Por primera vez, Alberto Parra (71) sacó la voz para explicar las razones tras la demanda que pretende anular el testamento de su padre, Nicanor Parra, el cual mantiene enfrentados a los hijos del antipoeta.

En diálogo con revista Sábado, uno de los hijos menos mediáticos del escritor criticó a sus familiares y defendió la postura que comparte con Catalina Parra, su hermana, quien también lo respalda en la acción judicial que todavía está en curso.

Para ambos, el principal problema de este lío judicial radica en la figura de Colombina Parra, quien fue designada como la albacea de la herencia por el propio Nicanor. Entre sus bienes, Parra poseía cuatro propiedades: en Isla Negra, Huechuraba, Las Cruces y La Reina, esta última avaluada en $518 millones de pesos según el diario La Tercera.

“La herencia son seis panes: cinco panes para Colombina y el sexto dividido entre los otros seis”, contó Alberto, en una metáfora similar a la célebre explicación de Parra para explicar la desigualdad de Chile: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”.

“Yo pido mi sexto (pan). Y Catalina su sexto. Ninguna cosa más y participar en todo lo que se quiera hacer, como dice Colombina, que es por el bien de Chile, por el bien del futuro del planeta y toda la huevá, para quedarse con todo. Ella quiere quedarse con todo para poder seguir”, afirma Alberto.

El hijo del autor, fruto de su primer matrimonio, abandonó Chile a los 18 años y actualmente vive en Noruega. Por más de 40 años estuvo ligado al negocio del petróleo, un rubro muy distinto al cariz artístico de la familia. A sus hermanos, los definió así: “Son gente que han vivido de él toda la vida y van a querer seguir viendo de él hasta el futuro. Hasta los nietos”.

“Me tienen que ver como el enemigo. No sé el Barraco, ni Ricardo. Pero la Colombina y el Tololo, su hijo, sí me ven como un enemigo, que no es bueno tenerlo”, comentó Alberto.

Sobre sus razones para no estar presente el día del velorio de su padre, dijo: “Ni fui al velorio, fui después. Acá sacar un billete para ir a cualquier parte, de un día para otro es casi imposible. Traté pero iba a llegar tarde de todas maneras. No había ninguna gracia en comprar un pasaje súper caro y tener que dejar todo botado e irme”, dijo.