Claudio Duarte, sociólogo y académico de la Universidad de Chile, coordinador del Núcleo de Investigación y Acción en Juventudes de la Facultad de Ciencias Sociales, es enfático en hablar de “violencias” al momento de describir las movilizaciones que han agitado las últimas cuatro semanas, y que anoche desencadenaron un acuerdo político transversal por una nueva constitución.

Duarte, que a veces firma como “Klaudio”, es un experto en materias de Cultura, Juventud, Género y Educación Popular, y ha mantenido un vínculo estrecho entre acciones investigativas y académicas con agrupaciones juveniles y sociales. Por lo mismo, es cauto sobre la coyuntura local, y advierte que las causas del malestar ciudadano no se solucionarán con medidas económicas y anuncios grandilocuentes.

(Pregunta) En tus investigaciones hablas de “juventudes” y “violencias”. ¿Cómo definirías las violencias que has visto en este “estallido social”?
(R): Para mí, a partir de los estudios que hemos realizado, las violencias son una forma de relación social. Lo que tiende a ocurrir en nuestra sociedad es que al aparecer un acto de agresión, violencia o maltrato generamos condena y juicio, y pocas veces tratamos de comprender por qué ocurren esas prácticas. Comprender no es justificar: es poner sobre la mesa los distintos elementos que están generando esa forma de relación, para tratar de comprender por qué está ocurriendo, qué la esta gatillando y cómo puedo enfrentarla. Cuando ocurre eso, es más fácil encontrar soluciones. Cuando se cree que la violencia es de un solo tipo y se intenta combatirla de la misma manera, lo más seguro es que vamos a desgastarnos haciendo cosas que no nos ayudarán a resolverla.

(P): ¿Cuáles crees que son los orígenes de la violencia en el Chile de hoy?
(R): Hay que distinguir entre estas violencias que se han estado expresando en los últimos 25 días. Las violencias que han surgido a raíz del estallido social, y que han llevado a destruir cadenas de farmacias, supermercados y bancos, tienen que ver con que hace años la gente le viene quedando en evidencia que los dueños de este tipo negocios han ido ganando mucho más allá de lo que cualquier persona pudiera permitirse, y que han construido toda una estructura legal y jurídica que los ampara ese tipo de ganancias. Incluso a través de la colusión, o de ponerse de acuerdo para subir los precios en el papel higiénico, los pollos, etc.

Eso fue generando una bronca, una rabia muy profunda. No es un tipo de rabia que vaya a emerger rápidamente: es una rabia que se va acumulando, pero que no se expresa socialmente como se está expresando ahora. Se expresa por otras vías: por ejemplo, en algunos estudios Chile es uno de los 3 paísss de Latinoamérica donde se consumen mas fármacos antidepresivos. Tenemos una salud mental malísima, que se ha ido deteriorando notoriamente.

(P): ¿Qué otros aspectos conlleva esto?
(R): Otro aspecto tiene que ver con que en la cotidianidad, la población y en particular los más jóvenes, se han dado cuenta que están totalmente excluidos de lo que se ha denominado ‘desarrollo’, ‘crecimiento’, y que eso que podría traer un bienestar social colectivo no lo trae. Ese bienestar está altamente segmentado, y ven cómo las personas mayores tiene una pensión miserable. Sus papás, eso no es menor. Tienes una vivienda de 30 metros cuadrados a lo sumo, donde se andan pegando cabezazos. En las poblaciones marginales, la gente tiene que decidir si tiene living con dos o tres sillones, o una mesa con sillas; no puedes tener las dos cosas porque las habitaciones no dan para eso.

La calidad de la vida se ha ido deteriorando fuertemente en nuestro país. Súmale a eso que como sociedad le estamos diciendo a los jóvenes que para ser alguien en la vida tienes que estudiar. Sin embargo, lo que no les decimos es que cuando estudien, quedarán endeudados por los próximos 20 o 25 años. Y después, cuando hay una movilización grande de estudiantes para hacer una educación gratuita, salen todos los discursos ideológicos para ponerse por encima de eso. Entonces se van generando un conjunto de casos que van generando bronca y rabia.

Un tercer componente que agravó la situación es que la derecha que está en el gobierno y cierta parte de lo que fue la Concertación, han usado un tono especialmente despectivo con la clase pobre. Como la presidenta de la UDI, que los llama ‘patipelados’ porque “cualquier roto opina de lo que uno está haciendo”, como si ella no hubiese sido elegida por ellos, porque más de algún pobre habrá votado por ella. Y el ministro que dijo que la gente hacia cola para hacer vida social, y el otro que dijo que había que levantarse más temprano (para tener una tarifa reducida en el Metro).

(P): ¿Hay violencia ahí también?
(R): Desde hace rato hay agresividad y violencia en sus territorios. Es agresivo levantarse e irse como sardina en lata a trabajar durante dos horas. Eso es demasiado agresivo para que venga alguien a decir que esto es un oasis. Creo que ahí surgió una soberbia de la clase política, que fue avalada por algunos sectores de la ex Nueva Mayoría, que la gente lo tomó como burla. La percepción que nosotros estuvimos recogiendo en la gente en los días antes al estallido, era que había como un ronroneo muy fuerte de molestia, de rabia, de que ‘se están riendo en nuestra cara’. Y lo estaban diciendo los ricos, los que no tiene que levantarse temprano, los que no son patiplados y se mueven en auto para arriba y para abajo. Esa actitud del amo que habla del esclavo también fue calando muy profundo en la gente.

El año pasado, cuando se movilizaron las jóvenes feministas para demandar que se acabara el abuso y la violencia sexual en Chile, lo que evidenciaron es que la sociedad chilena ha estado construida sobre la violencia. La violencia de una clase que cautela sus privilegios contra otro amplio sector. Y esa violencia, no sólo se manifiesta en términos políticos y económicos, sino también culturales. Se ha venido maltratando a nuestras mujeres por siglos. Eso podría conectarlo con antes, con la invasión española, pero me quedo con los 200 últimos años, y puedo decir que el Estado chileno se ha construido sobre la violencia hacia las clases más pobres, y el patriarcado sostuvo esa violencia. Esa violencia no sólo han sido las instituciones castrenses, sino también las iglesias, y particularmente la jerarquía de la Iglesia Católica, que se vino convirtiendo en encubridora de los actos que el dueño de la querencia cometía contra las mujeres y varones, aunque nosotros nunca nos dimos cuenta que estábamos siendo violentados sexualmente y en términos de género. Ha comenzado a aparecer el saqueo y quema de iglesia, ese es un componente que también hay que considerar respecto de las instituciones que tenían cierto prestigio moral en la sociedad chilena.

(P): ¿Crees que las demandas que hoy existen son expresiones de individualismo, o más bien hay un intento de recuperar sentido de comunidad?
(R): Partamos desde términos puntuales: cuando esa mañana del jueves cuando esto estalló, la ministra de Transporte dijo que esto era sólo vandalismo, porque a los jóvenes no les afectaba el alza. Creo que ahí falta capacidad de leer que los jóvenes no están pensando sólo en ellos. Lo que hicieron, creo, no es un asunto específico de un grupo que cuando le resuelven la demanda van a volver a la sala de clases. Lo que ellos hicieron con el acto de la evasión y abrir los torniquetes para que pasara la gente, y se organizaran dentro de la estación para que los viejitos pasaran y el tumulto no los pasara a llevar, demuestra que no están en una postura individualista. Lo que hicieron fue poner en jaque a la sociedad chilena. Si tú vuelves al documento que la ACES elaboró en 2006, en el verano, el documento con el que se levantaron en su movilización, el documento ya pedía una Asamblea Constituyente para cambiar la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza). Si hubiera sido una demanda solo individualista, la agenda social que propuso Piñera habría bastado.

El otro día una persona me decía ‘a nosotros nos están tratando como si fuéramos imbéciles: si no se modifica el modelo económico de producción y acumulación, esto no va a cambiar’. Y si para eso hay que cambiar la Constitución, no se puede hacer una cosa sin la otra. Eso, los jóvenes lo tienen más que claro. Saben que la reforma del sistema de pensiones depende de eso, para que no haya un Tribunal Constitucional que lo de vuelta.