Las sociedades anónimas han mostrado su completa incapacidad en algo que es básico: vender boletos para ir al estadio. No han sabido hacer lo que se supone hacían mejor: manejar la relación consumidor-producto.

Es increíble que el fútbol se pierda grandes convocatorias por culpa de una muy desorganizada venta de tickets y un consumidor esencialmente maltratado.