En medio del encierro obligado por el coronavirus, por la tensión familiar, económica y social que provoca la pandemia, la información pública y el debate de ideas se ha concentrado como pocas veces en torno a sus efectos inmediatos, así como, en las dudas que crea a la humanidad en su conjunto el que no haya medios eficientes para pronosticar cuánto más durara y como se reorganizara la vida social y familiar, una vez que la ciencia y los gobiernos logren retomar el control que hoy no tienen, conservan en algún grado o que mantienen a medias.

Pero, hay que retener la visión de conjunto, y por tremendos que sean los estragos del virus, de igual manera están sucediendo hechos que tienen un impacto presente y futuro realmente decisivo para el país. Es el caso de la situación en La Araucanía.

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A pesar de la lamentable experiencia del Comando Jungla, el gobierno de Sebastián Piñera, insiste en la militarización de la Región.
- Camilo Escalona

En efecto, Carabineros por expresa decisión presidencial organizó una fuerza especial de combate que fue integrada por efectivos que recibieron preparación en Colombia para la lucha en la selva, propia de unidades anti guerrilleras o anti subversivas, o como se les quiera llamar, el resultado ya se conoce, el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca y una tensión gigantesca en la zona que concluyó con la disolución del llamado Comando Jungla, el descabezamiento del Alto Mando de Carabineros y una activación de las comunidades mapuche que mantiene al gobierno completamente descolocado y a la defensiva.

Lo que es evidente es que unidades preparadas para una situación inminente de combate no son idóneas para la situación que se vive en La Araucanía, porque allí no se vive una guerra. Así lo advierten diversas organizaciones civiles y también el general Eduardo Aldunate que fuera director de la fuerza de combate respectiva en Chile.

La lucha del pueblo mapuche no se puede confundir con una guerra de guerrillas. Ese es un error garrafal que sólo traerá más costo social, más dolor y quebrantos en esa región. No hay una fuerza militar paralela o extra institucional que justifique la dislocación de unidades de combate del Ejército de Chile.

Hay funcionarios civiles que desean escuchar los clarinetes revistando las tropas. Están jugando con fuego. La sensatez de la comunidad nacional debe detenerlos a tiempo.

Camilo Escalona Medina
Ex Presidente del Senado