Este lunes se reúne el Colegio Electoral estadounidense. Una institución formada por 538 grandes electores que deben ratificar la victoria de Joe Biden en los comicios presidenciales de noviembre. Normalmente se trata de una formalidad pero en esta ocasión el presidente saliente Trump y sus seguidores esperan convertir el proceso en una tribuna para sus acusaciones de fraude electoral, todavía sin pruebas.

El Tribunal Supremo infligió un importante revés el pasado viernes al presidente Donald Trump, al rechazar un recurso presentado por las autoridades de Texas que tenía como objetivo revertir su derrota en las elecciones presidenciales de noviembre.

Tras conocerse la decisión judicial, el mandatario estadounidense publicó una serie de agresivos tuits en los que amenazaba veladamente a algunos grandes electores.

“Los ‘Estados bisagra’ donde se produjo un fraude electoral masivo, que son todos, no pueden certificar legalmente estos votos como completos y correctos sin cometer un delito severamente punible”, tuiteó Trump este domingo por la noche, a pocas horas de que se reúnan los 538 grandes electores.

¿Cómo funciona el Colegio electoral y qué está en juego en 2020?

En Estados Unidos el presidente es elegido por sufragio universal indirecto. Los votantes escogen en cada uno de los 50 estados, más el distrito de Columbia, a un número de grandes electores, que depende de la población de cada territorio. California es el mayor y más representado, con 55.

Estos grandes electores se reúnen en sus respectivos estados, donde deben ratificar el mandato electoral que han recibido.

Joe Biden ganó con un total de 81,3 millones de votos, 51,3% de los sufragios emitidos, frente a 74,2 millones (46,8%) para Donald Trump. En cuanto a grandes electores, el candidato demócrata se alzó con 306 y el republicano con 232. Para ganar la elección eran necesarios al menos 270.

Los miembros del Colegio Electoral formalizan hoy el proceso y envían una serie de sobres con certificados de los resultados obtenidos en cada uno de los 50 estados al Congreso. Y ahí es dónde entra en juego la estrategia de Donald Trump y sus más fieles aliados republicanos.

¿Cuál va a ser el rol de Mike Pence?

Las dos cámaras del Congreso se reunirán el 6 de enero para abrir los sobres y leer uno por uno los certificados, dando así fe de que no hay irregularidades. Algunos congresistas republicanos ya han anunciado que piensan presentar una queja sobre cada uno de los cinco “Estados bisagra” (Arizona, Pensilvania, Nevada, Georgia y Wisconsin).

Para que la queja sea discutida, necesitarán el apoyo de un senador. Si eso ocurriera, las cámaras se separarían y debatirían durante dos horas sobre la queja. Una maniobra que podría aumentar el descrédito y las dudas sobre la elección de Joe Biden entre algunos electores, aunque no se haya presentado ninguna prueba creíble de fraude y los tribunales hayan rechazado cada recurso presentado.

Al final de todo este proceso, le tocará a Mike Pence, como presidente del Senado, declarar definitivamente a Joe Biden el 46 presidente de Estados Unidos.

Pence tiene poco margen de maniobra y, en su lugar, otros famosos vicepresidentes como Al Gore en 2001 ya tuvieron que declarar victoriosos a sus contrincantes. Pero tras una elección tan polarizada como esta, con un presidente que no reconoce su derrota, todavía puede haber sorpresas.

¿Donald Trump y sus más fervientes seguidores seguirán lanzando acusaciones de fraude?

Las derrotas en los tribunales han enfriado parte del ardor de los seguidores de Donald Trump en las calles, pero no han cambiado su visión sobre las elecciones.

Un sondeo publicado el viernes por la cadena conservadora Fox apuntaba a que el 77% de los votantes de Trump cree que le robaron la victoria en las presidenciales de noviembre.

Una “injerencia extranjera”, un software electoral que habría borrado millones de votos destinados al presidente: estas y otras razones fueron citadas por los manifestantes reunidos en Washington este sábado para explicar el “robo” que habría sufrido el magnate republicano.

Si, tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, persiste la creencia de que las presidenciales de 2020 fueron fraudulentas, la gran perdedora podría ser la democracia estadounidense.