María Ester Céspedes, referente de la terapia floral y su hermana, Amanda Céspedes, neuropsiquiatra, unieron sus conocimientos y lanzaron el libro “Era una gotita“, texto que propone la terapia floral para el desarrollo de los niños.

En conversación con Expreso Bío Bío, Amanda Céspedes se refirió a este nuevo lanzamiento e indicó que era pertinente hacerlo ahora, ya que se ha avanzado enormemente en esta materia alternativa, a la que incluso avalan estudios científicos.

Según la neuropsiquiatra, el uso de flores actúa a nivel cuántico, de tal manera que permite que la energía fluya.

“El movimiento de átomos genera energía, energía que se genera en nosotros y que debiera fluir de manera libre, si nosotros estamos sanos y somos felices. Pero la vidas determina que esta energía se bloquee en ciertos puntos y al bloquearse en ciertos puntos se generan enfermedades”..

Para la experta, este bloqueo se produce por las dificultades de la vida como las penas, dolores, miedos o incertidumbres que suelen ser “muy fuertes en los niños”

En torno al tema, la autora admite que hay muchos escépticos que no creen en esta terapia, escépticos que en su rubro de la psiquiatría hay bastantes.

“Los detractores en general son personas que no se han informado convenientemente, muchos de mis colegas psiquiatras piensan que yo trabajo en el ámbito del placebo, vale decir, darle algo a alguien no tiene ningún efecto pero esa persona por sugestión se mejora”, detalla.

Sin embargo, hace frente a las críticas indicando que esta terapia “no es efecto placebo, es una acción poderosa, potente a nivel de restaurar la energía la energía neutra, la energía vital que debiera fluir libremente para estar sanos“, sostiene.

Para Céspedes, “no existen las enfermedades, existen los enfermos con sus propias biografías, con sus propias circunstancias, y no existe la curación externa, existe la auto sanación y las flores lo qeu hacen es activar los recursos del niño para poder el mismo contribuir a sanarse”, declara.

El tema va referido a los niños, porque según explica, los niños son mucho más vulnerables que los adultos y tienden a “desplomarse a desmantelar su salud y su integridad psicológica y física. Pero por otro lado la energía en ellos es mucho mas sana, fluye de manera más pura”, plantea.

Al ser consultada por la medicina tradicional, no reniega de esta, ya que admite que cuando hay un problema establecido, es necesaria.

“Se dice que los niños que representan trastornos de la salud mental es aproximadamente un 15%, en un problema más instalado, probablemente vana necesitar acciones terapéuticas farmacológicas”. Pero existe otro porcentaje, según detalla la profesional, que son todos aquellos niños que presentan síntomas a veces casi imperceptibles por los demás.

“El común de las personas no se da cuenta porque no relaciona un niño que está adicto a jugar videojuegos, con que ese niño pudiera tener un problema emocional, y lo tiene, porque ningún niño sano se hace adicto a los videojuegos” ejemplificó e indicó que hay señales de los niños que “no son decodificadas y allí la terapia floral puede actuar por sí sola , porque toma el organismo del niño de la mano y lo conduce nuevamente al equilibrio”.

El rol de los mayores en la vida de los pequeños se torna vital, dijo la neurosiquiátrica, pero expuso una mirada bastante negativa del papel que están desempeñando hoy en día los adultos.

Yo diría que ocho de cada 10 adultos que están acompañando a los niños en su desarrollo y en su crecimiento está haciendo mal las cosas“, sentenció.

Finalmente, la autora de “Era una gotita” plantea que el beneficio de esta terapia es mucho más efectiva para los niños, ya que “el adulto irritable, el adulto pesimista, el adulto negativo, descontento, insatisfecho genera ondas como en un lago, se van ampliando y van a alanzado a la esposa, hijos o marido y no se dan cuenta, en cambio los niños sí se dan cuenta, se dan cuenta que no están bien, mandan señales muy potentes, el problema es que los adultos no las saben leer”, concluyó.

Escucha la entrevista realizada por Katherine Ibáñez y Álvaro Escobar en Expreso Bío Bío: