos a conversar y buscar lo mejor del pluralismo técnico: público, privado, científico y académico.

Tradicionalmente, la salud en Chile -independiente del Gobierno de turno- miraba negativamente la colaboración público-privada, por lo que conversar de manera abierta y transparente no siempre ha sido una práctica común debido a las desconfianzas.

Por otra parte, requerimos de innovación efectiva, el hambre de perseguir una salud universal sin atrincherarnos en los paradigmas de izquierda-derecha, público-privado, lo nuevo-lo viejo. Sin innovación, no hay presupuesto que aguante ni sueño que se consiga.

Por eso, mirar la atención en salud con nuevos ojos, y continuar situando al paciente en el centro – evitando que esté al final de una larga línea de “producción”-, es un deber. Si no nos provoca inquietud probar nuevas soluciones en salud es porque no estamos innovando.

Otra habilidad sumamente importante es la colaboración efectiva. Sabemos que la gestión no es individual ni de una institucionalidad única, sino que requiere usar toda la red y experiencia grupal. Si no logramos abrirnos a un intercambio menos transaccional y más colaborativo, vamos a fracasar en nuestro esfuerzo.

Finalmente, tenemos la empatía efectiva, es decir, ponerse en los zapatos ajenos. Que los “expertos” no se olviden de incorporar a los pacientes como gran fuente de información e inspiración durante el proceso de innovación y en la entrega del resultado.

Esta es quizás la habilidad más importante y precursora para lograr todas las anteriores. Es clave en la construcción de confianza y crítica para la innovación, además de ser la piedra angular de la colaboración.

De esta manera, los últimos dos años de pandemia han sido un gran profesor para nuestro sentido común local. Han forjado el arte de lo posible y desarrollado nuestras habilidades técnicas y blandas.

Richard Nevares, presidente de Pro Salud Chile A.G., gerente general Grünenthal Conosur, y miembro de G100.

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