El ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, aseguró que el chinche del arce no provoca daños a la agricultura ni a los bosques, por lo que el SAG realizará mesas de trabajos luego que la plaga fuese detectada en arbolados públicos.

Ante la presencia en el arbolado urbano del insecto Boisea trivittata, conocido comúnmente como chinche del arce, el Ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, solicitó al Servicio Agrícola y Ganadero, SAG, participar de una mesa de trabajo con los municipios.

El “chinche del arce” se trata de una plaga urbana, que no es considerada una “plaga cuarentenaria” por el Servicio ya que no provoca daños a la agricultura ni a los bosques, indicaron desde el Ministerio de Agricultura.

“El SAG ha estado informando cómo combatir este chinche del arce, que es inofensivo a las personas. Esta es una plaga que vino desde Estados Unidos y que no tiene afectación a la agricultura, pero de todos modos se van a generar mesas de trabajo, sobre todo con los municipios”, afirmó Valenzuela.

“El arbolado urbano es competencia de los municipios y, aquellos con mayores ingresos tienen las posibilidades de poder cumplir con las obligaciones que la ley les confiere”, añadió la autoridad.

Desde que el Servicio comenzó a recibir denuncias por la presencia de este insecto y entendiendo la molestia que provocan en la ciudadanía, se ha reunido con diversos municipios para entregar recomendaciones de manejo cultural, que les permita hacer frente a esta plaga que está atacando al arbolado urbano en las regiones Metropolitana, Valparaíso, Coquimbo y O´Higgins.

El jefe de la División de Protección Agrícola, Forestal y Semillas del SAG, Rodrigo Astete, manifestó que “nuestra Institución tiene toda la disposición para colaborar en este ámbito que es competencia de los municipios, por ejemplo, en recomendaciones de manejo cultural para el control y eliminación de esta plaga urbana”.

Cabe señalar que el chinche del arce se alimenta particularmente de semillas caídas de árboles de arce (Acer negundo), los cuales son utilizados en forma muy habitual en el arbolado urbano.

Su efecto en los árboles es de escasa relevancia, tampoco causan daño a las personas ni a las mascotas, y los efectos que genera su presencia son más bien de tipo social, ya que al llegar el otoño se agrupan y buscan refugio para hibernar como adultos, introduciéndose en las casas, lo que causa preocupación.