Toloza, el protagonista de la novela, es un niño que busca un fin, una identidad, ante padres, adultos y un colegio que no lo entienden. Entonces decide ser un santo, desde la perspectiva de un niño.

El lugar de un mártir

Toloza tiene un hermano menor, Ítalo. A diferencia de él, es muy inquieto. Pero los dos, parecen ser un contratiempo para el colegio como para sus padres. Con problemas de conducta, falta de amigos. Y mucha imaginación, donde realidad, deseos, fantasía… Como la necesidad de explicarse situaciones ante el silencio de los adultos, crean un mundo inasible.

Todo lo anterior, genera un mundo infantil incierto. Donde los límites de lo “normal” se ponen en cuestión. Primero, porque la separación entre realidad, ficción y fantasía es un proceso paulatino. Segundo, porque el relato lo hace Toloza, entonces el lector recibe la historia desde su mirada infantil. Por último, en un ambiente poco acogedor, el protagonista acomoda la realidad para hacerla más adecuada o tolerable para él.

“Es así de trágico con los adultos porque a diferencia de los niños, ya no tienen arreglo. Pueden ver una película, llorar, decirse que cambiarán, pero ya están fritos, es algo que todo el mundo sabe. (sic) Me refiero a que todos podríamos evitar ser adultos. Un santo no es un adulto, un sacerdote tampoco es un adulto, mucho menos un mártir: un mártir ya no es nada.” (p 88)

Toloza, un mundo infantil

El lugar de un mártir es una novela que permite entrar, con buenas cuotas de humor, a un mundo infantil en un momento complejo. Un momento de definición de identidades, de paso paulatino a la adultez. Es un relato que, más allá de los hechos, divaga, se extravía en os pensamientos del protagonista.

“Pero donde hay mucha ciencia hay mucho dolor, así al menos dijo el Rey Salomón, y donde hay medicina y dentistas hay mucha avaricia, esto último lo digo yo.” (p 106)

Lo cierto, lo concreto, se ve periódicamente puesto en cuestión por un protagonista que nos muestra su mundo y sus verdades. Entonces, las catorce estaciones del Vía Crucis son doce, y no es problema. O las citas que hace pueden ser imprecisas o no ser “reales”, pero son parte de la realidad de Toloza.

El lugar de un mártir, más allá de los hechos, introduce en la mente y en el mundo de un niño (en el borde de la preadolescencia). En su complejidad, inclusive en lo que podríamos llamar sus “desajustes”. Como también muestra diversos mundos adultos poco receptivos, condicionando de manera poco empática la vida del protagonista.

El lugar de un mártir está escrito en un lenguaje simple, directo. Sin embargo, no necesariamente es fácil de leer o de seguir el hilo de pensamiento del protagonista. Más reflexión requiere preguntarse sobre los procesos de desarrollo de un niño y sus vínculos y desajustes con los adultos.

La Pollera Ediciones

El lugar de un mártir

Javier Méndez
La Pollera Ediciones

Junio de 2024, Santiago de Chile