Chile, en las últimas décadas, ha alcanzado buenas cifras macroeconómicas e índices materiales. Sin embargo, en paralelo, las cifras de compatriotas sufriendo depresión u otras dolencias emocionales, son un preocupante récord a nivel mundial. Junto con esto, las multitudinarias manifestaciones del Estallido Social, en que el deseo una vida mejor, un país más justo, donde se re-instaló con fuerza palabras claves -pero escondidas- como Dignidad, son señales inequívocas de que nos estamos preguntando temas profundos.

Muy en simple, ¿somos felices los chilenos? ¿Las estadísticas cuantitativas con que medimos el “progreso” país, dicen relación con que seamos felices? La respuesta lamentablemente es muy clara, nuestros gobiernos, nuestro Estado, mira el rumbo del “desarrollo” con ojos que ignoran o evitan aquello que nos puede hacer una sociedad integrada por personas felices personal y socialmente (incluyendo en ello la relación con nuestro entorno natural).

El bienestar es medido por el acceso a diversas certezas materiales, como el trabajo, la vivienda, la educación, el acceso a la salud, infraestructura y servicios eficientes. Gran parte de estos aspectos son registrados cuantitativamente por indicadores macro económicos, como el Producto Interno Bruto. Sin embargo, el PIB, al tener un enfoque cuantitativo y material, no integra en sus mediciones la calidad de vida en sentido integral, o lo que en estados como Buthan claramente busca como la felicidad de su población.

Por otra parte, indicadores como el PIB tampoco disminuyen sus índices si ocurre un empeoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos, si numéricamente hubieran buenos índices económicos. Es más, al haber algún deterioro, por ejemplo, en la salud o vivienda, como debe enfrentarse ocupando nuevos recursos humanos y materiales, las mediciones señalan un aumento en el PIB, frente a un deterioro de la calidad de vida. Se trata de un enfoque cuantitativo, no cualitativo, que deja fuera de los análisis país lo que debiera ser el foco de un Estado, el bienestar integral o felicidad de sus ciudadanas y ciudadanos.

Es por eso que el movimiento Revolución Compasiva (un amplio colectivo de practicantes de meditación y budismo, al que pertenezco), propone que la Nueva Constitución Política de Chile, consagre como orientación y deber del Estado, fomentar, desarrollar y resguardar el Derecho a la Felicidad y Bienestar Integral de cada una y cada uno de sus ciudadanos. Consagrar el derecho de la ciudadanía a vivir en una comunidad país que valora y fomenta la felicidad del ser humano, de modo individual y colectivo (social). Es la Iniciativa Popular Constitucional del mismo nombre: Derecho a la Felicidad y Bienestar Integral.

Se trata en definitiva del derecho a condiciones laborales dignas y enaltecedoras; contar con tiempo para compartir en familia o el esparcimiento; preservar y cohabitar con el medioambiente; tener acceso a la entretención, el deporte, la cultura en su más amplio sentido; acceso a servicios de salud y educativos dignos y oportunos; acceso a información plural y representativa de la diversidad de la ciudadanía; acceso al contacto pleno con la naturaleza; son algunas de las materias (ignoradas por el PIB) que orientarán al Estado en sus políticas públicas, para cumplir con el mandato de Bienestar Integral o Felicidad Integral de cada una y cada uno de sus ciudadanos.

A través de censos nacionales orientados a medir de manera precisa y compleja la felicidad o bienestar integral de la población (Índice Nacional de Felicidad), el Estado puede orientar sus políticas públicas para desarrollar, fomentar y proteger los más altos estándares integrales de bienestar-felicidad de la población, ponderando factores etarios, territoriales y ecológicos, de género, educacionales, culturales, económico-materiales.

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