La determinación del Partido Republicano, reciente vencedor de las elecciones legislativas, de disminuir el déficit presupuestal de Estados Unidos, será rápidamente puesta a prueba en los hechos y podría llevar a la paralización temporal de ciertas actividades del gobierno.

Contrariamente a una creencia extendida, el gobierno estadounidense no puede ordenar gastos a su antojo. Como cualquier operador de una cuenta bancaria, Washington tiene un límite para operar en descubierto.

Pero en lugar de solicitar una ampliación a su banco, los presidentes norteamericanos deben demandar un permiso del Congreso. Un ejercicio ordinario que esta vez podría transformarse en un asunto delicado para el presidente demócrata Barack Obama.

En enero próximo, un año después del último aumento autorizado de la deuda, el gobierno posiblemente sobrepasará el techo actual de su deuda.

Obama deberá entonces mendigar amablemente un nuevo umbral para la deuda ante un Congreso que ahora incluye a numerosos republicanos conservadores y a los candidatos del ultraconservador movimiento “Tea Party”, quienes estiman que los 1,43 billones de dólares actuales ya es un nivel bastante elevado.

Uno de los responsables más influyentes de la derecha, el ex presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, exhortó a los republicanos a rechazar un incremento del umbral de la deuda. Y la amenaza es tomada muy en serio tras el cambio en la mayoría de la Cámara y con una minoría fortalecida como para bloquear cualquier acción del Senado.

“Normalmente eso es automático”, explicó a la AFP el ex secretario de Trabajo Robert Reich. “Pero el nuevo bloque del ‘Tea Party’ del Partido Republicano insistirá en hacer que sea un gran tema” el incremento de la deuda, añadió.

Las encuestas muestran que los estadounidenses están enfadados ante lo que consideran como gastos excesivos en momentos en que muchas familias han sido obligadas a ajustarse el cinturón. Y los republicanos ya han votado en el pasado por el cierre temporal de servicios del Estado para ajustar el gasto.

En 1995, el Partido Republicano no autorizó el incremento de la deuda estadounidense, lo cual obligó a cerrar por varios días todos los servicios no esenciales del Estado con el fin de evitar un default que sería catastrófico para la economía.

Según Reich, quien sirvió bajo el gobierno del presidente demócrata Bill Clinton, la línea dura de los nuevos congresistas del ‘Tea Party’ debería chocar con algunos personajes importantes del Partido Republicano, reticentes a alimentar el argumento demócrata que los califican de “obstruccionistas”.

“Los republicanos más tradicionales, incluyendo (al muy probable futuro presidente de la Cámara de Representantes) John Boehner, no querrán comprometerse en una lucha contra la Casa Blanca (…) para ver quién cede primero”, estimó Reich.

Ciertas señales indican que la derecha dura podría no estar lista para disparar contra la política presupuestal, debido a que ello enviaría una señal muy negativa a los mercados.

“Nadie, cualquiera que sea la mayoría en el poder, quiere ver a Estados Unidos decretar un default de su deuda”, afirmó Mattie Corrao, del grupo conservador estadounidense American for Tax Reform (Estadounidenses por una reforma de impuestos), que habitualmente aconseja votar contra un incremento del techo de la deuda.

Los expertos financieros ya han prevenido que todo cierre, ya sea por una semana o dos, de los servicios públicos sería un completo desastre económico.

Según David Min, del Center for American Progress, un grupo de reflexión asociado a la izquierda, un cierre de servicios neutralizaría el efecto de relanzamiento económico de 600.000 millones de dólares anunciado la semana pasada por la Reserva Federal.