Nadan en grandes grupos, se aparean y paren libremente: enormes ballenas jorobadas migran cada año desde la gélida Antártida hasta el cálido Pacífico ecuatoriano para danzar sobre el agua, en un deslumbrante espectáculo que atrae a miles de turistas.

En su temporada de “luna de miel”, que se extiende de mayo a octubre y se concentra en las costas de Puerto López, un pueblo pesquero 295 km al suroeste de Quito, es habitual verlas emerger como misiles de hasta 15 metros de longitud y 30 toneladas de peso, pegar enormes saltos y girar con vistosidad sobre el oleaje.

A bordo de una lancha con turistas hacia la cercana isla de La Plata, la bióloga Cristina Castro explica a la AFP que las bajas profundidades, las formaciones geológicas, los numerosos arrecifes y la temperatura del agua favorecen la concentración de estos cetáceos en la zona.

“Esto permite que las crías nazcan sin temor a los depredadores y las poblaciones sigan aumentando. Cada año es más fácil verlas”, relata Castro, directora de investigación de la ONG estadounidense Pacific Whale Foundation (PWF) en Ecuador.

En sus 18 años de estudio de estos rorcuales, ha identificado, mediante fotografías de las colas, a unos 3.500 ejemplares en aguas ecuatorianas.

RODRIGO BUENDIA / AFP

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El avistamiento de ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) es una de las principales atracciones turísticas en el Pacífico ecuatoriano, adonde los mamíferos llegan tras recorrer unos 7.000 km desde el sur.

Para verlas retozar es necesario ir mar adentro, a una hora en lancha de la costa. A veces hasta se acercan a las embarcaciones como para mostrarse a los humanos.

Pero aquí también se evidencia el impacto del cambio climático en estos mamíferos.

“Hay cambios en las migraciones. Antes llegaban en julio pero ya se las observa desde mayo. Posiblemente incluso se están quedando en meses no usuales en el área de Galápagos (un archipiélago a 1.000 km de la costa ecuatoriana) por la cantidad de alimento que hay”, explica Castro.

En aguas de Moby Dick

El romance de las ballenas con el Pacífico ecuatoriano entremezcla ficción y realidad.

Herman Melville, el novelista estadounidense autor del clásico “Moby Dick” (1851), era un exballenero que en sus viajes llegó a los mares del Ecuador.

RODRIGO BUENDIA / AFP

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La novela sobre el cetáceo blanco está basada en hechos reales del ballenero “Essex”, que naufragó en 1820 tras el ataque de un cachalote.

“La bitácora del Essex indica que estuvo en aguas ecuatorianas, frente a Salango (vecino a Puerto López) y que pasó por Galápagos”, contó Castro.

Otro detalle: en la novela, Ahab, capitán del ballenero “Pequod” que perseguía a Moby Dick, clavó en el palo mayor una moneda de oro que sería el premio para quien diera con la ballena blanca que arrancara su pierna en un intento por ser cazada.

La moneda descrita corresponde a una onza de oro de ocho escudos acuñada por la Casa de la Moneda de Quito en 1842 y que llevaba la leyenda “República del Ecuador”, según la Asociación Filatélica Ecuatoriana (AFE).