De principio a fin, el registro compartido en medios como Daily Mail, muestra la complejidad del rescate.

Este fue captado por una familia desde el balcón de su alojamiento en una playa de Floridad, donde la diversión fue interrumpida por varios minutos debido a un visitante que parecía estar marcando su espacio marítimo.

No era así. El tiburón martillo, llegó hasta la orilla en busca de ayuda. Un gancho de pesca lo tenía esclavo del dolor. Estaba aferrado entre sus dientes y no había forma segura de retirarlo, sin que su naturaleza hiciera daño a los buenos samaritanos que se percataron de su sufrimiento.

Una mujer, en compañía de un pequeño niño, se dedica a grabar todo el alboroto que significaba la presencia del enorme animal. Se compadecía en su relato, mientras el infante gritaba asombrado que se trataba de “un tiburón martillo”.

“Es muy triste”, se escucha decir a la mujer, solo segundos después que tres hombres tratan de sostener con todas sus fuerzas al espécimen, mientras otro turista les pide a gritos a los demás que retrocedan un poco para poder retirar el gancho de sus fauces.

Afortunadamente, el tamaño del tiburón es el adecuado para contenerlo. Así parecía en un inicio con los segundos en que se quedó quieto, como sabiendo que intentaban ayudarlo de corazón para que dejara de sufrir.

La calma quedó interrumpida cuando el animal comenzó a moverse, repartiendo violentos coletazos. Quería liberarse solo de su lamentable situación, causada por el hombre.

Daily Mail
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Irónicamente, la especie que le hizo daño, es la que arriesgaba su vida para sacar el gancho, con la presencia de sus afilados dientes.

“Necesita que lo pongan en el agua o morirá”, decía el niño que se quedó a presenciar toda la travesía vivida a la orilla del mar. La madre del menor trataba de explicarle un poco la situación, mientras los hombres corrían el riesgo.

De repente, el tiburón se movió tan violentamente, que parecía darle un mordizco en la pierna a uno de sus rescatistas. La impresión de los testigos fue grande, pero todo quedó en susto, ya que los reflejos del joven evitaron que resultara herido.

El tiburón seguía luchando por escaparse y trataba de morder a quien se le acercara. Las olas para ese entonces le daban lo necesario para poder respirar.

Como pudieron, lo tomaron de nuevo de la cola y el mismo hombre que estuvo varias veces en riesgo de ser mordido, lo montó. Ya sujeto, procedieron a sacar con un cuidado quirúrgico el gancho.

Libre, el animal seguía dando coletazos pero desorientado. Esta vez, en lugar de arrastrarlo más a la orilla, lo empujaban hacia el océano en señal de libertad. Pasaron varios segundos para que lo comprendiera.

Los aplausos comenzaron a dar idea de un cierre, uno con final feliz. El tiburón volvió a su hábitat y el resto siguió siendo diversión.