En Chile, país de 18 millones de habitantes, existen más de 25 millones de teléfonos móviles. Casi tres de cada cuatro personas portan un celular, asegura el sitio especializado emarketer.com. La tendencia es alcista: el año pasado constituyeron el segundo rubro de importación (sólo superado por los combustibles) con un valor de mil 600 millones de dólares, informó el Banco Central.

Estos artefactos tecnológicos forman parte de la vida cotidiana del individuo moderno. Su multifuncionalidad los hace extraordinariamente útiles: comunicarse, efectuar pagos, trámites online, informarse, ver videos, escuchar música, jugar, leer, tomar notas, fotografiar. Los aparatos se han vuelto, sobre todo en el último lustro, un “compañero” inseparable del ser humano (al menos en una extensa área del planeta).

¿Cuántas veces al día, en promedio, se interactúa con los dispositivos? De acuerdo a una investigación de Apple, sus usuarios desbloquean los iPhone alrededor de 80 veces al día, y como norma tienen contacto con la pantalla en miles de ocasiones. En Estados Unidos, según una encuesta de Deloitte, la cifra disminuyó a casi 50 veces en 24 horas. En resumen: descontando el tiempo de sueño, los estudios confirman que (como mínimo) cada menos de 20 minutos se revisan los celulares.

Aunque estos números parecen altos, la relación humano­-máquina resulta más estrecha. Aún cuando no los utilizamos, los mantenemos cerca: en el bolsillo del pantalón, en el bolso, junto a la mesita de noche, sobre la mesa de trabajo. Tal cercanía ocurre de manera “natural”, frecuentemente inconsciente. Ese velo imposibilita al usuario conocer los crecientes riesgos sanitarios de la tecnología.

picjumbo.com (CCO)
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Continuamente se revelan estudios médicos que asocian determinadas enfermedades a la telefonía móvil. La preocupación es creciente, sobre todo en las edades tempranas. Sin embargo, la industria global, los medios de comunicación y las entidades públicas no consiguen proteger lo suficiente a las personas.

La ciencia no deja lugar a dudas: aunque extremadamente útiles, los celulares pueden acarrear nocivos efectos secundarios.

Más contaminados que un baño público

Entre los lugares más sucios del imaginario popular se encuentran los baños públicos. Han hecho “mérito” suficiente para alcanzar tan honroso podio. Pero un reciente competidor los ha desbancado: la pantalla de los teléfonos inteligentes.

En 2010 la Universidad de Stanford (California, Estados Unidos) reveló un estudio que ponía los pelos de punta: la superficie táctil de estos dispositivos contenía 18 veces más microorganismos que un inodoro público. Y peor: el 33 por ciento de las bacterias quedaban impregnadas en las yemas de los dedos.

Investigaciones posteriores han confirmado la tesis. La Universidad de Arizona contó más de 160 mil gérmenes por centímetro cuadrado en las pantallas (2014); y la microbióloga Maite Muniesa, de la Universidad de Barcelona, calculó en 600 la variedad de agentes patógenos en los celulares, contra 20 que se detectan usualmente en las tasas de baño.

Los científicos de Arizona descubrieron, entre muchas otras, el Estreptococo y la Escherichia coli, causante de numerosos padecimientos en los humanos. Aunque la detección del patógeno no implica necesariamente enfermarse, sí se recomienda medidas higiénicas: mantener los teléfonos lejos de los alimentos y asearse las manos antes de cenar, por ejemplo.

“La gente lleva el celular a todas partes, incluso a sitios como el baño o en situaciones en las que normalmente se lava las manos antes de hacer algo, como tocar alimentos. Sin embargo, se lavan las manos y vuelven a tocar su celular, trasladando los gérmenes de nuevo a sus manos“, señala la investigación de Arizona.

Pixabay (CCO)
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El contacto constante con estas superficies puede provocar, entre otras, infecciones respiratorias y gastrointestinales. Los médicos recomiendan limpiar las pantallas al menos un par de veces a la semana, con una solución de 60 por ciento de agua y el resto de alcohol. Una toallita húmeda de microfibra evita rayarlos.

Estos riesgos son sólo el comienzo.

Tendinitis, insomnio, ansiedad: efectos secundarios de la tecnología móvil

Recientemente los doctores de la Clínica Mayo, en Minnesota (Estados Unidos), alertaron de una dolencia bautizada “pulgar de celular”. Alude a la inflamación de la porción terminal del músculo, que de persistir puede agravarse a una lesión más severa. Según los médicos, este padecimiento lo padecían antiguamente los trabajadores de las fábricas (por las características de su trabajo) pero cada vez se expande a otros grupos sociales.

La especialista en ingeniería biomédica, Kristin Zhao, estudia el problema desde hace siete años. Considera que los pulgares no están biológicamente diseñados para esa función, por lo cual hace movimientos incómodos a manipular los celulares. Las articulaciones y huesos se mueven de una manera diferente que en una situación normal; esto “podría estar causar el inicio del dolor y la eventual osteoartritis”, explicó.

Otro padecimiento más generalizado es la nomofobia (anglicismo de no-mobile-phone-phobia), una enfermedad del siglo XXI: consiste en el miedo irracional a salir de casa sin el móvil. La profesora colombiana María Mercedes Botero, especialista en psicología del consumo, ha explicado que “mientras más se use, más se padece”.

“Cuando la persona hace uso excesivo, para chatear, llamar o interactuar con redes sociales, perder de vista o de mano el equipo crea la ansiedad que produce la enfermedad”. Esta adicción se ha estudiado y relacionado a una “sensación de compañía”; es decir, la necesidad de estar conectados para no sentirse solos, explicó la experta.

La higiene del sueño es otra de las áreas afectadas por el uso excesivo de los teléfonos móviles, en especial los Smartphone. Un estudio del Instituto Politécnico Rensselaer, de Nueva York, comprobó que una exposición de dos horas antes de ir a dormir disminuye en un 22 por ciento los niveles de melatonina, una hormona reguladora que se produce durante la noche, en la oscuridad, y que propicia quedarse dormido.

Los más vulnerables: los niños

Los infantes son especialmente sensibles a los efectos nocivos de la telefonía móvil. En 2011 la organización británica MobileWise publicó el informe “Mobile phone health risks: the case for action to protect children”, donde se relacionan más de 200 estudios sobre el tema.

La iniciativa fue acogida por prestigiosos médicos como la Dra. Devra Davis, del American College of Epidemiology; Denis Henshaw, Profesor Emérito de la Universidad de Bristol; Dr. Charles Teo, profesor de la Universidad de New South de Gales; y encabezado por el británico Kevin O’Neill, del Charing Cross Hospital, en Londres.

O’Neill afirma en la introducción del trabajo: “El cuerpo sustancial de pruebas destacadas en este informe sugiere que el uso de teléfonos móviles puede estar vinculado con una serie de problemas de salud importantes. Estos incluyen, pero no se limitan, a tumores cerebrales”.

Esto se debe, en gran medida, a que los niños poseen cráneos más delgados, cerebros más pequeños y un tejido neuronal más blando, lo que los vuelve más susceptibles a la radiación de la telefonía móvil.

“La exposición hacia teléfonos celulares durante el embarazo podría tener efectos en la corteza prefrontal del cerebro del feto, provocando deterioro de la memoria, hiperactividad y trastorno por déficit de atención en el futuro”, anunciaron en marzo de 2015 los investigadores de la Facultad de Medicina de Yale, una de las más prestigiosas universidades del mundo.

Otra revelación de la UCLA, en 2008, resulta más preocupante. Según este estudio, titulado Exposición prenatal y postnatal al uso del teléfono celular y problemas ambientales en niños, los menores que emplean los teléfonos celulares desde los siete años presentaron:

Un riesgo 25 por ciento mayor de problemas emocionales.
Una probabilidad 34 por ciento mayor de padecer dificultades para relacionarse con sus compañeros.
Una probabilidad 35 por ciento mayor de ser hiperactivos.
Una tendencia 49 por ciento mayor de problemas del comportamiento.

Ante tanta evidencia científica, proveniente de prestigiosos médicos de todas latitudes, queda una pregunta pendiente: ¿quiénes son los encargados de preservar la salud de los usuarios, prevenir las enfermedades y las dolencias asociadas a la telefonía inalámbrica? Queda claro que en primer lugar uno mismo; pero, y el resto, ¿quién lo asegura?