Tras su primer año de gobierno, la popularidad del presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, sigue hundiéndose hasta quedar, en algunos estados, incluso más abajo que la popularidad que todavía hoy mantiene el expresidente Donald Trump.

Y claro, en el Partido Demócrata está cundiendo el pánico por la posibilidad de perder las elecciones parlamentarias de noviembre próximo, que renuevan la totalidad de los diputados o representantes, que son 435 escaños, y 34 escaños en el Senado.

Si los demócratas pierden la débil mayoría que alcanzaron en las dos cámaras del Congreso en las últimas elecciones, esa derrota sería el peor presagio para las presidenciales de 2024, en la que incluso se duda que Joseph Biden esté en condiciones de presentarse como candidato a la reelección.

En ese clima de furioso enfrentamiento entre demócratas y republicanos la política mundial de Estados Unidos, su estrategia diplomática, parece desdibujada e incoherente. Lo único que está claro es que las cúpulas políticas de ambos partidos parecen convencidas de que la popularidad sólo se puede alcanzar mostrando fiereza y fuerza ante China y Rusia. Lo que en estos momentos equivale a decir “entre Taiwán y Ucrania”.