El voluntario relata que esperó desde las 6.00 horas de ese martes 11 de septiembre de 1973 hasta cerca de las 15.00 horas, cuando el bombardeo ya había terminado.

A un mes que se conmemore el 50 aniversario del Golpe de Estado, este viernes se conoció la historia de Alejandro Artigas, el primer bombero que ingresó a La Moneda tras el Golpe de Estado ejecutado por las fuerzas armadas contra el gobierno de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.

Artigas era teniente en la Primera Compañía de Bomberos de Santiago, y así como fue el primer voluntario que logró ingresar por la icónica puerta ubicada en Morandé 80, también estuvo presente cuando los militares ingresaron al salón donde yacía muerto el líder de la Unidad Popular.

“Había un caos total. Unos daban unas órdenes, otros otra”. El teniente Artigas, según publicó diario El País, dijo ver cómo en el segundo piso del Palacio el fuego era “absolutamente total”, prácticamente ya no quedaba techo en la zona norte. La apertura al cielo permitía que no se acumulara el humo, pero, pese a la hora, la oscuridad del cielo dificultaba la visión.

Artigas recuerda que eso fue cerca de las 15.00 horas. Antes, desde la 6.00 horas, se mantuvo en el cuartel con la instrucción irrestricta de no abandonar el edificio hasta nuevo aviso.

Los voluntarios trataron de obtener información a través de la radio, las que las ocho de la mañana daban cuenta de un movimiento militar importante. Luego escucharon al bando militar amenazar con bombardear el palacio de Gobierno si Allende no entregaba el poder, por lo que Artigas reunió en las salas de máquina a los voluntarios que tenía a cargo.

Consciente de que había una mezcla de distintos colores políticos, el teniente invitó a quienes tuviesen aprensiones personales a solicitar poder abandonar el cuartel. “Pero una vez que se dé la alarma y tengamos que salir, no recula nadie”, advirtió. Ninguno de los voluntarios se excusó. “Estábamos todos muertos de susto, pero decíamos ‘es imposible que la bombardeen, es una amenaza’. No nos imaginamos aviones de guerra bombardeando algo y con qué cálculo”, relata el bombero, cuya compañía estaba a cuatro calles de La Moneda.

Desde el cuartel escucharon, a eso de las 10.30 de la mañana, el último discurso de Allende y poco después, ya cerca del mediodía, el bombardeo. Desde una pequeña ventana del cuartel, los voluntarios vieron un fogonazo y después escuchaban el estruendo.

“Ahí sí que dijimos: es un hecho, hay una situación de guerra, se escuchaban los balazos por todos lados”. El bombero recuerda la entereza de sus compañeros, pero también la preocupación, no solo por ellos, sino también por sus familias, sus trabajos y sus posiciones políticas. “Nadie sabía para dónde iba a ir eso. Si iba a durar un mes o los 17 años que duró. No teníamos idea quién era el señor Pino… ¿cuánto? Había sido nombrado comandante en jefe, pero apenas sabíamos quién era”, agrega.

Consultado por si sentían impotencia por no poder salir, Alejandro Artigas aseguró que tenían “una sensación de que no estábamos haciendo lo que debíamos hacer. Después nos enteramos de que la Guarnición Militar de Santiago estaba coordinando con el comandante que bomberos saliera a apagar los incendios una vez que estuviera controlada la situación para que no fuésemos carne de cañón”.

El bombero recordó que al principio hubo que enfrentar fuego violento en La Moneda, en medio de muchos disparos alrededor, en distintos edificios de la zona. Luego, se escuchó por los pasillos que el Salvador Allende estaba muerto. Ya en el segundo piso, al teniente Artigas le solicitaron que iluminara el Salón de la Independencia, donde el presidente se había quitado la vida.

La compañía de Artigas no tenía los focos, así que los entregó un voluntario de otra compañía. “El chiquillo estaba en la puerta del salón tremendamente afectado. Le ofrecí ayuda. Son esas cosas que uno no tiene consciencia de por qué las hace, no me correspondía, era casi fuera de todo protocolo”, recuerda. Luego tomó el foco y entró al salón.

En el lugar, además de un periodista que filmaba, estaba el general Javier Palacios, quien daba las órdenes, un capitán de bomberos, y varios militares. “No podría decir quiénes, porque ese día los uniformes no tenían grado. Mirabas y no sabías si era un cabo o un coronel. Andaban con brazaletes de colores”, recuerda Artigas. “Era una escena dantesca. Un silencio sepulcral”.

Recuerda que Allende yacía muerto sobre un sofá, vestido con un jersey de cuello alto y pantalones de tela. Vio el fusil entre sus piernas y sus gafas en el piso.

El bombero, hoy director honorario del Cuerpo de Bomberos de Santiago, hizo corregir las tres declaraciones judiciales que hizo ante la justicia en democracia, para que cada vez que se nombrara a Allende, pusieran “presidente Allende”. “Porque yo soy bombero. Ni para acá ni para allá. Alejandro Artigas es otro cuento”, afirma.

Cuando regresó a la faena, el entonces teniente confiesa que se preguntó qué estaba haciendo ahí, quién lo había mandado. Escuchaba rumores de que venían tropas a defender al Gobierno y junto con sus compañeros pensaban que iban a ser “el jamón del sándwich”.

Finalmente, los voluntarios, incluido el bombero Artigas, abandonaron La Moneda cerca de las 22.00 horas de ese 11 de septiembre de 1973.