Sus testimonios reviven el horror vivido y subrayan la necesidad de crear un sitio de memoria. Víctimas del enclave alemán en Chile viajaron a Berlín, donde hablaron de verdad, justicia y reparación.

La gran mayoría llegó por primera vez a Alemania y la visita provoca fuertes sentimientos. Es el país donde comenzó todo, desde donde Paul Schäfer huyó en 1961, escapando de acusaciones de pedofilia, para esconderse junto a un grupo de seguidores en un apartado rincón del mundo y fundar Colonia Dignidad.

El país que por décadas no reaccionó ante denuncias de que algunos de sus ciudadanos cometían allí una serie de crímenes, y que actualmente permite que vivan en la impunidad condenados por la justicia chilena, como el médico Hartmut Hopp.

“Es mi patria y eso trae muchas emociones”, dice a DW Astrid Tymm, quien nació en Gronau y con siete años llegó a la colonia con su madre y hermanos. Hace 12 años dejó la colonia y se trasladó todavía más al sur de Chile. Esta es la primera vez que regresa a Alemania.

Ella es parte del grupo de 14 víctimas del enclave que realizó una visita de una semana a Berlín. Participaron en talleres, seminarios, visitaron sitios como el campo de concentración Sachsenhausen y la Casa de la Conferencia de Wannsee.

Las actividades, organizadas por Elke Gryglewski, subdirectora de este último memorial, y Jens-Christian Wagner, director de la Fundación de Memoriales de Baja Sajonia, fueron financiadas por el Ministerio de Exteriores alemán. Con ellas buscan avanzar en el proyecto de sitio de memoria en la actual Villa Baviera, como se conoce ahora al asentamiento.

“Viendo otros sitios de memoria y escuchando sobre el debate sobre cómo se construye memoria, ellos pueden ganar más experiencia y capacidad de discutir sus necesidades en ese aspecto”, indica Gryglewski.

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“Me quitaron la niñez”

Los testimonios de las víctimas de la colonia están marcados por un sistema de dominación y explotación de más de cuatro décadas: Una vida de trabajo esclavo, medicación con psicofármacos, golpizas y castigos, abuso sexual de menores y apropiación y adopción irregular de niños.

Algunos protagonizaron fallidos intentos de fuga hasta que en los 90 las denuncias de abusos hicieron tambalear el imperio de Schäfer, quien huyó a Argentina, fue detenido en 2005 y murió en la cárcel en Santiago cinco años después.

“A mí me quitaron mi niñez, que quedó en Alemania. Me faltó la juventud, nos cortaron el pensamiento, el desarrollo. La separación de las familias fue muy cruel. Vivía cuestionada y con mucho miedo. Perdí mi persona, mi yo”, dice Astrid Tymm, en español todavía con acento extranjero.

Para el chileno Rafael Labrín (46) también resulta más fácil el alemán, que habla perfectamente. Un signo más de que la colonia era un estado dentro de otro. “Yo nací en el hospital de la colonia. Mi mamá era pobre y le dijeron que yo estaba enfermo y podía morir si me llevaba. Así que me dejaron, crecí allí y aprendí alemán. Cuando preguntó por mí le dijeron que había muerto”, relata a DW.

Adoptado por un matrimonio de colonos, creció como Dieter Scholz, desconociendo sus orígenes. “Pero tampoco nunca tuve contacto con esos padres adoptivos. Trabajé duro desde niño como esclavo, todos los días, y mi espalda quedó muy dañada”, relata. Hace 14 años dejó la colonia y recién conoció a su madre hace cinco. Ahora comenzó a usar su nombre original.

“Esperamos una indemnización. Lo que ofrece Alemania no es lo que habíamos esperado”, dice, refiriéndose a la ayuda de hasta diez mil euros por persona anunciada recientemente.

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Tiempo de verdad y encuentros

Johan Cisternas comenzó a ir a Colonia Dignidad los fines de semana en los 90 con su hermano. Las actividades que organizaban los alemanes eran la forma en que Schäfer conseguía niños de escasos recursos de la zona, de los que abusaba sexualmente.

La visita a Berlín tiene fuertes significados para Cisternas: “Llevamos más de 20 años luchando para que se haga justicia y cerrar el ciclo, tratar de olvidar los abusos de que fuimos víctimas. Queremos empezar una nueva vida, pero es difícil. Este es un paso más para construir un memorial y se sepa todo lo que pasó”, indica a DW.

Su caso es uno de los pocos que no ha prescrito en Alemania. Si bien la fiscalía de Krefeld determinó recientemente que no hay sospecha de que Hartmut Hopp haya cometido delito, todavía es posible reiniciar acciones legales por su eventual complicidad con Schäfer, cargo por el que fue condenado en Chile, aunque huyó a Alemania para no ir a prisión.

Cisternas tiene además otras sospechas: “A mi mamá la operó el Dr. Hopp para quedarse con nosotros. Ella murió y a nosotros nos querían dar en adopción. Tengo la esperanza de que se puede hacer justicia”.

La reflexión sobre el futuro sitio de memoria ha generado significativos encuentros. “Ha sido muy especial juntarnos con personas que no veíamos hace años, que vivían en la colonia y en esos tiempos nos trataron de traidores, porque sacamos todo a la luz. Conversar ahora con ellos, que también son víctimas, es asombroso”, afirma Cisternas.

Las víctimas están aunando criterios en torno a cómo debería ser el sitio de memoria. En opinión de Astrid Tymm, es necesario que quienes actualmente viven en Villa Baviera dedicados al turismo comprendan el sufrimiento de las víctimas y la importancia de tener un memorial.

“También para quienes perdieron a sus familiares y quieren dejar una vela, una flor o soltar sus lágrimas. Es necesario que nos encontremos y sepan que también somos víctimas”, dice, refiriéndose a los casos de detenidos desaparecidos de la dictadura de Pinochet.

“Hay claridad en que el sitio necesita una gestión independiente, que respete los sufrimientos y las historias de los diferentes grupos”, explica Elke Gryglewski. Ese desafío puede ser enfrentado, como en Sachsenhausen, haciendo exposiciones descentralizadas en diferentes lugares de la ex colonia. La experta emitirá un informe para los expertos chilenos de la comisión, quienes no participaron en esta oportunidad. Se espera que se reúnan en septiembre para determinar el concepto definitivo.

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