Con el cuarto puesto logrado en el Mundial de Sudáfrica-2010, la selección uruguaya de fútbol se convirtió en una de las grandes sensaciones del torneo, devolvió al país a la elite mundialista tras cuatro décadas de fracasos e inundó de optimismo a una sociedad que empezó a soñar con Brasil-2014.
Tras unas eliminatorias en las que Uruguay estuvo a punto de quedarse sin boleto al Mundial -llegó por la vía del repechaje-, la otrora desteñida Celeste recuperó el color al convertirse sorpresivamente en el único sudamericano que llegó a semifinales, tras la eliminación del favorito Brasil, además de Argentina, Paraguay y Chile, los tres primeros en cuartos de final y la ‘Roja’ en octavos.
Con un trío goleador integrado por Diego Forlán -ganador del Balón de Oro como mejor jugador del Mundial- y los jóvenes Edinson Cavani y Luis Suárez, Uruguay echó mano de su legendario tesón y logró que la garra charrúa dejara de ser asociada con juego duro y recobrara su significado de levantarse ante la adversidad y luchar hasta el final por la victoria.
Luego de un debut cauto ante Francia en Sudáfrica, que terminó en un empate 0-0, la Celeste mostró la primera señal de explosión futbolística el 16 de junio al golear 3-0 a la local Sudáfrica, en un ‘Pretoriazo’ que acalló a las ruidosas vuvuzelas de los dueños de casa.
Tras imponerse 1-0 a México, los uruguayos culminaron primeros e invictos en su serie de primera ronda y enfrentaron a Corea del Sur en octavos de final, al que vencieron 2-1 con dos goles de Luis Suárez, del Ajax de Holanda.
Pero fue el 2 de julio en Johannesburgo cuando los uruguayos acapararon todas las miradas con un partido de infarto en cuartos de final ante Ghana: cuando el encuentro estaba igualado 1-1, en el último minuto de la prolongación Suárez detuvo con la mano el que era el gol de la victoria ghanesa, lo que le valió la expulsión y un penal para los africanos.
Asamoah Gyan remató al travesaño el penal y permitió a la Celeste llegar a la definición por penales, donde se impuso 4-2 y logró el pasaje a semifinales, algo que no lograba desde el cuarto puesto en México-1970.
“Estamos en una fiesta a la que no fuimos invitados”, aseguró entonces el entrenador uruguayo, el maestro Óscar Tabárez.
Hasta allí llegó el sueño de la escuadra celeste, que aunque peleó hasta el último suspiro cayó 3-2 ante Holanda en semifinales y luego 3-2 frente a Alemania en el partido por el tercer lugar del podio.
Sin embargo, la población uruguaya dejó de lado el recuerdo de las glorias pasadas logradas con dos Copas del Mundo, en Uruguay-1930 y en Brasil-1950, endiosó a este equipo y celebró como nunca antes el cuarto puesto.
Con todos los rincones del país teñidos de celeste, un sentimiento nacionalista que parecía perdido hermanó a esta pequeña nación de 3,4 millones de personas donde el fútbol se vive casi como una religión, y cientos de miles de uruguayos se lanzaron a las calles en un festejo inédito en la historia reciente del país.
“Hay un efecto en el pueblo uruguayo de lo que hizo el equipo, sobre todo en los niños y los jóvenes de 30 años que nunca habían visto estas cosas”, opinó entonces Tabárez.
“Hemos demostrado que es posible, no digo meternos en el grupo de las potencias, pero sí tener un equipo competitivo, que sea difícil de enfrentar para cualquiera (…) que merezca el reconocimiento por su corrección, por apostar a futbolistas jóvenes”, aseguró el DT.
Tras el Mundial de Sudáfrica, Tabárez renovó su contrato por cuatro años más con la meta de incorporar a su trabajo el desarrollo del fútbol infantil y juvenil del país.
En los meses que siguieron se sucedieron los homenajes, las ediciones especiales y hasta un almanaque en el que posaron como modelos los futbolistas, convertidos en flamantes héroes nacionales por haber demostrado que “se puede”.
“Hay que construir esfuerzos colectivos, tener capacidad de volver a empezar, levantarse. Este es el mayor legado de este sueño celeste (…) que va a continuar”, aseguró el presidente de Uruguay, José Mujica, en julio, cuando plenos de optimismo los uruguayos ya comenzaron a soñar con reeditar en Brasil-2014 el mito nacional del ‘Maracanazo’.