Charles Dickens, dijo alguna vez, “honraré la Navidad con mi corazón, y procuraré conservarla durante todo el año”. Tiene sentido que el padre de los relatos navideños se haya referido con tan hermosa expresión a una de las fechas más luminosas, literalmente luminosas, del calendario.

Cuántos rituales, cristianos y paganos, giran en torno al 25 de diciembre y aunque en este lado del planeta la Navidad no responde a la típica postal cinematográfica de frío y nieve, nada impide que la nostalgia se apodere hasta del más escéptico de los corazones.

Si nos detenemos a pensar en el origen de la festividad, y sin ánimo proselitista, hay una serie de elementos en el nacimiento que han conmovido a lo largo de la historia.

La imagen del pesebre y la idea de que un dios haya nacido en la pobreza y la marginalidad, ha inspirado y construido una tradición llena de sutilezas.

Las tradiciones pesan

El gran intelectual, escritor y muchas cosas, Umberto Ecco, decía que “el pesebre era lo más humano y menos trascendente que se podía inventar para recordar el nacimiento de Jesús. En ese sagrado diorama, nada, salvo la estrella cometa y dos angelitos que sobrevuelan el portal, remite a sutilezas teológicas. Y cuanto más se puebla, más se celebra la vida de todos los días, ayudando a los pequeños a entender cómo era la vida cotidiana en los tiempos pasados, y tal vez a sentir nostalgia por una naturaleza no contaminada”.

Además, agregaba una frase que demuestra que la tradición pesa, incluso en medio de la mundanidad: “Mi padre, que no era creyente, solía pasar muchas noches de diciembre montando espléndidas escenas de la Navidad, simplemente porque se sentía vinculado con la tradición”.

Y efectivamente las tradiciones pesan. Armar el árbol, poner villancicos, jugar al amigo secreto en el trabajo, comer pan de pascua, tomar cola de mono, y las infaltables papas duquesas, se configuraron como hitos en medio del caos de fin de año.

La literatura, la música y el cine, también colaboran en la construcción de esta idea tan inocente que celebra esa mágica noche de paz, noche de amor. Porque la navidad también es fuente de inspiración desde hace siglos.

Obras de arte con la imagen del nacimiento

Solo por nombrar algunas: la “Natividad” de Giotto (1305), la “La Noche” de Correggio (1530), “La Adoración de los Pastores”, de Hugo van der Goes (1476), la inquietante “Natividad Mística” de Botticelli (1501), la “Natividad” del siempre melancólico Caravaggio (1609), entre tantas otras.

Muchas de estas pinturas decoraban las tarjetas que antiguamente uno enviaba a sus seres queridos ¿se acuerdan? Propongo que vuelvan… o tal vez, y adaptando la tradición a nuestros días, sería bonito como saludo navideño, googlearlas y enviarlas por WhatsApp.

El cine ha hecho lo suyo y no es poco. Ya estamos inquietos por ver “Love Actually” por quincuagésima vez en la vida y para qué hablar de “Mi pobre angelito”.

Este listado es largo, pero si de recomendaciones se trata, en mi diciembre no pueden faltar: “La joya de la familia” (2005), “El joven manos de tijera” (1990), “Mientras dormías” (1995), “Milagro en la calle 34” (1994), o la madre de todas estas cintas “It’s a Wonderful Life” de 1946, con el legendario James Stewart. Tengan pañuelos desechables a mano.

Con 6 palabras en español y 13 en inglés, José Feliciano conquistó al mundo. “Feliz Navidad” es desde 1970, una de las canciones más populares en estas fechas.

Michael Bublé y Luis Miguel nos acompañan en varios centros comerciales y supermercados mientras compramos, aunque no superan a la reina de la navidad, Mariah Carey con su incombustible “All I want for Christmas”.

Quien sí la superó este 2023 fue Brenda Lee, quien a sus 79 años llegó al fin al puesto número uno del Billboard navideño con el clásico de 1958, “Rocking Around the Christmas Tree”. Aunque mis favoritos siempre serán los conciertos de “Navidad en Viena”, con sus niños cantores, que hoy se pueden ver fácilmente en youtube.

Quisiera volver a las papas duquesas

¿En qué momento pasó esto? Es como si en algún punto de la década de los 90, todos nos pusimos de acuerdo y comenzamos a elevarlas a una categoría superior de menú familiar.

Las papas fritas se comen de vez en cuando, las papas mayos son populares en los paseos y la papa cocida acompaña a los asados, al pescado frito y va en las cazuelas. Pero la papa duquesa, pertenece a la realeza navideña.

La melancolía es propia de estas fechas, precisamente porque nos hace pensar en los recuerdos que vamos construyendo con todas las navidades acumuladas en el cuerpo y la memoria. Es difícil con todo este bombardeo de información sentirse libre de ello.

Además la cursilería y el sentimentalismo, hacen lo suyo. Pero como el presente es lo único que tenemos (citando a Julieta Venegas), vivir una navidad con estas tradiciones debería ser un impulso para agradecer que estamos acá todavía, y que podemos ser útiles, más que nunca, acompañando a quienes están más solos.

La sencillez es clave en estos días y lo lindo de las tradiciones es que son recuerdos llenos de sutilezas que no se olvidan. Y ojalá ese sentimiento, como dice Dickens, podamos conservarlo durante el resto del año.