A 39.000 pies de altura, 50 personas se alistan para un particular encuentro con el Sol: a las 13:04 horas del lunes 14 de diciembre desde un avión sobrevolando la Araucanía al momento exacto del eclipse total, uno de los eventos astronómicos más cotizados del año.

Arriba, sobre la cordillera, un variopinto grupo manifiesta su nerviosismo de distintas formas. Pamela Díaz, el nuevo fichaje de TV +, pide a viva voz un cargador Samsung porque se quedó sin batería; Mauricio Bustamante se concentra en los botones de su cámara fotográfica; Polo Ramírez conversa con su camarógrafo; y Jordi Castell se pasea por el pasillo con la mascarilla más estilosa del avión que comanda Klaus von Storch, el “Starman chileno”, por lejos el piloto más mediático del país.

De los 50, no pocos han sido invitados como flamantes ganadores de un concurso organizado alrededor del Samsung Galaxy S20 FE, el mismo teléfono que fue entregado a los presentes para registrar el mítico cruce cósmico.

La misión, en rigor, es más compleja de lo que parece: para poder captar el momento, Klaus deberá realizar una maniobra arriesgada que en términos simples se reduce en inclinar la nave para que los pasajeros logren -contorsionándose y de espaldas a sus asientos, mirando el cielo sobre el cielo- capturar una toma de la “Luna encendida”.

Ignacio Díaz

Hay nerviosismo en la tripulación: es probable que nadie lo logre. Es probable que, de los 50, ninguno pueda siquiera mirar al Sol y mucho menos fotografiarlo, y que todo haya sido en vano.

“¡El ISO entre 50 y 200!”, grita por los altoparlantes el guatemalteco Iván Castro, célebre “cazador local de eclipses”. “No vamos a tener tiempo, son sólo algunos segundos y póngale un protector a la cámara si fotografían directo al Sol”, ordena nuestro instructor, complejizando aún más la tarea.

12:55 horas. Klaus informa que ya quedan minutos, que las condiciones climáticas son propicias y que las luces interiores serán disminuidas para una mejor experiencia. Los de la columna derecha, deberán pedirle permiso a los de la ventana contraria si quieren aproximarse al hito solar, advierte.

Para apreciar las sombras de luz proyectadas sobre el territorio chileno, el rito deberá ser inverso: de izquierda a derecha. Uno de los “rostros” de la travesía asegura que ya puede percibir, “y sentir”, que viene el eclipse. Joaquín Méndez ya no puede estar sentado. Y “La Fiera”, inesperadamente, sólo transmite paz.

A las 13:00 horas la evidencia es indesmentible: duelen un poco los ojos y la luz se ha vuelto paulatinamente rojiza. Los ganadores del concurso, arrimados en su mayoría en la columna derecha, deben buscar cupos en la columna izquierda: unos lo consiguen y otros no.

Los teléfonos y los ojos están encendidos y poco a poco el Sol también. La vista antes irritada ahora cede a colores pocas veces asimilados a tanta altura. Y de pronto, sin siquiera notarlo, un arrebol gigante se proyecta sobre las nubles: un arrebol inverso, como si voláramos sobre la sala de operaciones del iluminador del planeta. Pero aquel surrealista tras bambalinas es sólo el inicio.

ECM

A las 13:02 las muestras de asombro se vuelven sonoras, y a medida que avanzan los segundos, las palabras se van acabando o mutan a murmullos. A las 13:03, ya está todo casi oscuro, rojo, negro, naranja y azul a la vez. Los teléfonos van registrando todo. Y sin previo aviso, todos pierden el equilibro mientras caen bolsos al suelo: es la maniobra de Klaus para captar el Sol.

Girando entre gritos y esfuerzos gimnásticos, con algunos mareados y otros desesperándose en silencio, a las 13:04 hay caos pero también emoción, y un piso que se da vueltas al son del vértigo aerodinámico.

Estamos en eso, asimilando el fenómeno, procesándolo, cuando se escucha la frase que nadie quiere escuchar: “Ya fue”. Pero las cinco letras no causan desazón, sino una extraña algarabía y un ánimo de comunicación urgente.

Los “famosos” comienzan a conversar con los no famosos. Y otros, se quejan porque los primeros no les facilitaron el asiento al momento del eclipse. Se genera una pequeña polémica, pero que no alcanza a ser astral ni sideral: ahora, lo que importa, es hablar del eclipse, del universo exterior y la humanidad, del “cosmos y sus planetas”. Estamos en ese extraño halo metafísico comienza Klaus informa que el viaje se acabó, que hay que ajustarse los cinturones para el aterrizaje en el soleado Santiago de Chile.

En el aeropuerto, los tripulantes comparten sus fotos, ideas y teléfonos. “Fue un viaje distinto, ¿te gustó?”, pregunta Klaus, quien el año pasado también comandó un avión con motivo del anterior eclipse solar, aquella vez con el astro a la altura de la ventanilla y sin inclinaciones mediante.

De regreso a la capital, los ganadores del concurso del celular se hacen amigos y coordinan un grupo de WhatsApp donde se inicia un largo cotilleo sobre las actitudes de algunas estrellas de la TV en un momento realmente estelar. Los “rostros”, por su parte, se retiran juntos. Todos, famosos y no famosos, desde las 13:04 hablan de lo mismo: “¿cómo salieron tus fotos?”.

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Ignacio Diaz