“El funcionamiento general del mundo” (Alfaguara, 2021) se titula la nueva novela de Eduardo Sacheri (“Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol”, “Lo raro empezó después”, “Los dueños del mundo”, “La noche de la Usina”), uno de los escritores argentinos más leídos de la actualidad y el mismo detrás de “La pregunta de sus ojos”, novela en la que se basó la exitosa película trasandina “El secreto de sus ojos”.

Esta vez, el autor reaparece con una historia que se centra en el viaje familiar de Federico Benítez y sus hijos rumbo a la Patagonia, en cuya ruta rememora las implicancias que tuvo en su vida el casi trascendental Primer Torneo Interdivisional de Fútbol del Colegio Nacional Normal Superior Arturo Del Manso, jugado en 1983.

“Tiene más de novela familiar que de novela de viaje”, asegura Sacheri en diálogo con BioBioChile. “Tal vez lo que hay o intenté hacer son tres personajes que en principio, al inicio de la novela, arrastran algunas dificultades para comunicarse, para entenderse, para conocerse, y sometidos al viaje reformulan hasta cierto punto sus vínculos”.

“Entonces sería una novela familiar en la que el viaje reformula esos vínculos familiares, me parece a mí. En cuanto a las referencias, no suelo trabajar con referencias conscientes, ni para una novela en particular ni en general. Aunque sí reconozco que los autores que a mí me han hecho feliz como lector indudablemente me habitan al momento de escribir porque me habitan al momento de leer”, reflexiona sobre la génesis de esta nueva novela, que otra vez se relaciona con el fútbol y sus significancias.

“Para mí, escribir es en buena medida una extensión del acto lector… Autores como Cortázar, Vargas Llosa o García-Márquez han sido autores muy importantes, y otros argentinos no necesariamente del ‘boom latinoamericano’. Borges va por otro lado, pero también es una influencia determinante para mí, u Osvaldo Soriano. Ahora, no siento que influyan en mi escritura, lamentablemente digo, porque probablemente en mi escritura esté muy, muy por debajo de los que te he mencionado”, resume sobre las influencias del libro.

La pandemia encontró a Sacheri en pleno proceso escritural de “El funcionamiento general del mundo”. La primera parte de la novela la redactó en 2019, pero la segunda tuvo lugar en pleno confinamiento, proceso que no ha sido del todo incómodo para el autor.

“Yo no siento que se haya colado (la crisis sanitaria) en la temática o en el argumento, y espero que tampoco en mi estado de ánimo al escribirla…. Porque además, en líneas generales, no me gusta que la coyuntura inmediata se instale en lo que estoy escribiendo. Me interesa mucho la coyuntura, sea la que sea que me toca atravesar en el momento, pero me gusta que lo que escribo funcione a partir de un sedimento lejano de lo que haya sucedido en mi vida; no lo inmediato”, manifiesta.

“Siento que si intento procesar literariamente lo que estoy viviendo hoy, lo voy a hacer mal. Porque así como a medida que me alejo de los hechos de la realidad, me alejo dejándolos un poco en el pasado, los entiendo de otra manera y los proceso de otra manera. Siento que para que ingresen en mi literatura, mejor que suceda lo mismo: es decir, que queden lejos en el pasado. En otras palabras, si tal vez en otro momento la pandemia ingresa en mi literatura será dentro de algunos años, cuando yo mismo sea capaz de entender qué significó en mi vida, en la de mis seres queridos, o en la vida de la sociedad en la que habito”, agrega.

Para dar forma a la historia el escritor realizó el mismo viaje que hace su protagonista en la trama, en una experiencia que adquirió tintes de odisea: “Me encantó darme una vuelta de 5 mil kilómetros por la Patagonia, porque me encanta esa vastedad, no sólo los paisajes más evidentemente bonitos que son los de la Patagonia cordillerana. Ahí entiendo que de ambos lados de la frontera es extremadamente bonita, pero también hay una cosa de estepa yendo hacia el atlántico que no es en principio bonita según los cánones turísticos habituales, y sin embargo me parece muy hermosa también”.

(P): Leyendo la novela es imposible no abstraerse del contexto en donde se lee: desde la pandemia, teniendo en cuenta que es una historia de viaje y exploración. ¿Te planteaste en algún momento frenar o aplazar un lanzamiento como este o te generó algún tipo de ruido una historia que está tan descontextualizada con respecto a la crisis sanitaria?

(R): Veo ese contraste, entiendo la referencia, pero no me lo generó. Siento que si los próximos 10 años de nuestra vida terminan en un enclaustramiento, si resulta que en 2030 seguimos encerrados, siento que esa experiencia va a ser tan desmesuradamente traumática para nosotros, que toda experiencia estética va a estar afectada por ese trauma inevitablemente. Ahora quiero pensar que estamos terminando esta pesadilla, entonces te diría casi que dentro de esa misma mirada optimista quiero pensar que esto será para todos un pésimo recuerdo, pero un recuerdo acotado de un tiempo acotado, que en todo caso tal vez penetre en algunas obras artísticas que hagan ecos.

No pretendo minimizar el impacto que ha tenido en nosotros, pero me gustaría pensar que dentro de poco será un recuerdo. Para quien lea esta novela dentro de 8-10 meses espero que la esté leyendo en un mundo que ya sea distinto, y quien la lea hoy en donde todavía estamos lamentablemente hundidos en este problema, sea una manera de habitar un mundo diferente al que habitamos en este momento. Siento que muchas veces el arte nos propone habitar en mundos distintos al nuestro, de modo que no me hace ruido que mi novela proponga un mundo donde la gente puede viajar miles de kilómetros atravesando la Patagonia sin que eso sea imposible por una pandemia.

(P): En su visita a Argentina, el francés Michel Houellebecq dijo que la Patagonia no era el fin del mundo, sino “el principio del mundo”. ¿Cuál es tu visión sobre la Patagonia? ¿Cómo te relacionas con ella?

(R): No sé cómo se vive desde Chile la Patagonia, pero desde la Argentina creo que hay como una cosa de utopía vinculada a la Patagonia como una zona de grandes riquezas, de gran futuro, de gran prosperidad. Aunque en realidad eso no se condice con qué tan presente está en la realidad argentina. Todavía hoy en la Patagonia argentina vive poca gente, sus recursos aunque abundantes tampoco es que han cambiado el destino económico del país. Entonces en una parte me parece como uno de esos frecuentes sueños que tiene la Argentina de “en cualquier momento nos hacemos ricos, en cualquier momento pasamos a ser un país desarrollado, en cualquier momento vamos a tener un nivel de bienestar desmesurado”. No nos sucede pero a veces nos conducimos como si ese milagro fuera inminente. No digo que sea el único el de la Patagonia, pero es uno de los sueños que funcionan así. En lo personal me encantan sus extensiones, su soledad, su inmensidad.

(P): ¿Marcas este libro como uno de los más emotivos o emocionales de tu bibliografía?

(R): No lo sé. Siento que me cuesta mucho juzgar mis libros cuando recién acaban de salir, siento que los tengo demasiado encima, me cuesta instalarlos como mi propia historia como escritor hasta que haya pasado un poco de tiempo. Pero sí es verdad que tal vez esta historia, toca algunos de mis primeros temas, de los que me hicieron conocidos como escritor, partiendo por el fútbol, la cuestión de la paternidad, la niñez y la adolescencia como momentos muy fundantes de algunas cosas muy importantes en las personas. Siento que esta novela es un regreso a esos mundos, y digo regreso porque en mis primeros años como escritor son senderos que he recorrido bastante.

Fútbol, literatura y clichés

(P): Te has convertido en un autor de referencia para múltiples periodistas deportivos, por tus libros de literatura sobre fútbol. ¿Eres hoy un lector de este subgénero literario? ¿Cuáles son los clichés que reconoces en él?

(R): En Argentina, específicamente en el mundo del cuento de fútbol, Roberto Fontanarrosa y Osvaldo Soriano fueron dos figuras extremadamente importantes porque fueron dos muy buenos escritores y además les gustaba mucho el fútbol, y se atrevieron a esa mixtura. Y creo que eso le dio cierta solidez al asunto, y se pudieron hacer cosas interesantes. Hay un montón de cuentos de Soriano y Fontanarrosa que siguen siendo bellísimos años después de la muerte de ambos, siguen siendo interesantísimos. Como todo boom se publicó de todo, y en relación a estos clichés que dices yo creo que el cliché más peligroso es el de la propia épica, la hazaña deportiva.

Lo pienso también para los textos de boxeo, para salir un poco del fútbol y en el boxeo pasa con los textos y pasa con las películas. Hay como una construcción que lleva a la consagración final del héroe que es un poco previsible. Donde está en todo caso lo interesante, es cómo escapar de la épica sencilla, la épica de la victoria sobre todo. Eso lo pienso no sólo para la literatura futbolera sino en general, la mejor manera de escapar al cliché es escapar muy poco. Cuando el lector está convencido que vamos hacia allí, y después resulta que no y hasta le da cierta nostalgia por el cliché. Como lector estamos esperando el cliché, hay una parte de nosotros que gusta de cierta redundancia de los resultados narrativos. Hay una parte que se interesa por lo divergente, pero hay una parte que no. Me parece que un lindo desafío es coquetear con los clichés, que quien nos lee suponga que vamos hacía allí y se reconcilie con la idea, y eventualmente nos reclamen la falta de cliché.

(P): Un “cariño” al lector. El cliché es un poco eso…

(R): Yo creo que sí. A veces hay una aspiración a la redondez, a la singularidad del asunto, que cierre completamente una historia en un final agradable, constructivo, reparador. Cuando en realidad la vida nunca es del todo reparadora, de vez en cuando un poquito.

(P): ¿Disfrutas del fútbol sin público en los estadios?

(R): Mi aproximación en general a que se juegue al fútbol en este contexto es la misma aproximación que tengo en general a cualquier trabajo. Me parece que tenemos que tener siempre en este contexto de pandemia, un equilibrio de no excedernos en la inconsciencia y el riesgo, pero tampoco excedernos en la parálisis y enclaustramiento de todas las actividades. Con cautela las cosas hay que hacerlas. Te lo digo como profesor de escuela, por ejemplo. Yo prefiero con máscaras de acrílico y muriéndonos de frío, pues bueno, demos clases así. Lo digo como ejemplo de “cuidándonos pero hagamos las cosas”. Con el fútbol pienso lo mismo, cuidándonos pero hagamos las cosas. Es verdad que los estadios vacíos son de una melancolía pavorosa, pero bueno, mucho más de lo que pensaba porque no soy de esos hinchas que celebran al público y la hinchada y los cánticos, me gusta que estén pero me interesa más de la línea del campo hacia dentro que de la línea hacia afuera. Pero reconozco que me resulta muy tristón este espectáculo de estadios vacíos.

(P): Este mes ocurrieron cosas poco habituales tanto en la Eurocopa como en la Copa América. ¿Le creíste a Cristiano Ronaldo cuando rechazó ese par de botellas de Coca-Cola en su conferencia de prensa?

(R): Mi reacción más políticamente correcta sería decir, qué bien Cristiano, cómo antepone el cuidado de la salud a las necesidades o a las conveniencias del mercado. Pero no sé si estoy tan de acuerdo que vayamos por ahí declamando nuestra moral superior frente a los demás. ¿Cómo decirte? Me sale desconfiar de la pureza moral de los iluminados, en general, en cualquier ámbito de la vida. Incluso en las gaseosas.

(P): ¿Qué rol ha jugado la literatura chilena en su vida como lector? ¿Cuáles títulos recomendarías?

(R): Lo último que leí que me gustó muchísimo fue el de Alejandro Zambra, “Poeta chileno” (novela). Me gustó muchísimo. Naturalmente leí mucho a Isabel Allende. Hay una novela de José Donoso, “Este Domingo” de José Donoso, que es una de las novelas que más me han gustado en la vida. He disfrutado mucho a Hernán Rivera Letelier.

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