El líder norcoreano, Kim Jong Un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, hablaron este viernes de desnuclearización y de paz en la península durante la cumbre, anunció el portavoz de la presidencia surcoreana, Yoon Young-chan.

“Los dos dirigentes mantuvieron un diálogo sincero y franco sobre la desnuclearización y el establecimiento de una paz permanente en la península coreana y el desarrollo de las relaciones intercoreanas”, dijo, además de anunciar que las esposas de los dos participarán en el banquete organizado al final de la cumbre.

En tanto, Kim dijo haberse sentido “embargado por la emoción” al cruzar la línea de cemento y convertirse en el primer dirigente norcoreano en pisar territorio surcoreano desde la guerra de Corea (1950-53).

“Vine aquí determinado a enviar una señal de partida al cruzar el umbral del inicio de una nueva historia”, dijo Kim, a la cabeza de un país acusado de violación de los derechos humanos.

Las señales de unidad comenzaron desde el primer minuto del histórico encuentro, que comenzó con una apretón de manos que los coreanos esperaban desde hace más de una década y además dio pie a un baile improvisado cuando Kim Jong Un y Moon Jae-in saltaron de un lado al otro de la frontera que divide sus países, ejecutando una coreografía que no estaba en el guión.

Pese a que todos los aspectos de la cumbre intercoreana habían sido coreografiados al milímetro y ensayados una y otra vez, Kim se salió del guión cuando invitó a su homólogo al otro lado de la frontera.

Pisadas compartidas

Después de un prolongado apretón de manos en la línea que demarca la frontera, Moon, con una sonrisa deslumbrante, invitó a Kim a cruzar hacia Corea del Sur.

Ambos posaron para la prensa para inmortalizar el momento en el que Kim se convertía en el primer líder norcoreano en cruzar al Sur desde el fin de la guerra en 1953.

Entonces, Kim hizo señas a Moon para que cruzaran al otro lado. En un inicio, el presidente surcoreano parecía dubitativo pero el jovial líder norcoreano, vestido con un traje oscuro, no iba a conformarse con un “no”, y lo tomó de la mano y lo escoltó hasta el otro lado de la frontera, donde ambos volvieron a darse un apretón de manos.

Con una amplia sonrisa en la cara, los dos líderes volvieron a cruzar hacia el Sur, proyectando una notable imagen de unidad.

Pero este no fue el único momento de improvisación de la jornada, ya que después ambos pidieron a sus delegaciones que posaran para un retrato que aparentemente no estaba programado.

Estas instantáneas mostraron que incluso un evento tan planificado como la primera cumbre intercoreana, centrada en el arsenal nuclear de Corea del Norte, los preparativos raramente se cumplen a raja tabla.

Momentos de incomodidad

La ceremonia de bienvenida estuvo cargada de simbolismo cuando los dos líderes caminaron por la alfombra roja a medida que una guardia de honor vestida con el uniforme tradicional iba levantando estandartes a su paso.

Durante la jornada hubo varios momentos cómicos, como cuando la hermana del líder norcoreano Kim Jo Jong y otro miembro de la delegación se apartaron bruscamente cuando se dieron cuenta de que estaban tapando la vista a los fotógrafos.

También el encuentro albergó momentos de incomodidad, como cuando Kim se tomó un largo espacio de tiempo antes de firmar el libro de visitas en la Casa de la Paz, que alberga la cumbre, y Moon parecía no saber hacia donde mirar.

Frialdad en el pasado

El largo apretón de manos contrastó con el último saludo entre los líderes de ambos países en 2000 cuando el padre de Kim, Kim Jong Il, estrechó la mano del presidente surcoreano, Kim Dae-jung. El apretón fue vigoroso, pero no duró más de cinco segundos.

La versión de 2007 fue aún más cometida y duró sólo tres segundos, cuando Kim Jong Il acogió a Roh Moo-hyun en Pyongyang.

Desde entonces, Corea del Norte ha avanzado significativamente en su programa armamentístico y el año pasado detonó su sexta prueba nuclear y lanzó misiles que pueden alcanzar el territorio continental de Estados Unidos.

Durante los momentos de mayor tensión, Pyongyang había amenazado con lanzar sobre Seúl y Washington un “mar de llamas” con su “preciada espada”, en referencia a su arsenal nuclear.

Pero la imagen que quedó de este viernes fue la de dos líderes cruzando la frontera de la mano, hacia una cumbre que muchos esperan que lleve hacia un futuro más pacífico.