Bolivia vive horas intensas. Una coyuntura que ya entra en su tercera semana, luego de que el presidente Evo Morales fuese declarado vencedor de las elecciones del pasado 20 de octubre, abriéndole la puerta a un cuarto mandato consecutivo. Desde entonces, el pulso entre el Gobierno y la oposición no ha cesado, sino al contrario: las diferencias entre ambas partes se han hecho mayores, hundiendo al país en una crisis política que no parece conseguir en la negociación una salida concertada.

“Aquí lo que estamos viendo es una lucha entre un gobierno debilitado pero que no está dispuesto a dar su brazo a torcer, y una oposición que quiere aprovechar un momento político importante, en el que cuenta con un apoyo considerable de la población. El problema es que la crisis va a un ritmo tan vertiginoso, que cuando llegan las posibles soluciones ya es muy tarde pues la situación está en otro nivel”, dice Jorge Abastoflor, analista político.

¿Cuál de los dos bandos se desgasta primero?

Lo cierto es que para ambos bandos es necesario conseguir una pronta salida a la crisis: tras más de dos semanas de confrontación, las dos partes comienzan a desgastarse.

Sin embargo, para el experto en economía Gonzalo Chávez, es la oposición quien puede pagar el precio mayor si la crisis se prolonga mucho más. “Cuando estas situaciones que generan ingobernabilidad se alargan, los gobiernos siguen siendo gobierno, es decir continúan en el poder, y de alguna manera se victimizan, alegando que los males económicos son producidos por las manifestaciones y jornadas de paro organizados por la oposición. Por eso, a quienes les afecta más el paso de los días son, en el contexto boliviano, a los comités cívicos del país”, apunta.

De acuerdo con un informe de la Cámara Nacional de Industrias, a consecuencia de la actual coyuntura, el país ya habría perdido unos diez mil millones de bolivianos, el equivalente a un 1.500 millones de dólares. Números que afectan desde los grandes inversionistas del país, hasta los pequeños y medianos empresarios.

“Las consecuencias económicas serán serias. Tener una empresa cerrada y tener que continuar haciendo pagos, alquileres, servicios, salarios… la mayoría de las empresas en Bolivia son negocios familiares, muy pequeños, que viven de las ventas diarias. De modo que no poder ofrecer sus productos y servicios ocasiona que muchos de esos emprendimientos tengan que cerrar”, dice a DW Rodolfo Ritcher, gerente general de la Cámara de comercio e industria boliviano-alemana.

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¿Quién le cree a la OEA?

Buena parte del país sigue esperando con atención que la Organización de Estados Americanos se pronuncie. El ente lleva adelante una auditoría que pretende establecer si la victoria de Evo Morales fue legal, o si por el contrario esta es el resultado de un fraude electoral, tal y como lo denuncia la oposición boliviana desde hace dos semanas.

“No podemos pecar por inocentes y creer que la auditoría de la OEA es un proceso transparente que establecerá la verdad de lo que sucedió – afirma Gonzalo Chávez -. Esa organización está conformada por treinta países, y lo que aquí se está negociando es a qué acuerdo van a llegar esos treinta países en relación a Bolivia, y en función de eso la OEA determinará su veredicto. La gente en la calle cree que la auditoría busca hacer respetar el voto, pero allí lo que se está es estableciendo una prioridad de intereses multilaterales”, concluye.

Pero otros son menos pesimistas, y ven en ese reconteo de votos la única posibilidad de darle sustento jurídico a uno de los pedidos opositores: la anulación de los resultados de la primera vuelta presidencial.

“Si la auditoría que lleva cabo en estos momentos la OEA concluye que ha existido o existe evidencia de fraude, eso podría cambiarlo todo. En ese caso, quedaría establecido que los comicios del 20 de octubre, dada las irregularidades comprobadas, estaría viciado de nulidad. En ese caso, los resultados y la reelección de Evo quedarían sin efecto”, afirma Jorge Abastoflor.

Tras dos semanas de conflictos internos, si algo queda claro es que se ha roto el paradigma tradicional boliviano. La actual lucha que promueve la oposición no tiene como protagonistas a los partidos políticos. En cambio son los llamados Comités cívicos los que están detrás de las numerosas manifestaciones que tienen lugar a diario en el país.

Carlos Mesa, si bien tiene la relevancia de ser quien se enfrentó a Evo Morales en los comicios pasados, no cuenta ni con el respaldo, ni con la popularidad, ni con la credibilidad necesaria para asumir el liderazgo opositor. En cambio los Comités Cívicos cuentan con un amplio respaldo social, y son ellos, rostros nuevos, los que prometen guiar al país hacia una nueva era política.

Daniel Walker / AFP
Daniel Walker / AFP