Desde su alejamiento de la Selección Chilena un 4 de febrero de 2011, el técnico argentino Marcelo Bielsa aún no ha logrado retornar a las canchas, o en rigor, al borde del césped.
En los últimos días España se revolucionó con una posible llegada del rosarino al Sevilla, donde incluso circularon fotos con el DT arribando al aeropuerto de San Pablo para fichar por el cuadro andaluz, imagen que correspondía a partida de Bielsa desde Santiago.
No cabe duda que muchos equipos desearían tener al trasandino sentado en la banca, pero no es fácil convencer al “Loco”. Que lo diga Harold Mayne Nicholls, a quien le costó un par de meses y su buena cuota de paciencia traerlo a Chile.
¿Porqué cuesta tanto convencerlo? La principal razón es que Bielsa necesita de la confianza en su trabajo y estilo de sus empleadores, para lo cual requiere de un grupo multidisciplinario que no todos pueden darse el lujo de pagar.
Un ejemplo claro fue su paso por Chile, en donde trabajó en completa paz en el búnker de Juan Pinto Durán, con tiempo y recursos para plasmar un estilo y un grupo de jugadores a los que podía moldear a su sistema.
Lo anterior son cuestiones esenciales para el argentino, especialmente los periodos que dispone para lograr objetivos. Incluso en el centro de trabajo de la Selección Argentina en Ezeiza había un letrero puesto por el rosarino que rezaba: “Para los milagros necesitamos tiempo”.
Pero además cultiva un bajo perfil, lejos de las cámaras y declaraciones polémicas, incluso se reserva celebraciones en público, pues a su juicio “festejar con el público me parece que es un derecho exclusivo de los jugadores”.
Aunque como toda regla, tiene arranques de pasión, como cuando logró el título con Newell’s en 1990, algunos goles de la “Roja” en las Clasificatorias, o una recordada discusión con Pierluigi Casiraghi, DT de la Selección Italiana Sub 23 luego de perder la final del Torneo de Toulon.
Terminado el partido, el calvo estratega italiano se acercó a Bielsa para el saludo de rigor, lo que fue aprovechado por el ex técnico de la “Roja” para recriminarle su estilo de fútbol. “Eso no es fútbol, eso no es fútbol. todo pelotazos al 9. Eso no es fútbol. Ustedes, todo por arriba. Eso no es jugar, eso no es jugar”, expresó en uno de sus pocos “incidentes” que registra en la cancha.
Su estilo no es atractivo para los clubes, especialmente de los europeos que sólo en casos excepcionales creen en los procesos largos, como los finalistas de la Champions, sumado a que su alejamiento de los medios de comunicación no favorecen el márketing de de esos cuadros.
Aunque hay un club europeo que le llama la atención, tal como lo reveló en una de las pocas entrevistas que se le han realizado. “Para mí, el gran logro del Barcelona, más allá de haber logrado jugar como juega, es haber logrado que su público, y casi diría que el público universal, reconozca su estilo y le tenga tolerancia y paciencia”.
Tolerancia y paciencia. Dos factores que deben tener quienes precisen de sus servicios, pero que contrasta con el principio de tiempos que impera en el fútbol actual, tan resultadista, como lo reconoció el propio rosarino: “Nosotros nos resistimos a invertir en aquello que no se percibe inmediatamente”.
Y por eso lamentó tanto su despedida de nuestro país, donde encontró la tolerancia que no encontró en sus compatriotas. “Se que pierdo mucho al irme de Chile. Aprendí a amar la vida en este suelo. A los futboleros y, si se me permite, a los chilenos en general, muchísimas gracias. Estos tres años y medio fueron un regalo de la vida.”