Las fuerzas de seguridad nigerianas que aplastaron la rebelión de una secta islamista en el noreste del país reforzaron el sábado las patrullas en la ciudad de Maiduguri, donde numerosos cadáveres se descomponían en las calles.
Decenas de soldados y policías antimotines registraban los automóviles y controlaban la identidad de todas las personas que ingresaban en la ciudad, recuperada esta semana de manos de los insurgentes que se declaran inspirados por los fundamentalistas talibanes, comprobó un periodista de la AFP.
El reportero vio esparcidos unos 30 cadáveres en tres de los cinco distritos donde se registraron los combates más violentos.
Un olor nauseabundo se repandía en uno de esos distritos, Ngomari Costain, situado detrás de la morgue del hospital universitario, donde los cadáveres se amontonaban, de acuerdo con fuentes médicas.
Unas 600 personas perecieron en los enfrentamientos de esta semana entre las autoridades y los miembros de la secta llamada “Talibán”.
El general Paul Dike, jefe de Estado Mayor de Defensa, afirmó el viernes que el ejército rastrillaría “cada pulgada de terreno, para asegurarse de que hechos semejantes no vuelvan a ocurrir”.
“Estamos movilizados y somos capaces de aplastar cualquier ataque contra la seguridad de Nigeria”, agregó el oficial, tras visitar Maiduguri.
El líder de los insurgentes, Mohamed Yusuf, de 39 años, murió a manos de la policía, tras ser capturado el jueves.