Mi tercera charla con Chelito en tres semanas sucesivas fue, tal vez, la más fructífera de todas porque tuve el acierto de comenzarla reconociendo una falla mía. Le dije:
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“Tal vez fue un error que yo le hablara de neoestado en el marco de una neodemocracia porque suena como que estamos intentando una nueva utopía sin base en la realidad. Pero, en verdad, el neo solo se justifica para el caso chileno, pero en la historia y en otros lugares las medidas que tomará nuestro neoestado ya han sido practicadas y respaldadas por resultados, de modo que no tienen nada de utópicas. Esto explica que a usted le pareciera imposible que un Estado se financiara sin impuestos indirectos pero, la realidad es que así se financiaron y se financian muchos Estados en el mundo, como, para empezar los Estados comunistas, y en Cuba.
Tampoco debe usted temer que por el hecho de financiarse básicamente con los impuestos directos el Estado, deje de poder cumplir funciones fundamentales. Lo que ocurre es que tiene que suprimir todos los subsidios económicos que hoy lo agobian y tienen que renunciar a tener un millón de empleados públicos directos. O sea, se acaba esa libre disposición de cientos de miles de sinecuras para acomodar a otros tantos “compadres”, parientes y camaradas políticos tan fervorosos como inútiles.
Incluso vamos a ver como nuestro nuevo Estado en esas condiciones va a poder enfrentar la titánica tarea de disminuir en endeudamiento fiscal que ya ha alcanzado a cifras insoportables, de modo que cumplir con el pago de sus intereses año a año ya es una carga difícil para nuestras futuras generaciones. Por todo ello lo invito a que conversemos sobre cómo se podrá hacer todo esto”.
Un neoestado posible: eficiencia, tecnología y menos deuda
Esa declaración inicial ciertamente que le cambió la cara a Chelito. Se sintió socio y no alumno en la concepción del neoestado y se sintió cómodo con su rol de dialogante y no de mero auditor.
En primer lugar, nos lanzamos a las medidas para disminuir el tamaño del Estado sin alterar su eficiencia en el cabal enfrentamiento de sus tareas esenciales, cuyo orden acordamos: ejercicio cabal del gobierno interior y de la seguridad exterior, una educación de excelencia como alguna vez tuvo Chile, un servicio de salud oportuno y de mucha calidad, un aliento para el desarrollo de vivienda al alcance de la gran mayoría de los chilenos, un programa de obras públicas que convierta a Chile en un país preparado para recibir desarrollos en toda su geografía, un servicio exterior con políticas sensatas, ubicadas y de gran continuidad, un servicio de documentación civil rápido barato y expedito, etc.
Para lograr todo eso, el Estado dejará de lado todos los subsidios que alteran el libre funcionamiento del mercado como asignador de recursos. Dicho en otras palabras, el Estado dejará de hacer lo que no le corresponde y se atendrá a su rol fundamental: dejará de lado toda aventura empresarial, todo lo que le produzca déficit operacionales y que no sea imprescindible. Se tecnificará muy modernamente, de modo de cumplir sus tareas con apenas unos pocos cientos de miles de empleados y mucha tecnología, le dejará a los computadores y a la inteligencia artificial todo lo que puede hacer bien, más rápido y más económicamente que lo que hoy día ocurre.
En este último aspecto, mi propia experiencia profesional le mostrará como tareas que en Chile ocupan a miles de empleados públicos, en otras partes -y ni siquiera en épocas muy modernas- se hacían con poquísima gente sentada en sillas pero provistas de un aparataje técnico avanzadísimo para su época.
Y con esas preparaciones nos lanzamos a la ardua tarea de analizar cómo se enfrentaría el tremendo problema del endeudamiento público:
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“Desgraciadamente, no se me ocurre como explicarle el asunto del servicio de la deuda pública sin usar ciertos tecnicismos que lo hacen un tanto enredado. Pero empiezo por señalarle que una deuda fiscal que, incluso mal calculada, se empina a porcentajes del PIB (Producto Interno Bruto) cercano a 75%.
El PIB es la valorización en moneda norteamericana de la totalidad de los bienes y servicios que se generan en el país en un año. O sea, dicho en otras palabras es el llamado ingreso per cápita multiplicado por veinte millones, que es aproximadamente la población total del país. Ahora bien, el ingreso per cápita de Chile es del orden de 17 mil dólares, de modo que el PIB es del orden de 340 mil millones de dólares.
Tengo muchas dudas de que esa cifra represente el total real del endeudamiento fiscal porque las cifras que se entregan y que provienen del Ministerio de Hacienda no son confiables. No me consta que incluya el endeudamiento de empresas del Estado que tienen deudas propias, como es el caso de CORFO, CODELCO, Ferrocarriles, etc. Y me consta que no se computan compromisos que todos sabemos que va a terminar pagando el Estado, si es que alguna vez lo hace.
Tal es el caso, por ejemplo, del AVAL estatal para el CAE (Crédito con Aval del Estado), para los universitarios que, ciertamente, nunca será pagado por ellos. Ni siquiera vale la pena entrar a considerar como pretende el Estado resarcir a los que han cumplido con el pago del CAE y a los que, frente a la condonación virtual de los morosos, habría que decirles solo que fueron unos idiotas al tratar de ser responsables y honrados.
Como quiera que sea, incluso dejando de lado todas estas últimas consideraciones, la deuda oficial actual es aterradora y se empinaría al orden de los 255 mil millones de dólares. Así pues, mi querido Chelito, recuéstese en su cama antes de imaginarse el abismo de esa deuda que sus amigos políticos le están tirando encima a los de nuestra familia Moya.
Pero, ¡ánimo!, porque en nuestra próxima charla analizaremos como va a manejar nuestro neoestado la gigantesca mochila que será la herencia de su antiguo socialismo de Estado al que usted colaboró eligiendo con su voto a gente como Boric, Jackson y gran cantidad de Florcitas Motudas a sueldo en bancas parlamentarias a las que barnizaron con su absoluta ineptitud”.