Nacido y viviendo en Francia, voté por primera vez en Chile el 15 de diciembre de 2013. Si he podido votar es solamente porque me encontraba en Chile. Algún día quizás, al igual que todos los chilenos que viven en el extranjero (se estima que son hoy 800 mil, la mitad radicada en Argentina), no tendré que viajar para poder votar. Lo podré hacer en el Consulado de Chile en París. La posibilidad de haber podido votar, acto sumamente simbólico, me provoca sentimientos encontrados.
Primero, hay varias razones para tener esperanza sobre este tema. Varios adelantos se han logrado desde 2005. En su origen, la Constitución de 1980, que sigue vigente, preveía que para que los hijos nacidos en el extranjero de dos padres chilenos pudieran obtener la nacionalidad chilena (artículo 10) y también gozar de los derechos que otorga la ciudadanía (artículo 13), tenían que estar avecindados por lo menos un año en el territorio chileno. La reforma constitucional del 26 de agosto de 2005 extendió el derecho de sangre (ius sanguinis) y suprimió la condición de avecindamiento para obtener la nacionalidad. En esa fecha, fui considerado oficialmente chileno. Desde la ley N° 20.658 del 31 de enero de 2012 la inscripción en las listas electorales es automática y el voto obligatorio, excepto para los chilenos radicados en el extranjero, quienes tenían que justificar de un avecindamiento de un año en Chile (articulo 6).
En la práctica, parece que esta condición no fue aplicada por el Servel, y todos fueron inscritos en las listas electorales. Entonces, era posible para los expatriados votar, pero en el territorio chileno. Ir a Chile para tener que votar quizás no será necesario en 2017, teniendo en cuenta la aprobación por el Senado del proyecto de reforma constitucional el 11 de diciembre de 2013, que permitiría el voto de los chilenos que viven en el extranjero, pero únicamente para las elecciones presidenciales y los referéndums.
Sin embargo, en la sociedad chilena, el camino parece todavía largo para que este voto sea visto como legítimo. Mientras que en algunos países de Europa, Francia específicamente, el voto de los extranjeros avecindados en el territorio nacional es sujeto a debate, en Chile, la problemática está invertida. Por el lado de la clase política, hubo que esperar 25 años para ver una real posibilidad de evolución. La parte más conservadora de la derecha chilena siempre temió que la mayoría de los votos de los chilenos viviendo en el extranjero fuera hacia la izquierda. Por el lado de la población, es difícil percibir un cambio. La oposición a un tal cambio es a veces feroz. Algunos no aceptan que sus compatriotas que viven en el extranjero puedan tener una influencia sobre reformas y sin sufrir las consecuencias una vez que sean implementadas.
Los argumentos de los oponentes a una tal reforma se basan en prejuicios. La idea predominante es que la mayoría de los que se fueron de Chile lo hicieron por motivos políticos, durante la dictadura. El haberse ido de Chile por motivos políticos, es decir para sobrevivir, ¿justifica la pérdida del derecho a voto? Según la senadora Soledad Alvear (DC), solo el 12% de los chilenos hoy expatriados lo serían por motivos políticos. Los expatriados definitivos son en realidad pocos. Además, durante su campaña, la candidata Evelyn Matthei (UDI) declaró estar a favor del voto de los chilenos en el extranjero, a condición de que puedan justificar de una estadía en Chile en los cinco últimos años, demostrando así su apego a la patria. Esta condición sería problemática: ¿cuántos podrían financiarse un viaje a Chile? También se imagina que los chilenos expatriados se interesan poco en su país. Sin embargo, es desconocer la realidad. Muchos se imaginan que expatriarse es cortar todo vínculo con su tierra natal. Es lo que señaló Manuel García, en junio pasado durante un concierto en el teatro Aleph, en París, donde reconoció su sorpresa al haber encontrado chilenos mucho más interesados y vinculados con Chile de lo que imaginaba. Además, se observa que las cadenas de televisión nacional han hecho accesibles sus programas desde el extranjero, lo que revela una fuerte demanda.
El derecho a voto de los Chilenos radicados en el extranjero es legítimo y necesario. La mayoría de los Estados reconocen hoy un tal derecho a sus compatriotas residentes en el extranjero. En América del Sur, Uruguay es con Chile el único país que sigue sin reconocer una tal posibilidad. Teniendo en cuenta el número importante de chilenos que residen en el extranjero, la condición de avecindamiento no es pertinente. El reconocimiento del derecho a voto participaría también en la tarea de memoria y de reconciliación nacional, empezada hace 25 años. Si la Constitución de 1925 ya preveía la condición de avecindamiento para obtener la nacionalidad chilena en caso de nacimiento en el extranjero, es durante la dictadura que la posibilidad de ejercer sus derechos de ciudadanos fue restringida.
La sociedad chilena tiene que restablecer vínculos estrechos con sus compatriotas radicados en el extranjero. Los hijos de chilenos nacidos en el extranjero, poseen hoy una doble cultura, son la mayoría de la veces titulados, y constituyen para Chile un capital humano importante. Darles el derecho a voto sería tal vez el primer paso para que volvieran definitivamente a Chile. También pueden ser embajadores culturales y económicos para Chile en el extranjero, desarrollando el poder blando (soft power).
En la espera de poder votar en 2017 desde el consulado de Chile en París, y que un día sea posible no solamente para las elecciones presidenciales o los referéndums, es con gran orgullo que voté en Santiago, este 15 de diciembre de 2013. Mi voto es también el de mi familia, y más ampliamente de todos los Chilenos radicados en el extranjero que no han podido viajar para hacer escuchar su voz.
Pablo Ahumada
Chileno, y también francés.