Tal como ha pasado incluso en enfrentamientos armados, el programa traspasó el conflicto de la pantalla a la 'vida real' ¿Es esto positivo?

Gran Hermano fue el programa que trajo de regreso el formato de los reality shows a la televisión chilena. El último había sido Resistiré (Mega y MTV), que tuvo éxito medio en nuestro país.

Hasta ahora este programa ha dado para todo. Para muchos ha sido considerado como una ‘fotocopia del Chile actual’, otros han llegado a calificarlo como un ‘programa político’, mientras que un tercer grupo simplemente se dedica a detestar a personajes que no van de acuerdo a sus valores y creencias.

Este último punto es realmente clave a la hora de analizar el espacio de Chilevisión, ya que todo conduce al denominado fanatismo.

La RAE define este término como “Apasionamiento exagerado propio del fanático (seguidor)” ¿Se puede aplicar lo anterior a un espacio de entretenimiento? por supuesto que sí.

Sólo basta ejemplificar con hechos como las campañas de seguidores para juntar dinero con el fin de expulsar a alguien del reality (hasta 7 millones de pesos han juntado algunas), las reiteradas veces que personas han llegado hasta los estudios en Argentina para revelar secretos a sus ídolo/as, tiktoker bloqueando a todos quienes no están de acuerdo con ellos e incluso titulares en medios de comunicación sumamente abanderizados.

No es un cliché decir que los fanatismos nublan, ciegan y llevan a mostrar lo peor de lo nuestro. Implican subjetividades a flor de piel, muchas veces se apoderan de la razón y nos quitan la posibilidad de debatir en paz.

En el caso de Gran Hermano, el fanatismo es irracional a la hora de evaluar situaciones similares desde distintos ángulos; en este caso concursantes.

El pasado 14 de agosto el programa vivió uno de sus mayores escándalos, cuando Lucas Crespo tomó la palabra en vivo para insultar a Jennifer Galvarini, a quien trató con el término de “guarén de circo”.

Aquello marcó un récord de denuncias ante el CNTV, durante los días siguientes, mientras que Crespo abandonó el programa una semana más tarde, con el 88% de los votos de parte del público.

Situaciones similares vivieron concursantes como Fernando Altamirano (Bambino), Trinidad Cerda o Francisca Maira. El primero de ellos expulsado por el público tras cometer una actitud deleznable con el perrito ‘Bigotes’, mientras que las jóvenes dejaron el lugar al no lograr congeniar con la preferida de la fanaticada, Constanza Capelli, con quien tuvieron innumerables desencuentros.

Por aquellas semanas el discurso de los fans era ‘expulsar a todos aquellos que tuvieran malas actitudes o que propiciaran conflictos’. Sin embargo, esta lógica se rompió entre el 4 y 11 de septiembre.

Fue en ese transcurso de dos semanas en que Constanza vivió, quizás, su momento más bajo en el programa. Todo empezó con la bullada pelea que tuvo con Maira y Raimundo Cerda tras una fiesta, acusando deslealtades, lanzando insultos, gritos y vulgaridades. Muy poco faltó para que hubiese agresiones físicas.

En los días posteriores, la propia Capelli reconoció que su actitud había sido incorrecta, su popularidad bajó y, para muchos de sus detractores, posiblemente había llegado la oportunidad de sacarla del encierro por votación.

No obstante, Coni no corrió la misma suerte de Crespo, Bambino o Trinidad, ya que en la votación final un 54% de los televidentes definió que la desclasificada era Mónica Ramos. La bailarina recibía un espaldarazo y tal vez una señal de que, afuera, sus malas acciones no eran juzgadas de la misma forma que el resto.

La respuesta de por qué no se fue Coni es simple: tiene una fanaticada fiel que le perdona todo.

Gran Hermano y los fanatismos

Francisco Rojas es streamer y está detrás del llamado ‘Canal de Pancho’, donde todos los días publica y comenta espacios de Gran Hermano, tanto en Twich como TikTok.

En una entrevista con BioBioChile, el influencer revela que, pese a que no es comunicador de profesión, analiza programas de TV, series y películas hace más de 10 años.

Para ‘Pancho’, el reality de Chilevisión es sinónimo de fanáticos extremos, de esos que ‘no siempre están bien’.

“El fanatismo extremo siempre es malo, independiente del lado que sea, porque involucra a un reality, un juego, que muchas personas lo pasan a la vida real, y eso es un problema. Ellos (seguidores) creen que los jugadores de Gran Hermano son parte literalmente de su familia, y los van a apoyar siempre, a pesar de todo lo que hagan”, expresó.

“Lo malo llega cuando en redes sociales existen insultos hacia personas por tener una opinión distinta. Casi se puede asemejar con los partidos políticos o con equipos de fútbol. Hay gente que llega a estresarse por el reality, o se pelean con la familia, por un simple juego”, agregó.

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Lo cierto es que este fenómeno hace que ya muchos sepan, con meses de antelación, que las finalistas del programa serán Jennifer y Constanza, independiente de los aciertos o errores que puedan cometer dentro de la casa en Argentina, de aquí en adelante.

“Muchas mujeres se identifican con ella, con la Cony, porque es honesta, sincera y dice las cosas. A pesar de todos sus errores ella dice lo que cree, y eso le gusta a la gente. Por otro lado, hay jugadores que se cambian de bando, de opiniones o manipulan, entonces desde ahí comenzó a haber mucho apoyo a la llamada ‘Familia Lulo’, porque también se vio algo desproporcionado”, expresa Pancho.

“Al final la gente comenzó a sentirse identificada y, por consiguiente, comenzaron a apoyar a la Cony o la Pincoya (…) mantuvieron la cantidad de apoyo a pesar de todo lo que ocurrió con Raimundo”, agrega.

Tal ha sido el cambio de las percepciones que, teniendo en cuenta las últimas semanas, es muy probable que este domingo Raimundo pase de víctima de la furia de Constanza a ser eliminado del programa.