Este 2018, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) cumple 90 años.

El registro histórico del indicador es una muestra de la evolución que han tenido las familia chilenas, y la sociedad como conjunto, demostrando intereses, usos y costumbres.

Es así como en 1928, mientras gobernaba el general Carlos Ibáñez del Campo, la canasta básica estaba conformada por 42 productos, divididos en cuatro grupos: alimentos, vestuario, combustible y luz, y varios.

Por ejemplo, en el ítem de vestuario sólo se consideraba la ropa para hombres como el poncho, la camisa, los zapatos y el pantalón; mientras que en varios, se encontraba el ticket de tranvía, la entrada al cine y un corte de pelo.

29 años más tarde, en 1957, debuta la denominación actual: IPC, además los productos aumentan a 112, agregándose la ropa para mujeres y niños.

Así también ingresan la ampolleta, la plancha, el “catre”, las entradas para el estadio y las telas.

En 1969, el hombre llegó a la luna y la modernidad comienza a reflejarse en los hogares chilenos con la llegada a la canasta de productos como el refrigerador, la lavadora y la máquina para coser, además del televisor y la radio.

Respecto al ítem de vestuario, productos icónicos como el “calzón de goma” llegan al listado que también suma al pañal, el sostén y los “slips”.

La mejora en la calidad de vida de los chilenos, y la preocupación por la salud, se ve reflejado en el ingreso al registro de la asistencia médica, que contempla exámenes de sangre y orina, además de la estadía en hospital.

En 1978, Chile se encontraba sumido en la dictadura militar y al borde de la guerra con Argentina por el denominado “Conflicto del Beagle”.

Ese mismo año debutan en la lista de alimentos la prepizza, el “hot dog”, el espumante y el combinado, también conocido popularmente como “piscola”.

En el grupo del vestuario debutan las zapatillas, la parka, el cierre tipo eclair, y los trajes de baño para hombre y mujer.

En Santiago, en tanto, aparece el ticket de Metro y los peajes, que, hasta hoy, son un ítem obligatorio en la vida de la región Metropolitana.

La tecnología muestra sus avances. El verano de ese año se transmite, por primera vez, el Festival de Viña del Mar en colores y la dictadura remueve de la lista negra los televisores a color, por lo que ingresan al IPC.

Junto con la pantalla chica ingresan el cassette virgen y la radio portátil con grabadora, implementos que sirvieron a Jorge Gonzalez para grabar los primeros demos de “La voz de los ’80”.

En 1989, Chile se prepara para el regreso de la democracia, Augusto Pinochet realiza su gira de despedida por el país y el IPC ya abarca 368 productos.

Ingresa el popular “Mankeke” como “tira” de 6 unidades, además del manjar y el sandwich “lomito”.

La radio portatil es desplazada por el minicomponente de tres piezas y el equipo modular integrado, también conocido como “tres en uno” que incorporaba radio, cassetera y tocadiscos; además de el rollo para cámara fotográfica para 36 registros.

En el apartado de la salud, debutan el bono de Fonasa y la atención de parto en Clínica.

En 1998, la selección chilena vuelve a las lides mundialeras del fútbol y con ello ingresan a la medición del IPC los viajes turísticos, como los que una buena parte de los hinchas hizo a Francia para ver a “La Roja”.

Ingresan también al listado los computadores, los CD y los desaparecidos disquettes.

Entre 2008 y 2009, la Concertación se prepara para dejar el poder depués de casi 20 años, y Sebastián Piñera encabeza el regreso de la derecha al Gobierno.

Con respecto al IPC, la canasta sufre una contracción y pasa de 483 a 368 productos.

Ingresan los servicios para fiestas de cumpleaños, los anticonceptivos y preservativos, además de las máquinas para hacer ejercicios.

Finalmente, en 2013 la canasta nuevamente se contrae a 312 productos y se incorporan más servicios como los gimnasios y las membresías en agrupaciones profesionales, las salas cuna y las casas para adultos mayores.

Así también ingresan los posgrados y postítulos, además de la banda ancha móvil, que refleja el cambio en la necesidad de los chilenos de incoporarse al mundo digital de forma permanente y ya no a través de una estación fija.