Pedro Castillo es un maestro rural religioso y conservador ajeno a la política tradicional, que pugna por la presidencia de Perú con propuestas radicales que evidencian las contradicciones de un país quebrado y dividido entre quienes tienen y los que no tienen.

Nadie esperaba que este hombre de 51 años de ascendencia campesina pudiera estar a un paso de ganar la presidencia del país ataviado.

Castillo cuenta con su peculiar sombrero “chotano”, un lápiz y un discurso que choca frontalmente con el “statu quo” político y los dogmas del libre mercado que han gobernado Perú con firmeza durante los últimos 30 años.

Según los medios y analistas peruanos, el maestro salió “de la nada” en la primera vuelta para pelear la presidencia.

Más correcto sería decir que Castillo surgió de un lugar donde nadie estaba mirando: los millones de pobladores rurales, aislados de los centros de poder tradicionales y alejados de Lima, la gran urbe que muchos asumen erróneamente como ejemplo de la realidad del Perú.

Fuera del sistema

Castillo es líder del sindicato de maestros. Su primer gran contacto con la política peruana fue como gestor de una huelga general del sector que en 2017 puso en jaque al gobierno de Pedro Pablo Kuczynsky.

Han sido las redes de maestros y profesores rurales las que promovieron con el boca a boca su candidatura.

Las rondas campesinas, la milicia rural que vigila allí donde el Estado no llega y de las que formó parte en su juventud, ha sido otro de sus apoyos.

Claramente, Castillo se ganó su pase al balotaje jugando fuera de los esquemas de la política de masas peruana.

Constitución y cambios

En la segunda vuelta, ya forzado a exponerse ante medios críticos, Castillo evidenció su hostilidad hacia algunos fundamentos de las democracias liberales.

Pese a prometer que no vulnerará ningún precepto constitucional, para muchos persisten las dudas sobre las críticas que realizó a instituciones.

Ejemplos de esto fueron el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo o la misma separación de poderes.

Lo que realmente lleva Castillo como bandera, bajo el lema “no más pobres en un país rico”, es la derogación de la Constitución vigente desde 1993, creada por Alberto Fujimori (1990-2000) y abiertamente neoliberal.

A esto se suma la creación de otra donde el Estado tenga mayor cabida como proveedor de servicios e impulsor de la economía.

El cambio constitucional sería legalmente posible, pero extraordinariamente complicado de conseguir. Castillo no ha aclarado aún como planea lograrlo salvo indicando que será “el pueblo” el que lo haga.

“Si él (Castillo) triunfa, eso va a ser muy poco manejable. Va a pasar como ocurrió con Salvador Allende (en Chile en 1970-1973), que también tenía a sindicatos que pedían más de lo que se podía. Y si gana Keiko será peor”, aseguró el analista y académico Luis Pásara.

¿Libre de Perú Libre?

Parte de su discurso radical es la “nacionalización” del sector minero y energético, o la “limitación de importaciones”.

Estos conceptos provienen del ideario del partido Perú Libre por el que postula a la presidencia.

Este partido es dirigido por el médico “marxista leninista” Vladimir Cerrón, condenado por un delito de corrupción que le impidió postular él mismo a la presidencia.

Casi toda la campaña de Castillo se centró en despegarse de esta figura e intentar aproximarse al centro con propuestas mucho más mesuradas y un equipo técnico ajeno a Perú Libre.

No ofrece dudas sin embargo su postura social: es contrario a la educación con enfoque de género, al aborto y a la expansión de los derechos de la comunidad LGTBI.

Hermetismo y hostilidad

Castillo es además hermético ante la prensa cuando no abiertamente hostil.

Durante la campaña no dejó de señalar que los medios peruanos actúan en su contra con informaciones tendenciosas, exageradas o manipuladas.

En campaña, varios de sus simpatizantes agredieron a periodistas en el ejercicio de su labor, lo que disparó todas las alarmas.

Eso no oculta el hecho de que, según Castillo, la cobertura mediática en Perú fue desigual y favorable a su contrincante Keiko Fujimori.

Castillo está casado con una maestra de escuela, también muy religiosa, y es padre de tres hijos, pero nada más se sabe esta posible familia presidencial.