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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

El cardenal Fernando Chomali reveló en una entrevista con Canal 13 que advirtió al Papa Francisco sobre los riesgos de nombrar obispo a Juan Barros debido a su cercanía con Fernando Karadima. Chomali no buscó ajustar cuentas, sino hablar con verdad y respeto. En un contexto donde la verdad se ve sustituida por narrativas endulzadas, Chomali destaca la importancia de contar los hechos sin filtros para mantener la confianza y avanzar.

En una entrevista emitida por Canal 13, el cardenal Fernando Chomali relató cómo, en su calidad de administrador apostólico de la diócesis de Osorno, advirtió directamente al Papa Francisco sobre los riesgos que implicaba nombrar obispo a Juan Barros, dada su cercanía con Fernando Karadima. Según cuenta, el Papa le respondió golpeando la mesa y hablándole de forma muy dura.

Esa revelación le valió críticas en redes sociales. Hubo quienes lo acusaron de hablar mal de alguien que ya no está, de actuar movido por el ego o de ajustar cuentas con el fallecido pontífice. Pero ese juicio es profundamente injusto. Chomali no hace un ajuste de cuentas. Habla con afecto, con respeto, con la templanza de quien está en duelo y, al mismo tiempo, comprometido con la verdad.

Y al hacerlo, le rinde un tributo más profundo al propio Papa Francisco, quien nunca se presentó como alguien infalible. Por el contrario, insistió siempre en que era una persona común, con una gran responsabilidad, pero igualmente susceptible de equivocarse como cualquier otro ser humano.

Lecciones comunicacionales del cardenal: la verdad no puede tener sustitutos

Chomali no dramatiza ni suaviza. Narra los hechos tal como fueron. Con normalidad. Y eso, en el ámbito de la comunicación, es un acto de enorme valor. Francisco no necesitaba protección comunicacional. No requería que le construyeran una imagen pulida. Su liderazgo se sostuvo en la autenticidad, en la capacidad de reconocer errores y de corregir. Por eso, contar esta historia no lo debilita. Lo reafirma como un líder humano, que supo rectificar a tiempo.

Lo que parece molestar a muchos no es lo que se dice, sino que se diga. Tal vez hay una parte de la sociedad chilena que sigue prefiriendo el relato endulzado. Que se incomoda ante los hechos contados sin filtros. Que se ha acostumbrado al eufemismo como forma de sobrevivencia. Pero esa costumbre tiene un costo: erosiona la confianza, perpetúa el silencio, impide reconocer el error para corregir, aprender y avanzar.

La estrategia del maquillaje y de la media verdad ha sido aplicada durante siglos, y ya sabemos lo que ha producido: descrédito, distanciamiento, pérdida de sentido. Por eso es tan relevante que, desde un lugar tan simbólico como el de un cardenal, se dé un paso en la dirección contraria.

Desde mi experiencia profesional en el mundo de la comunicación, este episodio ofrece una lección clara: la verdad no puede tener sustitutos. No hay narrativa, ni estrategia, ni edición de discurso que valga más que los hechos contados con honestidad.

En tiempos carcomidos por la desconfianza, no basta con “comunicar bien”. Hay que decir lo que es. Aunque incomode. Aunque duela. Porque solo así la palabra recupera su peso. Y solo así, instituciones, empresas y personas pueden volver a ser creíbles.