El placer supremo, el motor que mueve a todo el mundo, ese ingrediente que nos mantiene adictos a diario; así catalogamos al sexo. Combustible que de forma periódica nos motiva y nos impulsa a salir adelante, moviéndonos siempre en pos de nuestros deseos y anhelos.

Escenario que algunos necesitan muchos minutos para llegar a ese éxtasis que los mantiene vivos; sin embargo, hay otro número de personas que llegar a sentir tal placer les resulta un tanto sencillo, donde la imaginación es nuestra gran herramienta para conseguirlo.

Instancia en que llegar al clímax depende netamente de las neuronas: pensando, recreando, fantaseando o imaginando una escena puntual que nos estimule en demasía. Nada nuevo bajo el sol porque la cosa puede ir todavía más, sin requerir siquiera del funcionamiento de nuestra cabeza, tan solo con nuestro inconsciente, que es lo que le pasa a esa afortunada franja de la población que experimenta orgasmos cuando está durmiendo.

Es así como hace su aparición el neurosexo, comportamiento que está enfocado a que lleguemos al clímax sin estimulación genital, donde la mente es nuestra única herramienta de goce.

Barry Komisaruk es uno de los que más ha estudiado este tipo de sexualidad con experimentos en los que las mujeres llegan al clímax de diferentes maneras. Algunas solo pensando, otras con la combinación de ejercicios de respiración, movimientos pélvicos y fantasías eróticas. Donde en una pequeña manera se intervienen la parte física.

Por otro lado, Barbara Carrellas autora del libro Ectasy is Necessary: A Practical Guide, es una coach sexual que vive en Nueva York y que enseña a conseguir orgasmos de manera distinta, el cual contempla ejercicios respiratorios y movimientos pélvicos. Su máxima postura es que “se debe dejar de llamar al orgasmo algo que ocurre solo cuando estimulamos los órganos sexuales”. Y dentro de este fenómeno erótico Lady Gaga es experta y ya ha reconocido su habilidad para “pensar orgasmos”.

Pero si hay algún campo en el que sea difícil separar sensaciones corporales de pensamientos, es en el sexo, porque aunque uno decida utilizar solo el cerebro para conseguir el placer, lo más probable es que en ese proceso de excitación mental le siga, inevitablemente, todo el cuerpo.

Plano en que específicamente en 1992 Odgen, Whipple y Komisaruk realizaron experiencias medidas en laboratorios y llegaron a la conclusión de que el orgasmo mental, genera la misma respuesta física que cualquier otro: aumento de la presión sanguínea, aceleración del corazón, dilatación de las pupilas, entre otros estímulos.

Closer

Closer

Las personas que nunca han tenido problemas para experimentar la petite morte puede que no hayan reparado en el mecanismo de este proceso, pero los menos afortunados –en su mayoría mujeres, pero cada vez más hombres– están más al tanto de esta sutil colaboración entre cabeza y cuerpo, que deben procurar para tener éxito.

Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “la escuela canadiense de sexología hace una diferencia entre orgasto y orgasmo, y el primer vocablo se utiliza para definir ese conjunto de sensaciones físicas que experimentamos antes de llegar al segundo término.

Cuando ya han llegado a esa fase y empiezan a reconocer ciertos estímulos, incorporamos la mente y les pedimos que además se imaginen situaciones o recreen fantasías sexuales” es lo que sostiene la experta a la revista femenina S Moda.

Del mismo modo, indica que “en la consulta trabaja mucho con las fantasías y hemos constatado que cuando a una persona le cuesta tenerlas es que hay un problema detrás”.

Del mismo modo explica que los mayores casos de anorgasmia son porque la cabeza nos juega una mala pasada y muchas veces está cargada de preocupaciones en donde la mente no logra imaginar ese placer que tanto nos gusta. Pese a que nuestro cuerpo puede responder a los estímulos físicos, no llega a establecerse esa conexión cuerpo-mente.

“Generalmente esto ocurre en las personas que controlan demasiado y que les cuesta dejarse llevar”, comenta Molero. Y es en este mismo plano que uno debe preguntarse ¿qué grado de implicación mental es necesario y cuál es excesivo para llegar al placer máximo? “Una respuesta podría ser: pensamientos eróticos sí, preocupaciones no. Jugar sí, pensar no. Fantasear o recrear sí, racionalizar no”, afirma esta sexóloga.

Quien además sostiene que las mujeres que les resulta mucho más rápido llegar al orgasmo mental son aquellas que tenían una gran facilidad para tener pensamientos eróticos; mientras que las que les costaba experimentar el clímax, fantaseaban menos o utilizaban su mente en otras cosas como preocupaciones, tareas que debían hacer después, trabajo, etc.

Razones suficientes para olvidarse de los problemas y sucumbir antes tales pensamientos un tanto subidos de tonos, donde el placer, la lujuria y el goce se transforman en los ingredientes perfectos para disfrutar del neurosexo.