Corrientes del habla antidiscriminatorio y feminista defienden el uso del lenguaje inclusivo como una herramienta que puede ayudar a erradicar viejas prácticas hegemónicas y excluyentes, sin embargo el caso francés que prohibió el uso de pronombres inclusivos como “les”, “elles”, “lxs” y “l@s”, entre otros, proponen una definición sobre su uso en las escuelas chilenas

Por Carlos Salazar

El gobierno francés decidió prohibir recientemente los pronombres inclusivos en sus escuelas por considerar que “dificultan el aprendizaje”. En el mismo ámbito, en España, el partido ultraderechista VOX ha insistido en que su uso en documentos oficiales entorpece el funcionamiento de la administración pública.

Más cerca de nuestro país, Argentina impulsó recientemente una política inédita en América Latina al incorporar la perspectiva de género en las exigencias para obtener una licencia de conducir (al agregar un módulo especial de contenidos teóricos sobre diversidad, estereotipos y masculinidades además de cambios en el género de la señalética de tránsito) y, en Chile, la Unidad de Género del Ministerio de Educación, mantiene desde 2017 un Manual de lenguaje inclusivo que propone formas de sustitución del genérico universal masculino y alternativas para evitar diversas formas de discriminación.

Sobre el futuro de la implementación de este tipo de lenguaje, los y las expertas creen que, como cada nueva modificación, solo el tiempo y el uso, pero por sobre todo la propia aceptación de la población, tienen la última palabra. La doctora en lingüística Claudia Burgueño, cree que los nuevos significados de palabras a lo largo del desarrollo de las lenguas siempre ha ocurrido de manera natural y rara vez tiene lugar por secretaría, prohibición o una imposición como intenta hacer el ministerio francés. “Es probable que el lenguaje inclusivo se consolide de acuerdo a su propio uso, pero la historia nos ha mostrado que cualquier cambio de este tipo ocurrirá de manera orgánica. Somos los usuarios del lenguaje quienes decidimos el convertir estas nuevas reglas en hábitos o no”, señala.

Por su parte, la socióloga Carol Chan, explica que el lenguaje inclusivo, si bien, nos ayuda a desaprender algunos prejuicios asociados con el género, construyen un proceso que puede resultar incómodo de insertar en la sociedad: “Este espacio puede ser percibido como un obstáculo -como pasó en las escuelas francesas- porque el lenguaje inclusivo nos hace pensar sobre algunas cosas tomadas por sentado en la vida cotidiana. Nos hace detenernos y preguntarnos sobre estos prejuicios que aparecen a través del uso del lenguaje y que han sido invisibles hasta ahora”.

El tema del lenguaje inclusivo al interior de las escuelas y en el cotidiano también puede representar una oportunidad para practicar de manera concreta y práctica el respeto y la inclusión de todas las personas en su diferencia, añade la profesora de idiomas y doctora en Lingüística, Claudia Araya. Sin embargo, hay quienes consideran que el lenguaje inclusivo constituiría un obstáculo en el aprendizaje de los y las estudiantes, como determinaron las autoridades educativas de Francia. “Como fenómeno reciente, la alternativa del uso escrito de pronombres como “otrxs”, “otr@s” o las significaciones verbales de conceptos como “cuerpa” o “amigues”, por mencionar solo un par de ejemplos, es un campo de investigación que aún debe ser explorado, dice la profesora Araya sobre un uso de marcas de género inclusivo que tambié suma situaciones como “compañerxs”, “candidat@s”, etc, que podrían considerarse como una falta de sistematicidad. Por otra parte, podría eventualmente llevar a confusiones a una persona que esté aprendiendo a leer o que tenga problemas de comprensión lectora, creen los/as educadores/as. La académica Araya piensa también en niños y niñas con déficits de aprendizaje, quienes también podrían verse afectados/as.

“Actualmente las escuelas chilenas intentan incluir este tipo de modificaciones por razones que apuntan a la no discriminación y a la integración de las diversidades para marcar una diferencia, ese objetivo lejos de entorpecer la educación la fortalecen, señala la profesora Burgueño. “Quizás aún sea algo que no genere una diferencia, pero sigue siendo una sugerencia más que una obligación. En el caso de nuestra universidad, la Academia ha incorporado también esta mirada en sus programas”, agrega.

Foto de Fabián Vargas (c)

La policía lingüística

Con todo, para expertos como el profesor Fabián Cabaluz, las oportunidades educativas que abre el uso del lenguaje inclusivo son sólo positivas. Experto en educación popular, el docente de la Facultad de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales de la UAHC, señala que todo lo que signifique visibilizar brechas sociales y sexogenéricas para ampliar el debate es una suerte de triunfo simbólico. “Rescatando el legado de Paulo Freire, podemos decir que estas formas de reconocimiento del otro y la otra desde el lenguaje, ante alteridades de una realidad diferente a la mía, legitiman principios fundantes de la vida democrática y una sociedad mínimamente tolerante y abierta al cambio”, explica sobre un aporte social de este nuevo hablar.

Pero, ¿Qué otros aportes realiza a nuestras sociedades el lenguaje inclusivo?. La socióloga Carol Chan agrega que el lenguaje inclusivo enseña también que el género no es binario y en muchos contextos, incluso, ni siquiera es lo realmente importante. “No es siempre relevante saber si estamos hablando de una persona masculina o femenina, como no es siempre relevante saber la nacionalidad o etnicidad de una persona en una conversación o relato cuando se describe la realidad o un hecho. El lenguaje es algo construido por nosotros/as mismos/as. En el ejemplo del idioma inglés, incluso en el siglo XIV la ortografía no era algo fijo, no había diccionarios y reglas legitimadas por instituciones sobre la gramática o la ortografía correcta, etc. El lenguaje es parte de la cultura humana, que por su naturaleza debe cambiar con el tiempo y con más conocimiento sobre las experiencias humanas como el género”, señala sobre cambios propios del caso francés donde se debe cuestionar la fuerte asociación que se hizo entre abolir el lenguaje inclusivo y la supuesta amenaza que este presenta para la identidad nacional local, destaca.

Sobre esta hegemonía del lenguaje, la doctora en Educación, Marcela Betancourt y magíster en didáctica e innovación pedagógica, llama a la precaución ante las prohibiciones basadas en imposiciones academicistas. “Desde esta línea académica y elitista se cree que el lenguaje es uno solo, que cualquier nuevo contexto podría perjudicar ese estado o su comprensión lectora, comunicativa, política. Esto habla de realidades que están totalmente divorciadas de lo social, de las complejidades del lenguaje más urbano y cambiante, lo territorial y natural. Lo que se está discutiendo en Francia tiene que ver con las hegemonías adultocéntricas del lenguaje al no permitir el ingreso del lenguaje inclusivo a esta realidad que, muchas veces, es creada precisamente por el lenguaje. Lo que se busca es, precisamente, evitar nuevas realidades”, señala la responsable del Magíster en Educación, Liderazgo Transformacional y Gestión Escolar de la UAHC.

Concluyen las lingüistas destacando que realizar modificaciones en un terreno tan conservador como son las lenguas permite expandir el horizonte sobre lo que se cree inamovible. “No es posible validar la existencia de una policía lingüística de ningún tipo”, plantea Araya. Burgueño concuerda en que hemos vivido hitos similares en el español para normar el uso de partículas como el “hubieron” respecto del “hubo”, “obscuridad” por “oscuridad” o “setiembre” y “septiembre”, hechos que finalmente decantaron por aceptación cotidiana. “Son modificaciones que nadie puede detener o incentivar más allá de la costumbre. Finalmente es el hablante quien lo acepta y lo hace suyo ya sea por comodidad, efectividad o economía lingüística. Si no fuera así, quién sabe, tal vez seguiríamos hablando con formas gramaticales del Siglo XIII”, reflexiona la académica.