Boris Johnson logró convertirse en primer ministro británico prometiendo el Brexit “cueste lo cueste”, pero su ambición podría convertirse en humillación al verse obligado a pedir un aplazamiento tras haber dicho que prefería “estar muerto en una zanja”.

Desde hace una semana, encaja un revés tras otro en el parlamento: rebelión en sus filas, pérdida de la mayoría, imposición de una ley que le obliga a pedir una nueva prórroga del Brexit… y un segundo rechazo a su propuesta de elecciones anticipadas.

Conocido por su indisciplinada cabellera rubia y sus incendiarias declaraciones, Johnson, de 55 años, se había forjado una imagen de jovial y optimista.

Pero en los últimos días cambió la sonrisa de ganador por un ceño fruncido a medida que tomaba decisiones implacables, de expulsar a 21 diputados conservadores rebeldes a cerrar el parlamento hasta el 14 de octubre.

Carismático y controvertido

Johnson es uno de los políticos más populares del país, pero también uno de los más divisivos, que atrae críticas por su retórica populista, su escasa atención a los detalles y sus contradicciones.

Mientras sus partidarios elogian su empuje y su “personalidad única”, sus detractores lo comparan con el presidente estadounidense Donald Trump y lo acusan de oportunismo.

En el referéndum de 2016 este gran admirador de Winston Churchill -sobre el que escribió una biografía- surgió como uno de los principales defensores del Brexit -a cuya victoria contribuyó ampliamente- pero solo tras realizar un inusual ejercicio.

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“No inventaba las historias, pero siempre caía en la exageración”
- Christian Spillmann, periodista AFP.

Columnista del diario conservador The Daily Telegraph, había preparado un artículo anunciando que apoyaba la permanencia en el bloque y otro afirmando lo contrario, lo que alimentó la impresión de que su decisión escondía un cálculo político.

“Tiene una opinión muy clara sobre sí mismo, lo único en lo que Boris Johnson cree es en Boris Johnson”, dijo a la Agence France-Presse el exdirector general de la Organización Mundial del Comercio (OMC) Pascal Lamy, que conoce a la familia Johnson desde que Boris era un muchacho que estudiaba en la Escuela Europea de Bruselas, donde su padre fue funcionario y eurodiputado.

Alcalde de los Juegos Olímpicos

Alexander Boris de Pfeffel Johnson, conocido popularmente como “BoJo”, nació en Nueva York en 1964 y, según su hermana Rachel, de niño quería ser “rey del mundo”.

Estudió en la Universidad de Oxford y en 1987 comenzó una carrera como periodista en The Times, que lo despidió un año después por inventar unas declaraciones.

Entre 1989 y 1994, fue corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas, donde escribió historias que ridiculizaban las regulaciones europeas. Algunas de ellas se convirtieron en mantras para los euroescépticos, como la que aseguraba que la UE iba a regular el tamaño de las bananas o acortar los condones.

“No inventaba las historias, pero siempre caía en la exageración”, recuerda Christian Spillmann, que fue periodista de la AFP en Bruselas en esos años.

En Bruselas terminó su matrimonio con Allegra Mostyn-Owen, a quien conoció en Oxford, y se acercó a una amiga de la infancia, Marina Wheeler, que se convirtió en su esposa y madre de sus cuatro hijos.

Glyn Kirk | Agence France-Presse
Glyn Kirk | Agence France-Presse

La pareja se separó en 2018 y Johnson sale desde entonces con una mujer de 32 años, a la que según el Daily Telegraph debe una imagen más moderna.

Fue elegido diputado por primera vez en 2001, pero adquirió rango de estrella a partir de 2008 al convertirse en alcalde de Londres, particularmente durante los espléndidos Juegos Olímpicos de 2012.

En la mente de todos quedó una imagen del alcalde Johnson, atascado en una tirolina durante los Juegos y agitando una banderita mientras esperaba que le descolgaran, una situación ridícula que gracias a su carisma logró transformar a su favor.

Fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores por Theresa May en julio de 2016 y se lo acusa de haber cometidos graves errores diplomáticos.

Dimitió dos años después y se convirtió en uno de sus más acérrimos rivales en un parlamento que ahora está determinado a arrancarle su principal baza negociadora: amenazar con un Brexit sin acuerdo para obtener concesiones de Bruselas.