El maquinista del tren descarrilado en Santiago de Compostela, que causó la muerte de 78 personas, debe ser interrogado por un juez este domingo acusado de “homicidio por imprudencia” mientras la ciudad de peregrinaje, sembrada de flores y velas, se prepara para homenajear a las víctimas.

Levemente herido en el accidente del miércoles, Francisco José Garzón Amo, 52 años, fue dado de alta el sábado por la mañana del hospital y trasladado a la comisaría.

Garzón fue detenido formalmente desde el jueves al anochecer y este domingo se termina el plazo máximo de 72 horas de detención preventiva antes de pasar a disposición judicial.

Con dos investigaciones abiertas, una judicial y la otra administrativa, las autoridades señalan de momento al maquinista, con una larga experiencia profesional, acusado de “homicidio por imprudencia” por no frenar a tiempo en una curva limitada a 80 km/h.

Una vez identificados los cadáveres de las 78 personas fallecidas en el accidente, la peor catástrofe ferroviaria en España desde 1944, Santiago de Compostela intenta curar sus heridas antes del funeral solemne para las víctimas previsto el lunes en la catedral.

Enfrente del majestuoso edificio o en la adyacente gran plaza del Obradoiro, flores, velas, pequeñas notas manuscritas o conchas de vieira, símbolo de Santiago Apóstol, fueron depositados por peregrinos de todo el mundo en honor a las víctimas y sus familias.

“Es la sexta vez que hago el camino de Santiago. Nos ha afectado mucho porque en Arzua vimos que enterraban a alguien, una víctima militar del accidente”, confiesa Pedro, un peregrino de 69 años llegado de Cantabria, al norte de España.

“Como creyente me queda esa duda de cómo Santiago ha podido permitir esta desgracia”, añade el hombre de barba grisácea, trajinando el largo bastón de los peregrinos.

El accidente se produjo el miércoles a las 20H42 (14 horas en Chile) cuando el tren procedente de Madrid, un modelo híbrido que puede circular por vías convencionales y de alta velocidad, trazaba un pronunciado viraje a 4 kilómetros de la estación de Santiago.

En ese tramo, la vía no está equipada con un sistema de frenado automático en caso de que el convoy exceda la velocidad máxima.

Según la hoja de ruta del tren, de la que el diario “El Mundo” reproduce un extracto este domingo, el convoy, que sale de un tramo donde puede circular a 220 km/h, debe reducir su velocidad a 80 km/h al llegar a la delicada curva, llamada de A Grandeira.

Pero, según el periódico, “lo sorprendente es que este itinerario deja en manos del conductor el momento y la manera de empezar a desacelerar antes de llegar a la estación. Es decir, Garzón tenía que decidir cuándo frenar para entrar en la curva de A Grandeira a 80 km/h. Nada le decía cómo ni dónde hacerlo”.

¿Qué pasó en la cabina de pilotaje antes de las 20H42? ¿Se distrajo el maquinista con experiencia desde 2003 y tras haber recorrido esa línea 60 veces?

“Cuatro kilómetros antes de donde se produce el accidente (el conductor) ya tiene la notificación de que tiene que empezar a reducir la velocidad”, dijo Gonzalo Ferre, presidente de Adif, que gestiona la red ferroviaria.

“El Mundo” afirma, citando fuentes próximas a la investigación, que el conductor hablaba por el móvil en el momento del drama.

Pero en la pequeña localidad gallega de Monforte de Lemos, donde vive el maquinista, su círculo cercano sale en su defensa.

“Es el único accidente que ha tenido, es un excelente profesional”, dijo Antonio Rodríguez, responsable de transportes en Galicia del sindicato UGT y amigo personal del conductor, con el que empezó a trabajar en Renfe en 1982.

Dos elementos juegan en contra del maquinista: una retranscripción de la comunicación por radio divulgada por el diario “El País” en la que admite ir a más de 190 km/h y un corto vídeo difundido por internet, que parece proceder de una cámara de seguridad, mostrando un tren descontrolado que toma la curva, descarrila y acaba cayendo a la cuneta.

Entre los fallecidos, mayoritariamente españoles, figuran ocho extranjeros, entre ellos una mexicana, una dominicana, una venezolana y un brasileño. Además 71 heridos siguen hospitalizados, 31 de ellos en un estado grave.

Desde el sábado, las familias han empezado a recuperar los equipajes de las víctimas de un gimnasio dispuesto para esta labor. En silencio y con el rostro compungido, poco a poco van retirando las maletas de sus allegados heridos o difuntos.