Son varios los aspectos de asistentes de voz que el estudio asegura podrían incidir en el desarrollo infantil. Así mismo señala que "es urgente" efectuar más investigaciones para determinar qué "consecuencias tienen a largo plazo" en sus interacciones con niños.

Los asistentes de voz, como Alexa, Siri o Google Home, podrían ser perjudiciales para el desarrollo emocional y social de los niños. Así lo expone un estudio que publicó el pasado martes Archives of Disease in Childhood, del grupo “British Medical Journal”.

Estos dispositivos inteligentes podrían tener un impacto a largo plazo en el pensamiento crítico de los menores, en su capacidad para la empatía y la compasión, y en sus habilidades para el aprendizaje.

Así lo plantea la investigación liderada por Anmol Arora, experto de la Universidad de Cambridge (R.Unido) en inteligencia artificial (IA) y aprendizaje automático aplicados a la salud y los cuidados.

Arora sostiene que los asistentes pueden ser una ayuda para aprender a leer y mejorar las habilidades comunicativas de los niños. Pero advierte de que su componente de IA y el realismo de las voces humanas que reproducen presentan dudas sobre su impacto en el desarrollo cerebral en fases clave del crecimiento.

¿En qué afectan a los niños los asistentes de voz?

El autor centra sus preocupaciones sobre tres amplias áreas: las respuestas inapropiadas, las trabas al desarrollo social y los obstáculos al aprendizaje.

Arora cita casos ya documentados en los que las respuestas inapropiadas de un asistente de voz sugieren, por ejemplo, que un niño de diez años debe intentar tocar un enchufe eléctrico con una moneda.

En este sentido, reconoce que “es complicado” incluir “controles parentales” en los altavoces sin que estos afecten “severamente a su funcionalidad”. Además, recuerda que también han surgido preocupaciones respecto a la privacidad cuando las conversaciones pueden ser grabadas.

Estos asistentes, subraya, no son capaces de enseñar a los menores a comportarse de manera educada porque no requieren un “por favor” o “gracias”, y tampoco son sensibles al “tono de la voz”.

En este contexto, no se pueden entablar “comunicaciones no verbales”, lo que convierte a estos dispositivos “en un mal método de aprendizaje de interacción social”.

“En interacciones humanas normales, un niño, generalmente, recibiría una reacción constructiva si se comporta de manera apropiada. Pero este escenario escapa del alcance de estos dispositivos”, señala Arora en un comunicado.

¿Por qué es importante considerar estos efectos?

En su opinión, esta cuestión es especialmente relevante ahora, cuando “el desarrollo social de los menores” podría haberse visto ya afectado “como consecuencia de las restricciones impuestas durante la pandemia de covid-19”. Un periodo en el que “podrían haber pasado más tiempo aislados con estos dispositivos en casa”.

Si bien, arguye, los altavoces están diseñados para buscar información y ofrecer respuestas concisas y específicas, esta característica también puede entorpecer los procesos tradicionales con los que los niños aprenden y absorben información.

Arora precisa que cuando un niño pregunta a un adulto, este puede, a su vez, solicitar información contextual, explicar las limitaciones de su propio conocimiento o evaluar la capacidad de razonamiento del menor. La máquina, por contra, no puede hacerlo.

Asimismo, la búsqueda de información, según el experto, es una experiencia de aprendizaje por sí sola, pues contribuye al desarrollo del pensamiento crítico y del razonamiento lógico.

“La aparición de los asistentes de voz ha aportado muchos beneficios a la población. Sus capacidades para ofrecer información rápidamente, ayudar en las tareas diarias y dar compañía a adultos solitarios son importantes y útiles”, observa Arora.

No obstante, advierte, “es urgente” efectuar más investigaciones para determinar qué “consecuencias tienen a largo plazo” en sus interacciones con niños.