Multitudes acogieron al papa Francisco este viernes frío pero despejado en la playa de Copacabana, donde preside el Via Crucis, en medio de una polémica por cambios en el programa de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), tras días de lluvia, que ponen en aprietos a las autoridades.

Francisco, el primer papa latinoamericano, cumplió al pie de la letra su prédica de sacar la Iglesia a la calle, paseándose una vez más por el centro de Rio en la primera mañana sin lluvia desde hace varios días, y al caer la noche por la costanera de Copacabana, mientras cientos de miles de fieles gritaban y lloraban en éxtasis.

Frente al mar, en Copacabana, Francisco presidió el Via Crucis, el camino de la Cruz, que representa los diferentes momentos vividos por Jesús desde que fue detenido hasta su crucifixión, en la cual participaron 280 actores y voluntarios.

Camping en Copacabana

La anulación de dos grandes eventos en un gran “Campus Fidei” (campo de fe) en Guaratiba, a 60 km al oeste de Rio, a causa de las lluvias torrenciales de los últimos días, ha provocado cuestionamientos a la organización de la JMJ.

El propio alcalde de Rio, Eduardo Paes, atribuyó una “nota cerca de cero” a la organización, considerada como el gran test para la ciudad que acogerá partidos de la Copa del Mundo de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016.

En vez de peregrinar hacia Guaratiba a lo largo de 13 km, finalmente los jóvenes peregrinarán 9,5 km del centro de la ciudad hasta Copacabana el sábado. Luego dormirán en la playa de Copacabana, y no en el Campus Fidei, en una vigilia en la que el papa rezará una oración.

El domingo, la misa de clausura de la JMJ también fue trasladada a Copacabana, mientras en Guaratiba, el enorme y costoso altar circular que se construía desde enero para la ocasión ha quedado convertido en un enorme elefante blanco.

Otras fallas de organización marcaron la primer visita del papa Francisco al extranjero.

El lunes, cuando llegaba al centro de Rio proveniente del aeropuerto, el pequeño automóvil Fiat Idea en que viajaba quedó bloqueado en varias oportunidades entre autobuses y una multitud entusiasta. Su entorno tuvo miedo, aunque el papa bajó la ventanilla y estrechó manos.

El martes, un problema de electricidad paralizó durante mas de dos horas el metro de Rio, sembrando el caos en la ciudad justo antes de la misa de apertura de la JMJ en la playa de Copacabana.