La edición de la Encuesta LCN de la segunda quincena de septiembre de 2025 constituye, hasta el momento, un insumo significativo para observar la dinámica electoral chilena en el marco de la próxima elección presidencial.
Esta medición se enmarca en una serie que desde 2020 ha mostrado una capacidad destacada para anticipar comportamientos electorales y para captar la evolución del escenario político en tiempos de alta incertidumbre (es la más precisa hasta la fecha). La relevancia de esta encuesta no solo radica en sus resultados numéricos, sino también en el desarrollo de modelos analíticos que salen de la lógica de presentar frecuencias de resultados como el único insumo para el análisis político (véase ediciones anteriores en www.encuestaslcn.cl).
Escenario político influenciable y no estabilizado
El escenario político que refleja la encuesta es altamente influenciable y no estabilizado. En apenas dos meses se han registrado transformaciones de magnitud considerable en la intención de voto, la valoración de atributos y la percepción de riesgos asociados a los principales candidatos.
Ejemplo de ello es el crecimiento de Johannes Kaiser desde junio y la reconfiguración del eje de “peligrosidad” tras la salida de Daniel Jadue del escenario político, lo que redujo la brecha de riesgo percibido para Jeannette Jara, otorgándole un respiro. Estos movimientos confirman un cuadro estocástico, donde los equilibrios entre las fuerzas políticas aún no han alcanzado un punto de estabilidad.
La encuesta muestra a Jeanette Jara como la primera mayoría en primera vuelta, con una intención de voto que la sitúa en torno al 37%, resultado muy amplio en relación a su más cercano perseguidor, quien está en 22% en primera vuelta. Sin embargo, Jara muestra estar sin posibilidades reales de un triunfo en segunda vuelta, donde pierde con cualquiera de los actores de la derecha (Kast, Mattheei y Kaiser) y siempre en un escenario amplio de ventaja para quien esté en competencia con ella. Al final de esta columna veremos la probabilidad de que esto pueda modificarse.
Los siguientes candidatos nos muestran un tren de tres candidatos de derecha con un alto volumen de votos conjuntos. José Antonio Kast con un 22%, Evelyn Matthei con un 18% y Johannes Kaiser con un 14%, suman un 54% y otorgan un predominio muy claro a la derecha, aunque haya bajado desde la edición anterior.
Las demás candidaturas se mantienen en márgenes bajos, sin superar el 5%. Estos números reflejan un escenario donde la izquierda aparece más consolidada en torno a Jara, mientras que en la derecha se observa una competencia interna intensa entre Kast, Matthei y Kaiser por la primacía del bloque. De cualquier modo, es una conclusión de nuestras investigaciones que desde 2022 hay un ciclo político donde predominan valores de derecha.
Más allá de los porcentajes, la encuesta muestra dinámicas importantes: Jara logra reducir su nivel percibido de “peligrosidad” tras la salida de Daniel Jadue, lo que fortalece su perfil de gobernabilidad; Kast conserva apoyo significativo, pero con un alto riesgo asociado a protestas e ingobernabilidad; Matthei mantiene un voto institucionalista que puede crecer si logra articularse como alternativa de “mal menor”; y Kaiser sorprende con un crecimiento sostenido, alimentado por votantes libertarios y sectores disruptivos o apocalípticos, fortaleciéndose en la captura del flujo de votos que disputa por proximidad con Parisi.
En conjunto, los resultados confirman un escenario volátil y competitivo, en el que pequeños movimientos podrían modificar de manera decisiva el orden de los candidatos de derecha y, con ello, la configuración de la segunda vuelta.
Volatilidad en el tablero electoral
La encuesta no se limita a registrar preferencias. De hecho, integra un índice de problemas, que combina dimensiones políticas (seguridad y protestas) y de gestión (economía, salud y educación) mediante una lógica no lineal inspirada en la teoría de conflictos. Se construye así un modelo analítico para reconocer que pequeños cambios en torno a umbrales críticos pueden desencadenar cambios abruptos en las percepciones ciudadanas, tal como plantean Pruitt y Kim en su teoría de la espiral del conflicto, o Granovetter en sus modelos de tipping points.
De este modo, la encuesta busca ser más que un termómetro electoral, sino que busca ser una herramienta para proyectar la gobernabilidad y las tensiones potenciales que cada candidatura enfrentaría en caso de acceder al poder.
Aquí no solo se presentan los principales resultados de la medición, destacando la evolución de los apoyos en primera vuelta y los cambios en la percepción de riesgo de los candidatos; sino que además se propondrá un análisis predictivo de escenarios. El objetivo es demostrar que el escenario electoral chileno de 2025 debe comprenderse desde su volatilidad estructural: una situación donde los movimientos de corto plazo, el constante cambio de clima político, los errores de campaña o los giros temáticos en la agenda pueden alterar en pocos días las correlaciones de fuerza y redefinir las posibilidades de acceso a la segunda vuelta.
Jeanette Jara se mantiene como primera mayoría en todo el período. Cuando triunfa en primarias pasa a controlar el mismo porcentaje que tenía Bachelet y Tohá antes. Es decir, trabaja con la votación del sector, sin caer dramáticamente y sin crecer de manera interesante.
José Antonio Kast aparece estable en un rango cercano al 22–24%, sin expansión significativa en los últimos meses, salvo una medición que le dio porcentajes más altos y que ya han quedado atrás.
Por su parte, Evelyn Matthei se mueve entre 18–20% hace ya varias mediciones, pero con oscilaciones que reflejan su dificultad para instalarse más allá del electorado institucionalista. Considerando que en el escenario 2025 no ha logrado crecer más allá de esos números, cabe la pregunta si puede volver a tener una relación sólida con el electorado que tuvo hace diez meses, donde lideraba casi duplicando a Bachelet.
Johannes Kaiser, en cambio, muestra el cambio más notorio: a principios de año logró empatar a Matthei y luego cayó. De manera sorprendente, volvió a levantarse y hoy tiene un ciclo alcista de baja probabilidad, lo que demuestra su talento electoral, achicando los votos de Kast.
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Jeannette Jara a segunda vuelta
La encuesta LCN de la segunda quincena de septiembre no deja espacio a la ambigüedad: Jeanette Jara estará en la segunda vuelta presidencial de 2025. Su posición en torno al 37% y la tendencia sostenida de crecimiento en los últimos meses confirman que no existe ningún otro competidor en condiciones de disputarle el liderazgo en primera vuelta.
Lo que está en juego, por tanto, no es su clasificación, sino con quién se enfrentará en noviembre. El eje de definición electoral se ha desplazado hacia la derecha, donde dos candidaturas —José Antonio Kast y Evelyn Matthei— compiten por el segundo cupo. En resumen, se trata de un plebiscito en la primera vuelta, pues de esa disputa surgirá el próximo presidente de Chile.
Este escenario marca una diferencia cualitativa respecto a ciclos anteriores: no se trata de especular sobre múltiples configuraciones, sino de reconocer que la izquierda ya tiene asegurada su presencia en el balotaje y tiene prácticamente garantizada su derrota (y no es por Jara o el Partido Comunista).
El debate decisivo está en el bloque opositor
En el bloque opositor, cada movimiento puede alterar la jerarquía interna. Kast conserva la delantera, pero enfrenta la erosión de un Kaiser en expansión y la amenaza de que Matthei logre instalarse como la alternativa de “mal menor” para el votante moderado.
En este marco, la segunda vuelta está definida como enfrentamiento entre Jara y la derecha, pero el tipo de derecha que llegue al balotaje es lo que determinará el carácter de la elección de noviembre. Como decimos aparecen dos nombres con posibilidades reales, con mayor probabilidad de Kast, pero con datos de él y de contexto que lo han debilitado. La derecha se juega entre una derecha radical (Kast), una institucionalista (Matthei) y una disruptiva (Kaiser).
Los índices como marco de interpretación
Una de las principales innovaciones de la encuesta LCN es la construcción de índices integrados, que permiten observar cómo la ciudadanía evalúa no solo a los candidatos en términos de preferencias electorales, sino también en su capacidad de gobernar, gestionar y enfrentar conflictos. Estos índices no son un simple agregado de percepciones, sino un modelo de lectura que amplifica pequeñas diferencias y las transforma en indicadores de sensibilidad política.
– El primer componente es el Índice Político, que combina la percepción de seguridad (70%) y de protestas (30%). Es decir, es el índice que se concentra en la viabilidad política, que está en las dimensiones de conflictividad y control normativo. El estado se juega su posición siempre en estas condiciones: orden social en todas sus formas.
El peso mayor de la seguridad refleja la centralidad que este tema ha adquirido en la agenda pública chilena durante 2025, al punto de condicionar cualquier evaluación de gobernabilidad. Un candidato que aparece fuerte en seguridad pero débil en protestas puede sostener cierto equilibrio; en cambio, quien acumula déficit en ambos ítems es percibido como altamente riesgoso.
– El segundo es el Índice de Gestión, que integra la percepción sobre la economía (50%) y los ámbitos de salud y educación (50%). Este índice capta la expectativa de la ciudadanía respecto a la administración cotidiana del Estado y de todo aquello que se relaciona con las condiciones sociales y la calidad de vida.
A diferencia del Índice Político, aquí las variaciones son menos abruptas, pero igualmente determinantes: una caída en economía o en servicios sociales puede costar varios puntos de intención de voto en segmentos moderados.
Ambos índices se cruzan con un tercer concepto transversal: la peligrosidad percibida. Este indicador funciona como modulador: candidatos con un mismo nivel de puntaje en seguridad o gestión pueden ser interpretados de manera distinta si el “riesgo” proyectado a su gobierno es mayor o menor. En términos de teoría política, esto responde a lo planteado por Granovetter (ya mencionado) sobre los puntos de quiebre (tipping points), esto es que pequeñas diferencias en torno a un umbral generan consecuencias desproporcionadas en el comportamiento colectivo.
El resultado de este modelo es un mapa electoral más rico: Jara se ubica con un índice político bajo (ventaja en gobernabilidad por percepción de menos protestas), Kast y Kaiser concentran puntajes altos en riesgo político, y Matthei se mantiene en una posición intermedia. De este modo, los índices permiten proyectar que la elección no se definirá solo por identidades ideológicas, sino por la manera en que los electores lean la capacidad de cada candidato para enfrentar los problemas críticos del país.
Este conjunto de índices redefine el análisis electoral. No solo indican quién lidera o quién compite, sino que proyectan qué tipo de tensiones, conflictos y demandas deberá enfrentar cada candidatura en caso de llegar al gobierno. En un escenario marcado por la volatilidad, estas mediciones ofrecen un insumo decisivo: explican por qué diferencias aparentemente menores pueden traducirse en reconfiguraciones significativas del mapa electoral en cuestión de semanas.
Jeanette Jara
El perfil de Jara es el más sólido en el índice político, donde se beneficia de una baja percepción de conflictividad tras la salida de Daniel Jadue, lo que reduce el temor a un escenario de alta protesta social bajo su gobierno.
En gestión, su fortaleza está en el área social: la ciudadanía proyecta en ella una capacidad superior en educación y salud, lo que compensa evaluaciones más moderadas en economía. En el índice de peligrosidad se ubica bajo los umbrales críticos, lo que le permite sostener un liderazgo que no solo se apoya en intención de voto, sino también en la percepción de gobernabilidad.
Su desafío no es asegurar la segunda vuelta —ya garantizada—, sino ampliar su atractivo hacia votantes institucionalistas o deseosos de desarrollo que aún no se sienten cómodos con la izquierda.José Antonio Kast
Kast aparece con un perfil dual. En seguridad —núcleo del índice político— concentra una valoración relativamente positiva, pero al mismo tiempo genera una fuerte expectativa de conflictividad social, lo que eleva su nivel global de riesgo.
En gestión, su desempeño es moderado: no destaca en economía ni en servicios sociales, y su fortaleza se asocia más a la capacidad de imponer orden que a la de administrar. En el índice de peligrosidad, su puntaje lo sitúa en la franja crítica: la ciudadanía lo percibe como un candidato que podría desatar tensiones mayores de las que promete resolver.
Este contraste entre fortaleza discursiva y fragilidad institucional explica tanto su base de apoyo estable como sus dificultades para expandirse más allá del electorado de derecha dura.
Evelyn Matthei
Matthei ocupa una posición intermedia en todos los índices. En el índice político aparece mejor evaluada que Kast en términos de seguridad, y con menor riesgo de protestas, lo que le otorga un perfil institucionalista atractivo para sectores moderados. Sin embargo, su debilidad está en la capacidad de transformar sus ventajas en atributos en votos concretos.
En el índice de peligrosidad se sitúa en un punto medio: no es vista como candidata riesgosa, pero tampoco logra instalar una imagen clara de fortaleza en gestión. Este perfil le permite proyectarse como alternativa de “mal menor”, capaz de recoger voto útil de centro y parte de la derecha, siempre y cuando logre instalar un relato económico que complemente su imagen institucional.
Johannes Kaiser
Kaiser es el candidato que sufre una situación paradojal: su intención de voto no está acompañado por un buen desempeño en los índices. En el índice político se ubica entre los más riesgosos, tanto por su bajo desempeño en seguridad como por la expectativa de que su estilo genere protestas.
En el índice de gestión acumula problemas en economía, salud y educación, reforzando su perfil de outsider incapaz de sostener una administración estable. Es un candidato que vive de la crítica a otros, es un voto de castigo. Respecto al índice de peligrosidad, figura consistentemente en la franja más crítica, lo que limita su atractivo fuera de los votantes disruptivos. Su paradoja es clara: cuanto más crece como figura contestataria, más difícil se vuelve proyectarlo como opción viable en un escenario de segunda vuelta.
Respecto a los dos índices construidos para analizar las dimensiones problemáticas de posibles gobiernos futuros, vemos los siguientes resultados:
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a) En el Índice Político (70% seguridad + 30% protestas), la candidata mejor posicionada es Evelyn Matthei, percibida como la que enfrentaría menos problemas si llegara a gobernar. Le sigue Jeanette Jara, que se ubica en un nivel intermedio, mejorando tras la salida de Daniel Jadue y reduciendo su “peligrosidad” política. En contraste, José Antonio Kast y Johannes Kaiser aparecen con los puntajes más altos: ambos proyectan una alta conflictividad, ya sea por protestas o por riesgos en seguridad, con Kaiser en la peor posición.
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b) En el Índice de Gestión (50% economía + 50% salud/educación), la mejor evaluada es nuevamente Evelyn Matthei, percibida como quien tendría menos dificultades para administrar la economía y los servicios sociales. Le sigue José Antonio Kast, en una posición intermedia. En cambio, Jeanette Jara aparece con un nivel alto de problemas percibidos —es la segunda más mala en gestión—, lo que constituye un límite estructural relevante a su proyección. Finalmente, Johannes Kaiser concentra los mayores problemas de gestión: es percibido como el candidato menos capaz de sostener una administración estable.
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Análisis de sensibilidad electoral
El concepto de sensibilidad electoral resulta crucial para comprender el escenario político chileno en 2025. A diferencia de contextos estables, donde las preferencias se mueven lentamente y los candidatos operan con bases rígidas, el panorama actual está definido por una dinámica altamente elástica: pequeños cambios en la percepción ciudadana sobre los problemas que enfrentaría cada candidato pueden producir transformaciones significativas en las intenciones de voto.
La encuesta LCN de la segunda quincena de septiembre permite modelar esta sensibilidad a partir de los índices de problemas (político y de gestión), que funcionan como disparadores de confianza o desconfianza electoral.
La sensibilidad busca saber qué consecuencias importantes pueden generar pequeñas variaciones en atributos de los candidatos percibidos por los electores.
El primer eje de sensibilidad es el índice político (ya explicado). En esta dimensión, los resultados muestran que la sensibilidad se expresa de manera clara: cualquier refuerzo de la percepción negativa en Kast o Kaiser puede provocar fugas hacia Matthei, que se consolida como refugio del votante moderado.
El segundo eje de sensibilidad está dado por el índice de gestión, que integra en partes iguales economía, salud y educación. La importancia de estos índices radica en que no operan de manera lineal. La literatura sobre comportamiento electoral y teoría del conflicto (Granovetter, 1978; Pruitt & Kim, 2004) muestra que, en contextos de alta incertidumbre, las percepciones ciudadanas funcionan bajo la lógica de umbrales críticos: pequeñas variaciones cerca de un límite de aceptabilidad generan saltos desproporcionados en la conducta colectiva. Así, un incremento marginal en la peligrosidad percibida de un candidato puede disparar un proceso de voto útil en su contra, beneficiando directamente a un competidor cercano.
En el escenario actual, esta sensibilidad opera de manera diferenciada:
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a) Jara tiene asegurada la segunda vuelta, pero su desafío es contener los efectos de su debilidad en gestión para no perder atractivo entre los votantes institucionalistas.
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b) Matthei aparece como la principal beneficiada de la sensibilidad electoral: lidera en ambos índices como la menos riesgosa y puede captar entre 2 y 3 puntos mensuales (según nuestro modelamiento) si logra enfatizar este atributo.
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c) Kast enfrenta el riesgo opuesto: su alta peligrosidad política lo mantiene estancado y cualquier error de campaña puede acelerar la migración de sus votos hacia Matthei.
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d) Kaiser mantiene un crecimiento disruptivo, pero su techo es evidente, ya que los índices lo encierran en un electorado inconforme, y su peligrosidad en gestión y política lo hace inviable más allá de ese nicho.
El análisis de la sensibilidad muestra que cada variable influye de manera diferente en el curso de la elección. Lo vemos en el siguiente cuadro.
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El modelo permite identificar escenarios en los que cada uno de los cuatro principales candidatos podría crecer entre 2 y 3 puntos en el breve plazo restante antes de la elección. No trabajamos con los candidatos de menos votos porque dos puntos en esos casos no son un asunto de gestión, sino que un cambio muy significativo y requiere otras acciones.
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a) Jara lo lograría si logra instalar que representa la opción de menor conflictividad política, reforzando la idea de estabilidad y bajando aún más su percepción de riesgo en protestas, lo que le abre espacio en votantes concertacionistas y de centroizquierda.
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b) Kast podría crecer si consigue reposicionar la seguridad como tema central de la agenda y mostrar que puede enfrentarla sin escaladas de protesta, reduciendo así la percepción de ingobernabilidad.
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c) Matthei tendría su oportunidad si logra articular con fuerza la narrativa del mal menor frente a Kast y, en paralelo, posicionarse como la carta del crecimiento económico, lo que le permitiría captar votantes institucionalistas y de centro derecha.
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d) Kaiser podría alcanzar ese rango de crecimiento si la agenda se polariza en torno a la protesta y el orden, con un electorado disruptivo dispuesto a premiar la dureza de su discurso incluso a costa de su alto índice de problemas en gestión.
La primera vuelta es un plebiscito
En síntesis, el análisis de sensibilidad electoral confirma que el escenario chileno no está definido únicamente por identidades ideológicas, sino por la lectura que la ciudadanía hace de la capacidad de los candidatos para evitar problemas críticos de gobernabilidad y gestión, habiendo un enorme espacio para el voto útil.
Los próximos dos meses serán decisivos: un giro en la agenda de seguridad, un error discursivo, una propuesta esperanzadora en educación o un cambio en la percepción de eficacia administrativa puede alterar de manera significativa las correlaciones de fuerza en la derecha y, con ello, determinar quién acompañará a Jeanette Jara en la segunda vuelta, quien a su vez será derrotada en segunda vuelta con una probabilidad muy alta.
Kast tiene un 2,5% de probabilidad de perder con Jara en el balotaje, mientras Matthei tiene un 0% y Kaiser tiene un 7%, según nuestros modelamientos. Esta situación supone que la parte más interesante de la elección se dará en el dilema de quién pasa a la segunda vuelta desde la derecha.
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