Hace un año, los habitantes de la ciudad rusa de Cheliabinsk miraron asombrados hacia arriba y muchos pensaron que había comenzado una guerra nuclear. Un asteroide estalló en el cielo provocando una lluvia de meteoritos que hoy hacen las delicias de los científicos.
Capturada por muchas cámaras de video, la explosión del asteroide hizo añicos los vidrios de muchas ventanas y la luz ultravioleta generada fue tan intensa que más de veinte personas sufrieron quemaduras en la piel.
No pasó de un gran susto que quedó en la memoria popular de los rusos, pero el meteorito de Cheliabinsk para los científicos fue un regalo del cielo. Los astrónomos dicen que les trajo conocimientos sin precedentes sobre la formación y las órbitas de los asteroides o los riesgos de que una roca rebelde pueda impactar la Tierra.
“Fue un evento notable”, dijo a la AFP Mark Bailey, director del observatorio Armagh de Irlanda del Norte.
Sólo unos pocos asteroides cruzan la trayectoria de la Tierra. Muchos menos sobreviven al choque y la fricción con la atmósfera. Los que sí lo hacen, probablemente caigan en el mar, que cubre más de las dos terceras partes del planeta, o en una zona remota, como un desierto, la tundra o la Antártida.
Pero el hecho de que un meteorito explote sobre una ciudad –donde teléfonos celulares y cámaras de vigilancia registraron el evento– y en un país dotado de una rica tradición científica, fue una oportunidad para los investigadores.
El acontecimiento “nos dejó una cantidad colosal de información”, dijo Viktor Grokhovsky de la Academia rusa de ciencias.
Las cámaras de vigilancia ayudan a la ciencia
“Gracias en particular a las grabaciones de vídeo, Cheliabinsk es uno de los 18 meteoritos con los que se pudo hacer un cálculo retroactivo de su trayectoria, para hallar de qué parte del cinturón de asteroides provino”, indicó Grokhovsky al diario Rossiiskaya Gazeta.
Su edad fue estimada en 4.500 millones de años, la misma que la del Sistema Solar.
Tras escrutar estos preciados testimonios, los científicos estiman que el asteroide puede haber medido hasta unos 20 metros y pesado unas 13.000 toneladas.
Al ingresar a la atmósfera, el asteroide se convirtió en objeto dotado de la energía equivalente a un millón de toneladas de TNT, es decir 30 veces el poder de la bomba atómica de Hiroshima.
“El asteroide se desintegró en pedazos pequeños a 45 o 30 kilómetros de altura, evitando causar mayores daños en la superficie terrestre”, indicaron en noviembre pasado un grupo de científicos checos.
La trayectoria, agregan, sugiere que el meteorito fue alguna vez parte de un asteroide de unos dos kilómetros de diámetro llamado 86039, inicialmente divisado en 1999 y que regularmente volvía a pasar cerca de la Tierra.
Los cazadores de meteoritos se lanzaron a la búsqueda de fragmentos, incluyendo un preciado y voluminoso pedazo de media tonelada, recuperada en el fondo de un lago congelado cerca de Cheliabinsk.
Los análisis químicos revelaron que el meteorito era lo que se llama una condrita LL, es decir perteneciente a una minoría de asteroides con alto contenido en cobalto.
Grokhovsky dijo que los fragmentos presentaban intrigantes diferencias. Algunos están recubiertos de una costra más oscura, otros la presentan en toda su extensión y otros sólo en la mitad de su volumen.
“Tal vez sea la radiación del espacio, el impacto, o el efecto de fundición”, agregó el experto.
Un grupo de investigadores se reunirán en Houston (Texas) del 17 al 21 de marzo con motivo de la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria, que dedica una sesión especial al evento de Cheliabinsk.
Barrer del globo civilizaciones enteras
La última vez que un gran meteorito chocó contra la Tierra fue el 30 de junio de 1908, cuando un objeto de más de 70 metros cayó en Tunguska, Siberia, arrasando 80 millones de árboles alrededor, sobre una superficie de 2.000 metros cuadrados.
Los asteroides de Tunguska y Cheliabinski pertenecen al rango bajo de la categoría mediana de asteroides que presentan un riesgo de impacto, según los astrofísicos.
Los asteroides de la categoría mediana pueden infligir daños locales y los de categoría superior un daño a escala regional.
Pero están lejos de pertenecer a la clase de asteroides monstruosos de más de un kilómetro de diámetro capaces de barrer civilizaciones enteras y extinciones masivas.
Ello sucedió hace 65 millones de años, cuando el largo reinado de los dinosaurios concluyó a causa del cambio climático provocado por el impacto en la península de Yucatán en lo que es actualmente México.
Lo inquietante es que los daños potenciales de objetos del tamaño del meteorito de Tunguska deben ser revisados a la luz de lo sucedido en Cheliabinsk.
“En lugar de impactar la Tierra en intervalos de cada 4.500 años, como se pensaba hasta ahora, objetos del tamaño de Tunguska pueden en realidad caer cada algunos cientos de años”, advirtió Bailey. “Es decir mucho más a menudo”.