El “Violador eres tú” fue el himno del feminismo mundial en el 2019-20, desde Chile se extendió como una ola a lo largo de casi todo el orbe, digo casi porque ni en Ramala ni en Gaza ocurrió, y esto no es casual.

Porque más allá de los intentos de las feministas chileno-palestinas de esconder la realidad tras la excusa de la opresión israelí, la verdad es que las condiciones de la mujer en Palestina son diametralmente distintas a las de la mujer en Israel o en Chile.

No es casual que las voluntarias europeas ya no quieran servir en Ramala o en Gaza después de la inentendible y bizarra ola de violaciones a las que fueron sujetas por aquellos a quienes fueron a ayudar.

Niñas violadas legalmente a través de matrimonios arreglados, asesinatos por códigos de honor y la violencia intrafamiliar son pan de cada día.

La ley religiosa de la Sharia disputa a la ley civil el estatus de la mujer, y por ahora, las únicas que pierden son ellas.

Estos elementos de violencia en la cultura palestina, perviven incluso dentro de algunos grupos de la sociedad israelí que tienen origen árabe, convirtiéndose esos grupos en lugares donde la ley israelí tiene dificultades para imponerse.

A tal punto que miembros árabes del Parlamento israelí, que forman parte de la “Lista Árabe Unida” (el tercer partido más grande del parlamento), han solicitado una intervención inmediata y decidida del Estado y la policía para detener los femicidios y los llamados “crímenes de honor” en sus comunidades.

Resulta entonces inmensamente absurdo que en una columna publicada en este medio hace unos días, se relativicen los logros de la democracia israelí, a la vez que se esconda la terrible situación de la mujer palestina.

Porque parece que el dominio de la situación de la mujer en el Medio Oriente es como la minoritaria performance que se hizo en Santiago, tratando de cantar en árabe la letra de Las Tesis; la repetición de un discurso leyendo la fonética sin entender el fondo.

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En Medio Oriente, el valiente canto resonó en el Líbano, en Turquía y en Israel, tanto en Tel Aviv como en la capital Jerusalén, haciendo un eco profundo de la denuncia nacida en Chile.

Invito a denunciar, partiendo por la dictadura palestina tanto en Gaza como en Cisjordania, donde sin democracia se usan recursos estatales en recompensar el terrorismo islámico y educar a la población en el odio. Denunciar el maltrato a las mujeres condenadas a una vida de miedo y violencia, dentro de su propia familia. Denunciar, pero con la verdad, y quizás algún día escuchemos que por fin las mujeres en Gaza y Cisjordania son libres, de sus propias leyes.

Siván Gobrín
Vicepresidenta de Comunidad Chilena de Israel

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