Es una vergüenza que un instrumento tan importante haya estado a punto de ser aprobado sin cumplir las reglas básicas del juego.
En tiempos de incertidumbre global, los territorios extremos han dejado de ser periferias olvidadas para transformarse en activos estratégicos. Lo entienden las grandes potencias, que ya no disimulan su interés por el control de espacios clave: Donald Trump intenta comprar Groenlandia a Dinamarca, y ha recuperado protagonismo en el canal de Panamá ante la presión creciente de China.
En este nuevo tablero, la posición de Chile en el extremo sur del mundo adquiere un valor que no podemos seguir ignorando, ya que su valor geoestratégico es tan o más importante que Groenlandia.
Lo que está en juego desde Magallanes
Lo que ocurre hoy con el Plan de Zonas Extremas (PEDZE) en Magallanes es más que una falla administrativa: es un síntoma alarmante de nuestra desconexión con las realidades y desafíos estratégicos del siglo XXI. Que el Gobierno Regional haya intentado aprobar este instrumento sin cumplir con la tercera etapa del reglamento —la participación ciudadana final—, constituye no solo una vulneración de la norma, sino una muestra de cómo las decisiones se siguen tomando de espaldas al territorio.
Fue gracias a la advertencia de un consejero regional que este intento quedó en evidencia. De lo contrario, podríamos haber tenido un plan de desarrollo para zonas extremas diseñado sin la voz de quienes efectivamente viven en ellas. Y lo que es más grave: un plan sin legitimidad para enfrentar los desafíos que tenemos por delante, particularmente en el eje Tierra del Fuego-Antártica.
Porque lo que está en juego aquí no es solo transparencia o participación. Es la capacidad de Chile para proyectar soberanía, desarrollo y estabilidad en el fin del mundo. Y esa capacidad empieza por habitar el territorio, por darle sentido político a la presencia humana, y por tener un Estado que piensa desde el sur y no simplemente sobre el sur.
Vulnerabilidad geopolítica: una tierra vacía es una tierra expuesta
Los datos del último censo son elocuentes: Tierra del Fuego ha perdido casi un 20% de su población en la última década. Esta tendencia al despoblamiento no es solo una tragedia social; es también una vulnerabilidad geopolítica. Una tierra vacía es una tierra expuesta. No podemos hablar de presencia antártica si abandonamos el umbral de acceso a ella. No podemos hablar de soberanía si no somos capaces de poblar, invertir y planificar con visión de largo plazo.
Pero en lugar de enfrentar este desafío con seriedad, el Gobierno Regional se limita a replicar el viejo centralismo desde Punta Arenas. Como si el resto de la región fuera un anexo administrativo y no el corazón de nuestra proyección futura. El PDZE, lejos de ser una herramienta de integración territorial, se ha convertido en un reflejo del cortoplacismo, del secretismo y de las decisiones tomadas en círculos cerrados.
¿Por qué la urgencia en aprobar un plan sin la debida socialización? ¿Por qué no se entregó la información completa a la sociedad civil? ¿Qué se teme? ¿Que la ciudadanía cuestione el contenido, las prioridades, los intereses corporativos que hay detrás?
Es una vergüenza que un instrumento tan importante haya estado a punto de ser aprobado sin cumplir las reglas básicas del juego. Si hubo omisiones deliberadas, debe haber responsabilidades políticas y administrativas. Pero más allá de eso, necesitamos un giro completo en la manera en que concebimos el desarrollo regional.
Visión estratégica en Tierra del Fuego
Tierra del Fuego no puede seguir siendo vista como una periferia. Debe ser el punto de partida de una política de Estado hacia la Antártica, hacia el océano Austral, hacia el siglo XXI. Y eso requiere algo que hemos perdido: visión estratégica. Lo que falta no son recursos, sino una comprensión profunda del rol que esta región puede y debe jugar en el mundo que viene.
El control político del sur ya no se garantiza solo con leyes o soberanía jurídica. Se garantiza con presencia, con arraigo, con infraestructura, con ciencia, con comunidad. Se garantiza habitando y pensando el territorio con grandeza.
Si seguimos diseñando planes a puertas cerradas, sin participación, sin visión geopolítica, sin responder a la realidad demográfica, lo que estaremos dejando vacío no será solo Tierra del Fuego, sino el futuro entero de Chile en el extremo sur del mundo.