El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se convirtió en uno de esos “perdedores” que desprecia y amenaza con acciones legales en lugar de admitir su derrota ante el demócrata Joe Biden.

Aunque el recuento de votos no ha concluido, los republicanos multiplican sus recursos judiciales y el propio Trump acusa a los demócratas de haber “robado” la elección, pero sin presentar pruebas. Los juzgados, hasta el momento, han desestimado todos sus intentos por falta de evidencia.

Desde el sábado, Trump ha estado tuiteando nuevas afirmaciones sin pruebas de victorias electorales y manipulación de votos, a pesar del consenso de observadores internacionales, líderes mundiales (salvo excepciones como los mandatarios de México, China, Rusia, Corea del Norte y Brasil), funcionarios electorales locales y medios de comunicación estadounidenses de que la votación del 3 de noviembre fue transparente, y que no hay acusaciones creíbles de fraude que puedan alterar el resultado de la elección.

Algunos republicanos se han sumado a los crecientes llamados para que el presidente asuma que perdió, y expertos advirtieron que su negativa a hacerlo perjudicaba el proceso democrático y retrasaba la transición hacia un gobierno de Biden, cuya investidura está programada para el 20 de enero.

Sin embargo, la tendencia de Trump a acusar fraude electoral cuando no le gustan los resultados no es nueva, y puede rastrearse incluso hasta 2012, apuntando también contra sus rivales dentro del mismo Partido Republicano.

Contra Obama

Según recordó el medio estadounidense ABC News, en 2012 protestó contra la reelección de Barack Obama, calificando en una serie de varios tweets a la elección como un “engaño”, incluso asegurando que “ya no somos una democracia” y que “el mundo se está riendo de nosotros”.

Contra Ted Cruz

Luego, en 2016, en dos ocasiones hizo acusaciones similares.

Primero, cuando competía por la nominación republicana contra el entonces senador Ted Cruz, disputando los resultados en los Estados de Iowa y Colorado.

“Ted Cruz no ganó Iowa, la robó”, acusó, llamando a anular los resultados o repetir las primarias. En el caso de Colorado, acusó que el sistema estaba controlado por los “jefes” del partido.

Contra Hillary

Más tarde ese año también atacó de esta forma a la candidata demócrata Hillary Clinton, primero en su lucha por la nominación contra Bernie Sanders, y luego contra él mismo para las elecciones generales.

“Temo que esta elección vaya a estar amañada” afirmó ante sus seguidores en octubre, poco antes de las elecciones. Repitió esta conducta en varios mitines, especialmente apuntando contra Pensilvania, Estado que finalmente ganó en 2016.

“Las elecciones están absolutamente siendo amañadas por los medios deshonestos y distorsionados impulsando a la ‘torcida Hillary’, pero también en muchos lugares de votación”, acusó más tarde por twitter.

Pero sus ataques no se terminaron con su victoria en el Colegio Electoral ni con el discurso con el cual Hillary Clinton admitió la derrota. Hasta hoy, insiste en que también ganó en el voto popular, donde la candidata demócrata le superó por cerca de 3 millones de papeletas.

“Además de ganar arrolladoramente el Colegio Electoral, gané el voto popular si reduces los millones de personas que votaron ilegalmente”, insistió.

Tal como en las elecciones presentes, ni en 2012 ni en 2016 se presentó evidencia de algún fraude que pudiera afectar el resultado de la elección, y ninguno de los servicios electorales en todos los Estados ha dicho haber encontrado problemas de este tipo, tras ser consultados directamente por el New York Times.