Estados Unidos reaccionó con prudencia ante la muerte del dictador norcoreano Kim Jong Il, insistiendo en la necesidad de la “estabilidad” en la región, pero reservándose el comentar a fondo sobre la desaparición de uno de sus más acérrimos e imprevisibles enemigo.

“Seguimos de cerca las informaciones sobre la muerte de Kim Jong Il. El presidente (Barack Obama) ha sido puesto al corriente y estamos en estrecho contacto con nuestros aliados de Corea del Sur y Japón”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.

“Seguimos comprometidos con la estabilidad en la península coreana, y con la libertad y seguridad de nuestros aliados”, añadió Carney en un breve comunicado.

Lo anterior se da luego de que Kim Jong Il, cuya salud era frágil desde hace años, muriera el sábado, y su hijo Kim Jong Un fuera designado como su sucesor, tal como anunciaron durante la mañana los medios oficiales del regimen comunista, declarado enemigo de Estados Unidos.

Si bien el ejecutivo estadounidense no se pronunció en lo inmediato sobre el fondo de esa información, conocida ya entrada la noche del domingo en Washington, un legislador republicano calificó al dirigente norcoreano muerto como la “personificación del mal”.

“Kim Jong Il era la personificación del mal, un dictador de la peor especie que dirigió a su país con mano de hierro e infligió constantemente dolor y sufrimiento a su pueblo”, afirmó el republicano Don Manzullo, presidente de la subcomisión encargada de Asia Oriental en la Cámara de Representantes.

“Esperamos que su muerte marque la apertura de un nuevo capítulo para Corea del Norte. Esta es la ocasión para Corea del Norte de escapar a un ciclo de opresión y de emprender un nuevo camino hacia la democracia”, añadió Manzullo.

Un exportavoz del departamento de Estado, Philip Crowley, advirtió por su parte sobre los posibles peligros que podría enfrentar Estados Unidos y sus aliados con el arribo al poder de Kim Jong Un.

“Podría haber provocaciones (de parte del regimen norcoreano) durante un cierto tiempo, mientras intenta hacer sus pruebas”, dijo Crowley al referirse al joven sucesor de su padre, casi un desconocido que queda al frente de una potencia nuclear.

La muerte de Kim Jong Il el sábado se produjo el mismo día en que su país aceptaba suspender su programa de enriquecimiento de uranio con fines militares, una precondición fijada por Estados Unidos para retomar las negociaciones sobre el desarme y la ayuda alimentaria.

Según una fuente diplomática anónima citada por los medios surcoreanos, Washington aceptó por su lado proporcionar a Pyongyang 240.000 toneladas de ayuda alimentaria.

Estos avances han sido considerados como naturales para favorecer el relanzamiento de las conversaciones a Seis (Estados Unidos, Rusia, las dos Coreas, China y Japón) sobre la desnuclearización de Corea del Norte, que ha tenido sus marchas y contramarchas.

Esas conversaciones buscan convencer a Pyongyang de renunciar a sus ambiciones nucleares a cambio de una importante ayuda energética y alimentaria. Las negociaciones se encuentran en un punto muerto desde diciembre de 2008. Corea del Norte rompió toda discusión en abril de 2009, un mes antes de proceder a realizar un segundo ensayo nuclear.

Recordemos que al recibir el 13 de octubre pasado a su cercano aliado el presidente surcoreano Lee Mung-Bak en la Casa Blanca, Obama advirtió a Corea del Norte contra las provocaciones, que han sido una especialidad del regimen, asegurando que con ello sólo lograría reforzar aún más su aislamiento internacional.