Los familiares de 34 mineros atrapados desde el jueves en la mina San José al norte de Chile pasaron la noche y permanecían este sábado cerca al yacimiento a la espera de noticias de sus parientes, y con la esperanza de reencontrarse rápidamente con ellos.

A la luz de una fogata y abrigados con mantas, los familiares se resguardaban del intenso frío que invadía la rocosa montaña en pleno desierto de Atacama, negándose a volver a sus casas y siempre a la espera de cualquier información. Pero la situación sigue igual y no se ha podido establecer contacto con los mineros.

Los trabajadores están atrapados a 400 metros de profundidad en esta mina de cobre y oro por un derrumbe, y las esperanzas de familiares y allegados se concentran en la posibilidad de que lograran llegar a un refugio diseñado para estos casos con víveres, agua y oxígeno para unas 48 a 72 horas.

Hasta ahora no hay certeza del tiempo que puedan tardar los rescatistas, según comentó a la AFP, Segundo Gómez, que tiene a su hermano dentro.

“Dicen que tenemos para rato”, comenta en las afueras de la mina, cuando el frío comienza a sentirse con fuerza y los familiares se dan ánimo mutuamente, sin perder la esperanza.

“Tenemos esperanza de que salgan con vida”, dice Nolvia Miranda, que también aguarda por un familiar atrapado.

Un grupo de bomberos del Chañaral, especializado en rescates en pequeñas minas, junto a equipos procedentes de varias minas cercanas -como la Michilla, la Candelaria o el Peñón- acudieron a cooperar en las tareas de socorro.

La empresa aseguró que la situación era “compleja” y se sigue a la espera de que los equipos puedan acceder hasta donde se encuentran atrapados los mineros a través de un ducto de ventilación, dado que no se puede llegar por la rampa principal, donde ocurrió el derrumbe.

Un operario que participó en las tareas de rescate trabaja en la mina desde hace 11 años. Se encontraba en sus días de descanso pero al conocer la noticia llegó al yacimiento para colaborar.

“La mina es como un caracol, baja hasta 7 kilómetros, y dentro está todo oscuro, no se ven ni las manos”, dice a la AFP este operario que prefiere guardar el anonimato.

“Me voy a meter de nuevo, no me da miedo”, aseguró el minero, quien dice estar dispuesto a arriesgarse de nuevo para salvar a sus compañeros, entre ellos su cuñado, que llegó a trabajar a la mina gracias a él.

Omar Reigadas, de 56 años, debía entrar a trabajar este viernes a las ocho de la mañana, en su turno habitual de doce horas. Ahora colabora junto a unas 300 personas en el rescate.

Los mineros del yacimiento San José trabajan en un régimen de siete días de trabajo por siete días de descanso.

Luciano Reigadas, su hijo, asegura que otros dos yacimientos de la empresa fueron clausurados por derrumbe, sin embargo, explica que la mayoría de personas que trabajan en la mina asumen el riesgo porque “para compensar las inseguridades pagan mejores sueldos”.

Reigadas tenía un sueldo que oscilaba los 800.000 pesos, ligeramente superior al de otras minas, según los trabajadores.

“Te empuja la necesidad”, comenta su cuñado, quien también reside en Copiapó, donde la mayoría de hombres en edad activa se dedica a la minería.