La capacidad de compartir conocimiento y aprender de otros sería clave para diferenciar a las personas de los chimpancés y habría permitido a la especie humana dominar el mundo moderno, sugirieron científicos el jueves.

Una investigación publicada en la revista Science apunta a descubrir qué hizo que los humanos pudieran establecer lo que se conoce como cultura acumulada, la suma de conocimiento que ha llevado a mejoras tecnológicas a lo largo de la historia.

Aunque estudios anteriores han demostrado que los chimpancés pueden aprender de sus pares, ninguna de sus habilidades es comparable a las de los seres humanos en las mismas pruebas, y los científicos han debatido durante mucho tiempo qué es exactamente lo que promueve la creación de un conocimiento cultural cada vez más complejo.

El estudio actual comparó grupos de niños de tres y cuatro años con otros grupos de chimpancés y monos capuchinos, los cuales trataron de obtener dulces tras resolver un rompecabezas en tres etapas.

Los chimpancés y monos capuchinos no lograron en gran medida avanzar en los tres niveles. Sólo un chimpancé llegó a la tercera etapa después de 30 horas y ningún mono capuchino lo hizo en 53 horas.

Sin embargo, en cinco de los ocho grupos de niños analizados hubo al menos dos individuos que llegaron a la tercera fase del rompecabezas.

La diferencia es que los niños fueron más capaces que los monos de aprender observando de las demostraciones y de comunicar y compartir sus conocimientos con sus pares, indicó el equipo de investigadores de Francia, Estados Unidos y Reino Unido.

Los niños también tuvieron gestos de buena voluntad, a diferencia de los chimpancés y monos, que fueron poco solidarios entre sí.

“La enseñanza, la comunicación, el aprendizaje por observación, y la sociabilidad jugaron un papel importante en el aprendizaje cultural de la humanidad, pero estuvieron ausentes (o desempeñaron un papel pobre) en el aprendizaje de los chimpancés y los monos capuchinos”, señaló el estudio.

Los niños fueron observados a menudo explicándose unos a otros cómo avanzar en las distintas etapas del puzzle y mostrando a un compañero lo que debía hacer.

Los niños también copiaron las acciones de los demás con más frecuencia que los monos, y el 47% compartió de forma espontánea un dulce con un amigo. Los chimpancés y monos nunca compartieron sus dulces de esa manera.

Ese tipo de intercambio muestra que los humanos comprenden la necesidad de avanzar por un bien mayor, sugirió el estudio.

“Si las personas voluntariamente comparten su premio con los demás, significa que entienden que otros comparten la motivación de logro de la meta que ellos alcanzaron”, dijo el estudio.

“En contraste, los chimpancés y los monos capuchinos parecían interactuar sólo para obtener premios para sí, de una manera totalmente egoísta, en gran parte independiente de la actuación de los demás, y exhibiendo un aprendizaje limitado de apariencia principalmente asocial”.

El estudio fue dirigido por L.G. Dean, de la Universidad de St. Andrews en el Reino Unido, con colegas de la Universidad de Durham, la Universidad de Texas y la Universidad de Estrasburgo en Francia.

“Este trabajo proporciona muchas ideas nuevas y valiosas sobre la cultura acumulativa”, señalaron, en un artículo publicado al margen de la investigación, Robert Kurzban del departamento de psicología en la Universidad de Pensilvania y H. Clark Barrett, del departamento de antropología de la Universidad de California en Los Ángeles.

Pero dada la complejidad de la psiquis humana, “terceras variables no medidas pueden ser responsables tanto de las diferencias entre las especies como de los efectos dentro de la especie”, como la capacidad para detectar si un compañero necesita ayuda para aprender.

Además, como la cultura humana ha evolucionado tanto, cualquier avance en el proceso podría haber distinguido a los humanos de los monos, y esto puede haber ocurrido hace muchos siglos y por lo tanto no se puede medir hoy, argumentaron.