Un nuevo reporte del Monitoreo Nacional de Prácticas y Síntomas Covid-19 (Movid-19), desarrollado por la U. de Chile, el Colegio Médico y otros planteles universitarios, reveló que las personas con estudios universitarios y afiliados a isapres tienen más probabilidades de vacunarse.

Un 70% de las personas entrevistadas por Movid-Impact señalaron que están dispuestas a inocularse. Dentro de las principales razones de quienes se muestran reticentes a participar del proceso, están los posibles efectos adversos (18,5%), las dudas sobre su efectividad (10,9%), las dudas provocadas por el rápido desarrollo de la vacuna (10,3%).

Otros argumentos que fueron planteados en menor medida fueron el miedo al contagio (2%) y la no creencia en las vacunas (1%).

El estudio, aplicado a más de 7 mil personas de los grupos prioritarios, muestra que, en comparación con las mujeres, los hombres de esos sectores de la población se han vacunado menos. “Este hallazgo es preocupante, en tanto existe evidencia convincente que indica que los hombres tienen una mayor probabilidad de cursar con enfermedad grave y morir de covid-19″, detalla el informe.

El factor socioeconómico es otra variable determinante, ya que las personas con estudios universitarios se vacunan se manera más frecuente que el resto. María José Monsalves, académica de la Facultad de Odontología de la U. de Chile, sostiene que “por ejemplo, personas con una educación técnica, tienen 22% más posibilidad de estar dispuestos a vacunarse que aquellos que tienen educación media o inferior; y aquellos que tienen una educación profesional, hasta un 60%”.

A esta disposición, se suma que las personas afiliadas a Isapre tienen más posibilidades de haberse vacunado que las que están en Fonasa, diferencia que puede variar entre un 5% y un 16%.

Otro aspecto es que las personas que viven en la región Metropolitana se vacunan menos que el resto, pese a que muestran mayor disposición a hacerlo. El documento plantea que “si bien no es clara la explicación de este fenómeno, esto podría relacionarse con procesos menos expeditos de vacunación en la ciudad de Santiago”. Estas condiciones podrían ser horarios de trabajo y dificultad de transporte.

Un dato llamativo es la disposición a vacunarse dependiendo de las creencias personales. El reporte explicita que “las personas que confían más en las medicinas alternativas que en la medicina convencional se vacunan menos. De modo similar, las personas que creen que la pandemia responde a un acto planificado tienden a no vacunarse”.

A esta dimensión se suma el efecto de la desconfianza en el actual gobierno: “en la medida en que las personas desconfían del interés del gobierno por cuidar de la salud de la población, disminuye la disposición a vacunarse. Este efecto, sin embargo, es menor al de las otras dos disposiciones”.

Finalmente, y como destaca el profesor de la Universidad Central y coautor del estudio, Ismael Puga, las personas tienden a vacunarse con mayor probabilidad si creen que su entorno valida y refuerza la importancia de vacunarse. En cambio, la percepción individual de riesgo frente a la pandemia no es un factor significativamente relevante, y sólo afecta la decisión de vacunarse cuando va acompañada de esta norma social.

Ante esto, asevera que es crucial instalar socialmente “la idea de que es una tarea colectiva, lo que empuja a las personas, incluso a las que individualmente tienen dudas sobre el proceso, a vacunarse. En ese sentido es importante que todo tipo de campaña o todo tipo de comunicación no se oriente a cuestionar la disposición de la ciudadanía o culparla, sino que por el contrario, se refuerce esta idea –que por lo demás es real- de que este es un proceso y un objetivo colectivo”.

Cristóbal Cuadrado, académico de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile y parte del equipo Movid-19, sostiene que “en la medida que comiencen a vacunarse grupos de edad más jóvenes, y que por tanto en mayor proporción son económicamente activos, esto se va a volver un problema más importante para la estrategia de vacunación, y por tanto es necesario entregar cada vez más garantías para las trabajadoras y trabajadores para que puedan vacunarse”.

“Asimismo, debe potenciarse una estrategia que se acerque a la comunidad y lugares de trabajo. Una campaña de vacunación no puede ser solo sentarse a esperar que la gente acuda a los centros de salud”, agregó.